Un tranquilo paseo por las calles y los canales de la ciudad belga nos permite descubrir las numerosas huellas españolas de una urbe que se convirtió en nudo comercial de Europa durante la Edad Media y el Renacimiento. Una exposición en el Sint-Janshospitaal y la reapertura del Gruuthusemuseum amplían el estrecho vínculo entre España y la ciudad flamenca.
A comienzos de marzo de 1578 la ciudad de Brujas era un hervidero de rumores y gentes atemorizadas. Las tropas calvinistas del líder nacionalista flamenco François de la Kethulle de Ryhove, cuyos excesos en otras poblaciones vecinas se habían hecho tristemente populares, estaban a las puertas de la ciudad, y sus habitantes temían las consecuencias de una invasión que parecía inevitable.
Entre las fuerzas vivas de la localidad, los miembros de la Cofradía de la Santa Sangre –hermandad establecida en la basílica del mismo nombre y depositaria de las sagradas reliquias procedentes de Tierra Santa– se mostraban especialmente preocupados.
Los calvinistas no habían mostrado reparos a la hora de cometer pillajes y atentados sacrílegos en los templos católicos de otras ciudades flamencas, destruyendo imágenes de santos y otros objetos piadosos, así que urgía preparar un plan para preservar la reliquia con la sangre de Cristo, que según la tradición había recogido el mismísimo José de Arimatea, y que había llegado a Brujas de la mano del conde Teodorico de Alsacia en época de Cruzadas.
Los cofrades se reunieron con premura y, tras algunas deliberaciones, decidieron encomendar la protección de la Santa Sangre a uno de sus hermanos más ilustres: Juan Pérez de Malvenda (o Maluenda). Nacido en Brujas en 1511, este notable flamenco era hijo de Diego Pérez de Maluenda, un adinerado comerciante español que había llegado a la ciudad en 1498, después de dejar atrás su Burgos natal en busca de nuevos negocios en la entonces boyante localidad flamenca.
Siguiendo los pasos de su padre, Juan se convirtió en uno de los hombres más prósperos de Brujas, desempeñando importantes cargos públicos –fue el primer concejal español de la ciudad, además de tesorero y magistrado del Franconato– y ejerciendo también como cónsul de los comerciantes españoles en la hermosa urbe.
Los calvinistas invadieron finalmente la ciudad el 19 de marzo, pero por suerte la reliquia ya estaba a salvo. Pérez de Maluenda la había llevado a su domicilio, enterrándola en el jardín, y allí permaneció escondida durante algún tiempo, hasta que el español construyó una nueva mansión en la céntrica Wollestraat, llevándosela allí consigo. Cuando pocos años después las tropas de Alejandro Farnesio restablecieron la normalidad en la ciudad, las reliquias fueron devueltas a su lugar original, saliendo en solemne procesión desde la casa de Pérez de Maluenda, quien fue siempre recordado por su protección de la sagrada reliquia.
Hoy en día la mansión de Maluenda sigue en pie, aunque fue reconstruida en estilo neogótico en el siglo XIX. Una de sus fachadas, la que se asoma a las aguas del canal próximo al Muelle del Rosario, muestra todavía una placa en la que se recuerda al insigne brujense de origen español. Lo mismo sucede en la puerta de entrada –la casa es hoy una popular tienda de recuerdos–, donde destaca el escudo de armas de su familia.
Una ciudad tomada por comerciantes
Aunque muchos turistas españoles se sorprenden al descubrir el nombre de un paisano entre las casas del centro de Brujas, lo cierto es que el caso de Pérez de Maluenda es sólo la punta del iceberg. Desde comienzos del siglo XIII, y hasta inicios del XVIII, fueron muchos los españoles –en su mayoría comerciantes y soldados– que convirtieron a la hermosa y cautivadora ciudad flamenca en su nuevo hogar.
