¿Buscas una escapada que combine naturaleza, historia y gastronomía de primera? El cantón de Friburgo, en Suiza, esconde un sinfín de experiencias inolvidables: paseos por encantadores pueblos medievales, vistas de ensueño desde montañas majestuosas y una cultura gastronómica que celebra su legado con quesos y chocolates célebres en todo el mundo. Descubre 10 cosas que hacer en este destino que te conquistará desde el primer momento.
La región de Friburgo, ubicada en la parte occidental de Suiza, es un destino que combina de manera perfecta una naturaleza idílica, ciudades medievales llenas de historia y una gastronomía capaz de satisfacer a los paladares más exigentes. Este rincón suizo se caracteriza por su diversidad de paisajes: desde las verdes colinas salpicadas de pintorescos pueblos hasta las majestuosas montañas y lagos cristalinos que ofrecen infinitas posibilidades para actividades al aire libre. Además, su riqueza cultural y tradiciones bien conservadas invitan a descubrir un modo de vida auténtico y encantador.
Si bien es conocida por sus quesos y chocolates, la región también destaca por su oferta de experiencias que combinan aventura, cultura y descanso. La presencia de ciudades como su capital homónima, con su arquitectura gótica, y Gruyères, con su atmósfera medieval, brinda una oportunidad única de viajar en el tiempo mientras se disfruta de las comodidades modernas. Por otro lado, sus museos, eventos locales y rutas escénicas hacen que sea un destino ideal tanto para familias como para viajeros solitarios. A continuación, te proponemos 10 actividades que te conectarán con la esencia de esta joya suiza:
1. Descubrir el casco antiguo de Friburgo
Considerada la “pequeña Roma” suiza, la capital del cantón del mismo nombre sorprende y seduce a partes iguales con su rica historia y encanto arquitectónico. Su casco antiguo custodia más de 200 fachadas medievales góticas que crean uno de los conjuntos medievales más extensos de Europa, complementado por una red de puentes que cruzan el serpenteante río Sarine. El más emblemático, el Puente de Berna (Pont de Berne), constituye una obra maestra de la ingeniería en madera del siglo XIII. Sus 41 metros de longitud han resistido el paso del tiempo, convirtiéndose en testimonio vivo de la maestría de los carpinteros medievales.
Otro de los principales atractivos es la catedral de San Nicolás, una joya del gótico tardío. Sus imponentes vidrieras de estilo modernista, creadas por el pintor polaco Józef Mehoffer, narran historias bíblicas con una estética vibrante. La torre de 78 metros, accesible tras subir 365 escalones –uno por cada día del año–, recompensa el esfuerzo con vistas panorámicas de la ciudad, las colinas circundantes, el curso del Sarine y las cumbres prealpinas que asoman en el horizonte.
Friburgo también ofrece otros atractivos: desde el mercadillo de la Plaza del Ayuntamiento (todos los sábados, de 6:30h a 12 del mediodía), que inunda el ambiente de aromas a queso Gruyère local y especialidades friburguesas, hasta los eventos en la Eglise des Cordeliers, donde los peregrinos del Camino de Santiago encuentran un rincón de reflexión.
2. Visitar los museos de la capital
Friburgo alberga una fascinante variedad de museos que reflejan su riqueza cultural e histórica, ofreciendo algo para todos los intereses. El Musée d’art et Histoire (Museo de Arte e Historia), ubicado en un edificio histórico en el corazón de la ciudad, cuenta con una extensa colección que abarca esculturas, pinturas y artefactos desde el siglo XII hasta la actualidad. Sus exposiciones temporales suelen abordar temas innovadores, convirtiéndolo en un espacio dinámico y educativo.
Otro imperdible es el Espacio Jean Tinguely – Niki de Saint Phalle, dedicado a dos de los artistas más influyentes del siglo XX. Aquí, los visitantes pueden maravillarse con las esculturas mecánicas de Tinguely, que combinan arte y tecnología de forma sorprendente, así como con las coloridas y provocadoras obras de Saint Phalle. La atmósfera interactiva del museo lo convierte en una experiencia inolvidable.
Además, las calles de Friburgo ofrecen un recorrido por 41 obras de arte contemporáneo y arte urbano repartidas por toda la ciudad, que constituyen un auténtico museo al aire libre. La ciudad también cuenta con una nutrida oferta cultural repleta de eventos en la que, por ejemplo, no faltan conciertos y actuaciones semanales de estilos musicales que van desde la música barroca a la electrónica.
3. Gruyères: donde la historia medieval abraza la vanguardia
Suspendido entre cielo y tierra a 810 metros de altitud, Gruyères emerge como una visión medieval perfectamente conservada sobre un promontorio rocoso. Este antiguo burgo amurallado, que dio nombre al célebre queso que aquí nació hace ocho siglos, representa la quintaescencia de la Suiza medieval.
Su castillo, construido en el siglo XIII por los condes de Gruyères, domina el horizonte como un vigilante de los prealpes friburgueses. Las salas del castillo narran la historia de ocho siglos a través de frescos, tapices, mobiliario de época y obras de pintores como Camille Corot o Barthélemy Menn, establece un fascinante diálogo entre pasado y presente.
La Rue du Bourg, única arteria principal del pueblo, serpentea entre edificios de los siglos XV al XVII. Cada fachada cuenta una historia: desde las casas nobles con sus escudos heráldicos hasta las antiguas posadas que albergaban a comerciantes de queso.
El contraste más sorprendente lo ofrece el Museo HR Giger, instalado en el medieval château St. Germain. Este espacio, dedicado al ganador del Oscar por el diseño de Alien: el octavo pasajero, exhibe la mayor colección mundial de obras del artista. El adyacente Giger Bar transporta a los visitantes a un mundo biomecánico donde las costillas metálicas del techo y las sillas vertebrales crean una atmósfera entre gótica y futurista mientras se degusta un cocktail o una taza de café.
Tanto en verano, cuando los prados alpinos se cubren de flores silvestres, como en invierno, cuando la nieve envuelve el pueblo en un manto blanco, Gruyères mantiene su capacidad de fascinar, combinando de manera única la autenticidad medieval con pinceladas de vanguardia artística.
4. Visitar una quesería tradicional
En Gruyères, las queserías artesanales son un verdadero escaparate de la tradición quesera suiza. Aquí podrás no solo presenciar el meticuloso proceso de elaboración del famoso queso Gruyère (por cierto, hay que aclarar que no tiene agujeros) o del Vacherin (otra variedad local) sino también aprender acerca de las técnicas ancestrales que se han transmitido de generación en generación. Desde la selección de la leche, proveniente de vacas que pastan en los exuberantes prados alpinos, hasta el cuidadoso proceso de maduración en bodegas especiales, cada etapa es un homenaje a la excelencia culinaria suiza.
La experiencia no estaría completa sin una degustación. Podrás probar distintas variedades de queso Gruyère, desde los más jóvenes, con un sabor suave y equilibrado, hasta los más añejos (con más de 12 meses de maduración), que ofrecen una textura más firme y un sabor intenso y salado. Además, muchas queserías complementan esta experiencia con otros productos locales, como la Crème double, una especie de merengue que alcanza hasta el 40% de grasa en su composición.
Algunas queserías también ofrecen pequeños talleres para aprender a preparar su propio queso, lo que resulta especialmente divertido para familias y amantes de la gastronomía. Y para quienes deseen llevarse un recuerdo, las tiendas de las queserías cuentan con una selección de productos gourmet que incluyen no solo quesos, sino también mantequillas, yogures y otras delicias.
5. Ascender al Moléson
A solo unos kilómetros de Gruyères, este monte de 2.002 metros es el escenario perfecto para el senderismo, la observación de la naturaleza y las vistas espectaculares que abarcan desde los prealpes friburgueses hasta los majestuosos Alpes suizos. Su cima es accesible para todos gracias a un sistema moderno de transporte que combina un funicular y una telecabina, operativos durante todo el año.
Una vez en la cima, las opciones de actividades son variadas. Los amantes del senderismo pueden explorar rutas que serpentean por las laderas del Moléson, ideales tanto para principiantes como para excursionistas experimentados. Para quienes buscan experiencias más relajadas, el mirador principal ofrece una vista panorámica impresionante que incluye los lagos cercanos y, en días despejados, incluso el Mont Blanc.
En los meses de verano, el Moléson se transforma en un destino ideal para familias gracias a sus zonas de recreo, como los toboganes de montaña y las rutas de descenso en bicicleta. En invierno, se convierte en un paraíso para los esquiadores, con pistas adaptadas a diferentes niveles y espacios para practicar esquí de travesía.