Esta estrecha relación entre los distintos territorios peninsulares –España, como tal, todavía no existía–, puede rastrearse con facilidad en las renovadas salas del Gruuthusemuseum, uno de los espacios museísticos más destacados de la ciudad, y que acaba de reabrir sus puertas después de cinco años de restauración y remodelación (ver anexo).
La presencia española se hizo especialmente notable a partir del dominio peninsular sobre los llamados Países Bajos españoles, pero en realidad se remonta mucho más atrás. La primera mención documental sobre la presencia de españoles en Brujas data del año 1280, fecha de un privilegio que menciona a comerciantes de nuestro país. Sin embargo, se sabe que ya en 1230 se estableció aquí una pionera colonia de mercaderes vascos –vizcaínos para más señas–, que se convirtió en punta de lanza para otras comunidades que llegaron desde la península ibérica: los siguientes en llegar fueron los aragoneses y catalanes (en 1330) y más tarde castellanos y navarros.
Todos ellos acudían atraídos por la prosperidad comercial de la ciudad, auténtico núcleo de comunicación mercantil –en especial gracias a su comercio de lana– gracias a su ubicación estratégica y su pertenencia a la Liga Hanseática. El interés de la industria textil flamenca por la lana hizo venir a muchos comerciantes españoles, pues no en vano la lana de oveja merina era la más apreciada en aquellos siglos. Sin embargo, los mercaderes españoles también comerciaron con otros productos, como el hierro, el arroz y el aceite, entre otros.
Durante los siglos XIV y XV Brujas se convirtió en una de las ciudades más prósperas de toda Europa, lo que explica que en ella se establecieran hombres de negocios y buscadores de fortuna de más de veinte nacionalidades. Los españoles se contaron entre los más numerosos e influyentes, y sus huellas –como la mansión de Pérez de Maluenda– todavía son visibles en muchos puntos de la ciudad.
La llegada de comerciantes vascos, aragoneses, castellanos y navarros dio lugar a la creación de otras tantas agrupaciones y consulados de tales orígenes. Antes de la unificación de España, los mercaderes de distintos puntos de la Península se regían por las mismas leyes que tenían en sus lugares de origen (los vizcaínos, por ejemplo, seguían las normas de la Universidad de los mercaderes y maestres de Bilbao, y los catalanes las del Llibre del Consulat de Mar) y cada uno tenía sus propios consulados. Esto motivó que en algunos barrios de Brujas las autoridades cedieran inmuebles para acoger dichas delegaciones. En un principio castellanos y vizcaínos compartieron alojamiento y sede en el hotel de Jacques van der Bürse –perteneciente a la familia que dio origen a la bolsa local–, pero más tarde se establecieron en sedes independientes.
Muchos de ellos, sin embargo, se reunieron en las mismas zonas, dando lugar a topónimos en el trazado urbano que todavía se mantienen, como la Spanjaardstraat (Calle de los españoles), Spaanske Loskai (Muelle de los españoles, a donde arribaban los barcos con mercancías de nuestro país) o Biskajerplaats (Plaza de los vizcaínos). En la Spanjaardstraat se levantaba en tiempos el Hotel de los Castellanos, sede del consulado de los mercaderes de Castilla, una institución compuesta por tres edificios provistos de almacenes, cámara de audiencias, viviendas e incluso una taberna que servía «buen vino puro y sin mezcla alguna».
A un paso de este recinto se encontraba el Hotel de la Torre, una mansión de la familia De la Torre construida en 1560. El inmueble contaba con una elegante y fina torre que hacía referencia al emblema de la familia, uno de cuyos miembros, Juan de la Torre, fue precisamente cónsul de España y Castilla en la ciudad. Entre sus ocho hijos destacó Gaspar de la Torre, quien ejerció durante años como deán de la iglesia de Nuestra Señora. De estos dos edificios hoy apenas se conservan unos tímidos restos, pero podemos hacernos una idea de su aspecto gracias a un grabado de Sanderus para el libro Flandria Ilustrata.