Para los amantes de la gastronomía, en la cima encontrarás un restaurante alpino que sirve platos tradicionales suizos. Nada mejor que degustar una fondue o un rösti mientras disfrutas del paisaje. También hay una zona para picnics, ideal para quienes prefieren llevar su propia comida y disfrutar de un almuerzo al aire libre rodeado de naturaleza.
Subir al Moléson no es solo una experiencia de altura, sino una oportunidad de conectar con la naturaleza, el deporte y la cultura suiza desde una perspectiva inigualable.
6. Probar la fondue Moitié-Moitié
La fondue friburguesa, preparada con una deliciosa mezcla de quesos Gruyère y Vacherin, es una experiencia gastronómica que captura la esencia de la región. Este plato, que simboliza la calidez y la tradición suiza, se sirve en muchos de los acogedores restaurantes de Friburgo, donde el ambiente rústico y las vistas a los idílicos paisajes alpinos hacen que cada bocado sea inolvidable.
Preparar una fondue es todo un arte que puedes explorar visitando queserías y restaurantes. Muchas queserías ofrecen talleres en los que los visitantes pueden aprender el proceso de selección de los quesos y la técnica exacta para lograr la textura perfecta. La clave está en mantener un equilibrio entre los sabores: el Gruyère aporta un toque más robusto, mientras que el Vacherin suaviza la mezcla con su cremosidad.
La fondue suele acompañarse con pan o pequeñas patatas cocidas, y marida a la perfección con un vino blanco local, como los elaborados con uva chasselas. Este plato no solo es un deleite para los amantes del queso, sino también una oportunidad para conectarte con la cultura y el estilo de vida friburgueses. Es una actividad ideal tanto para parejas como para grupos de amigos o familias, donde el compartir se convierte en el verdadero protagonista de la velada.
7. Explorar Murten (Morat) y su lago
Esta encantadora ciudad, denominada Morat en francés (Friburgo es uno de los cantones bilingües de Suiza), está situada junto al tranquilo lago de Murten, y combina historia, naturaleza y una atmósfera relajante que la convierte en un destino imprescindible. Murten conserva con orgullo sus murallas medievales, las únicas completamente transitables en Suiza, que ofrecen vistas panorámicas del casco antiguo y el lago. Al adentrarte en sus callejuelas empedradas, te encontrarás con casas históricas cuidadosamente restauradas, fuentes ornamentadas y acogedores cafés que invitan a una pausa.
El lago de Murten o Murtensee es perfecto para actividades al aire libre. Puedes alquilar una bicicleta y recorrer los viñedos que rodean el monte Vully, donde también se cultivan vinos locales como el de uva chasselas, famoso por su sabor fresco y ligero. Los senderos para caminatas y rutas en bici te llevarán a través de paisajes rurales, pasando por extensos campos de cultivo y pequeñas aldeas pintorescas. Además, el lago ofrece la posibilidad de practicar deportes acuáticos como paddle surf o kayak, o simplemente disfrutar de un paseo en barco para admirar las vistas desde el agua.
La historia también está muy presente en Murten. Uno de los monumentos imprescindibles es la Puerta de Berna, una de las entradas históricas de la ciudad, pero tampoco puede faltar una visita al castillo de Murten, que alberga exposiciones sobre la región y su famosa batalla de 1476 contra los borgoñones de Carlos el Temerario. Para los más curiosos, un recorrido guiado por la ciudad desvelará anécdotas y secretos que enriquecen la experiencia.
Murten también destaca por su ambiente relajado, ideal para quienes buscan desconectar. Pasear junto al lago al atardecer o disfrutar de un picnic con productos locales son actividades que no pueden faltar en tu visita.
8. Visitar la Maison Cailler
Hemos hablado ya de los deliciosos quesos friburgueses, pero la región es también célebre por otro sabroso producto. En Broc, en la zona de Gruyères, se encuentra la fábrica de chocolate más antigua de Suiza, la icónica Maison Cailler. Este lugar no solo es un paraíso para los amantes del chocolate, sino también una ventana fascinante a la historia y tradición chocolatera de Suiza. La visita comienza con un recorrido interactivo que te sumerge en los orígenes del cacao, desde las antiguas civilizaciones que lo veneraban como alimento de los dioses hasta su llegada a Europa como un codiciado lujo.
El recorrido incluye diversas salas temáticas que combinan tecnología y arte para narrar la evolución del chocolate a lo largo de los siglos. Podrás explorar el proceso de producción moderna, desde la selección de los granos de cacao hasta la elaboración de las tabletas y bombones que hacen famosa a esta marca. Los olores dulces y tentadores llenan el aire, creando una experiencia sensorial única.
Uno de los momentos más esperados es la sala de degustación, donde podrás probar una amplia variedad de chocolates, desde los clásicos con leche hasta creaciones más innovadoras con frutos secos o especias. Es una oportunidad perfecta para descubrir nuevos sabores y entender por qué el chocolate suizo es reconocido como el mejor del mundo.
La tienda de la fábrica es otro punto destacado, ofreciendo una selección exclusiva de productos que no se encuentran en otros lugares. Desde cajas de regalo hasta ediciones limitadas, hay algo para cada gusto.
9. Disfrutar del arte urbano en Estavayer-le-Lac
Esta ciudad junto al lago Neuchâtel combina sus callejuelas medievales con una ruta de arte urbano (surgida gracias al festival Artichoke) que transforma sus rincones en una galería al aire libre, donde las obras de artistas locales e internacionales embellecen fachadas, muros y plazas, creando una experiencia vibrante y contemporánea. Cada obra cuenta una historia, y un paseo por esta ruta permite descubrir la esencia creativa de Estavayer-le-Lac, que mezcla armoniosamente lo moderno con lo histórico.
Entre sus monumentos más destacados se encuentra el imponente castillo de Chenaux, una fortaleza medieval que data del siglo XIII y que domina la ciudad desde su posición estratégica. Este castillo, con sus torres y murallas bien conservadas, ofrece un vistazo al pasado feudal de la región. Además, la colegiata de San Lorenzo, una joya del gótico tardío, impresiona por su arquitectura y sus vidrieras que narran historias religiosas y escenas de la vida local.
Pasear por Estavayer-le-Lac también permite descubrir detalles históricos, como los vestigios de antiguas puertas de la ciudad y las fuentes ornamentales que decoran sus calles. Cada rincón está impregnado de una atmósfera que combina la serenidad del lago con la riqueza de su patrimonio histórico.
Más allá del arte, la ciudad también ofrece playas lacustres ideales para un día de descanso, con aguas cristalinas y tranquilas que son perfectas para nadar o practicar deportes acuáticos como paddle surf y kayak. Las instalaciones junto al lago incluyen zonas de picnic, restaurantes y paseos peatonales que invitan a relajarse mientras se disfruta del paisaje. Además, en verano el entorno se llena de vida con mercados al aire libre y eventos culturales, que hacen de Estavayer-le-Lac un destino dinámico y atractivo durante todo el año.
10. Participar en la Désalpe
Si visitas la región al final del verano, no te pierdas esta tradición ancestral, y en particular, la que tiene lugar en la localidad de Charmey, una de las más emblemáticas de esta festividad en el cantón de Friburgo. En esta pequeña localidad prealpina, los rebaños descienden de las montañas adornados con flores, cintas de colores y enormes cencerros que llenan el aire con su característico sonido. La Désalpe de Charmey no es solo un evento ganadero, sino una auténtica fiesta que celebra el regreso del ganado antes del invierno, después de meses pastando en los prados alpinos.
En Charmey, la jornada comienza temprano con los preparativos y el desfile principal, donde los pastores y sus familias, vestidos con trajes tradicionales, acompañan a las vacas y otros animales adornados a lo largo de las calles del pueblo. El ambiente se llena de música folclórica, cantos y danzas que reflejan el rico patrimonio cultural de la región. En paralelo, se organizan mercados al aire libre que ofrecen una variedad de productos locales, como quesos frescos, embutidos, miel y panes artesanales. Además, es habitual disfrutar de una fondue friburguesa al aire libre, lo que añade un elemento gastronómico inolvidable a la experiencia.
La Désalpe de Charmey incluye actividades adicionales para toda la familia. Desde demostraciones de técnicas tradicionales de pastoreo hasta talleres interactivos para niños sobre el cuidado del ganado, hay algo para todos. Los visitantes también pueden explorar stands que muestran artesanías locales y disfrutar de espectáculos en vivo que capturan la esencia del folclore suizo.