Muy cerca de allí se encontraba también la llamada “Casa Negra” (‘t Zwart Huus, en flamenco), un edificio que acogió la Oficina de Control de Pesos de los comerciantes hispanos. Otras familias llegadas de España tenían también sus viviendas en estas calles, como la de González de Aguilera, un comerciante que levantó su mansión en la Kipstraat (calle de la gallina), aunque poseía otros inmuebles cerca del Muelle de los Agustinos.
Por su parte, el Consulado de los Vizcaínos se construyó cerca de la plaza que hoy lleva su nombre, muy cerquita del lugar en el que hoy se encuentra una estatua en honor del pintor Jan Van Eyck. En 1494 las autoridades locales cedieron a los mercaderes vascos dos inmuebles en esta zona para establecer su sede, pero ellos decidieron derribarlos y construir en su lugar un imponente edificio de estilo renacentista que ocuparon hasta 1578. Aragoneses y navarros también tuvieron sus propios consulados, y como testimonio de ello hoy se conservan sendos hoteles que aluden a tal hecho: el Hotel de Navarra y el Hotel de Aragón.
Monarcas y humanistas
El dominio de la monarquía española sobre los territorios de los Países Bajos fue otro de las circunstancias que dejó su huella en la ciudad. En la plaza del Burg, una de las más importantes de la ciudad, es posible contemplar hoy en día la estrecha relación histórica entre España y Flandes. Este destacado y hermoso foro brujense, donde se ubica el Ayuntamiento, suele considerarse como una auténtica lección de arte, pues los edificios que allí se levantan ofrecen al visitante una variada muestra de estilos arquitectónicos.
Además de la basílica de la Santa Sangre –a cuya cofradía perteneció Pérez de Malvenda, como ya vimos–, destaca especialmente el bellísimo Ayuntamiento, un edificio de estilo gótico cuya fachada principal esta repleta de estatuas. Si nos fijamos en la segunda fila de esculturas –contando desde abajo–, y “leyendo” la fachada de izquierda a derecha, encontramos las figuras de Felipe el Hermoso –el esposo de Juana la Loca nació en la ciudad– y Margarita de Austria y, a continuación, de Carlos V y Felipe II, entre otros. En su interior, es posible contemplar retratos del cardenal infante don Fernando (Fernando de Austria), que fue gobernador de los Países Bajos españoles entre 1634 y 1641.
Carlos V estuvo en Brujas durante su viaje a España, y en los edificios de la plaza hay también otras huellas de su presencia. En la llamativa fachada del Palacio de Justicia es posible distinguir –bajo la estatua que representa a la Justicia– el escudo del emperador, encuadrado por las columnas de Hércules. En otra de las fachadas de la plaza se encuentra el edificio del Franconato, en cuyo interior se conserva una espectacular chimenea de roble y alabastro realizada en memoria de Carlos V. En ella destaca la escultura del emperador, pero también las efigies de sus abuelos Maximiliano de Austria, María de Borgoña, Isabel la Católica y Fernando de Aragón.
Hoy ya no se conservan restos de ella, pero antiguamente en los aledaños de la plaza se levantaba la antigua catedral de San Donato, en cuyo suelo sagrado fueron enterrados muchos españoles. Uno de los más ilustres es el humanista Luis Vives, que vivió durante varios años en la ciudad, en la que murió en 1540. Una plaza de la localidad cuenta además con un busto que recuerda la memoria de este buscador del conocimiento. También fue enterrado allí Pérez de Maluenda, y otros personajes de importancia, que construyeron en el templo sus capillas familiares, como los Pardo, los Del Río o los Salinas.
Los avatares históricos terminaron por arrebatar los Países Bajos españoles a la monarquía hispana, pero la huella española, ya sea en forma de edificios, calles o apellidos de no pocos belgas –que los heredaron de sus antepasados peninsulares que decidieron establecerse aquí– sigue casi tan viva como en los siglos en los que Brujas fue una de las ciudades más importantes de Occidente.
CLAVES ESPAÑOLAS EN EL GRUUTHUSEMUSEUM
Las distintas plantas del renovado Gruuthusemuseum ofrecen un apasionante recorrido por la historia de la ciudad a través de cientos de piezas antiguas y obras de arte: manuscritos, tapices, pinturas, esculturas, objetos de uso cotidiano… pequeños pedacitos de un puzzle que componen una imagen global y fascinante de la historia de esta bellísima ciudad, y que en este palacete del siglo XV (propiedad del poderoso Lodewijk van Gruuthuse, noble que sirvió bajo las órdenes de los duques de Borgoña) destacan aún con más intensidad.
En lo que respecta a la relación de España con la ciudad, en las salas del museo podemos encontrar los retratos de dos importantes españoles establecidos en Brujas: Juan López Gallo, cónsul general de la nación española y líder de la comunidad comercial hispana (retratado por Pieter Pourbus), y Juan Pardo II, que llegó a ser uno de los alcaldes españoles que tuvo la ciudad. También se conserva un precioso tapiz del siglo XVI con el escudo de armas de los Nájera –una familia de comerciantes vascos que acabó cambiando su apellido por el de Nayere–, piezas de cerámica elaboradas en Manises o valiosos libros de las antiguas casas comerciales de Castilla, Vizcaya o Aragón, entre otras muchos objetos históricos de interés.
MAESTROS DEL BARROCO ESPAÑOL EN EL SINT-JANSHOSPITAAL
Otro de los museos más importantes de la ciudad ciudad flamenca, el Sint-Janshospitaal, acoge hasta el próximo 6 de octubre una espléndida exposición dedicada a pintores y escultores hispanos: De Mena, Murillo, Zurbarán. Maestros del Barroco español. La muestra es una oportunidad única de disfrutar de una selección de veinte piezas religiosas (esculturas y pinturas) que hacen especial hincapié en un aspecto poco conocido del Siglo de Oro español: el hiperrealismo alcanzado por el genio de algunos artistas y talleres de la época, que llegaron a emplear materiales como el marfil o el cristal en sus obras para dotarlas de un realismo extraordinario. Además de las obras de grandes pintores como Murillo y Zurbarán, la atracción principal de la muestra es un grupo de seis esculturas de Pedro de Mena, el más destacado escultor del Barroco español.
GUÍA PRÁCTICA:
CÓMO LLEGAR. En la actualidad hay varias compañías aéreas que vuelan desde distintas ciudades españolas al aeropuerto de Zaventem (Bruselas): Brussels Airlines, Iberia, Vueling, Air Europa, Ryanair… Esta última, además, vuela también al aeropuerto de Charleroi (a unos 60 km de la capital). Desde Zaventen, hay numerosas conexiones diarias por tren (el trayecto dura aproximadamente hora y media) con la estación de Brujas: los horarios pueden consultarse aquí.
DÓNDE COMER. El Restaurante De Florentijnen se encuentra en un antiguo edificio que siglos atrás perteneció a comerciantes italianos, aunque sus platos son un magnífico exponente de la cocina más actual, en la que abundan productos de la región, como espárragos o fresones. También sorprende por la calidad de su materia prima la cocina del Restaurante Patrick Devos, con menús muy creativos y estáticamente muy cuidados.
DÓNDE DORMIR. El Hotel Dukes’ Palace se levanta en pleno casco antiguo de Brujas, en un lujoso palacio del siglo XV, propiedad de la aristocracia borgoñona. Otra opción igualmente céntrica es el Hotel Aragon (muy cerca del Markt), un establecimiento no menos acogedor que debe su nombre al consulado que los aragoneses tuvieron en la ciudad.
Más información: Visit Flanders (Turismo de Flandes)
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