En el último cuarto de siglo, la capital vizcaína ha experimentado una revolución urbanística y cultural que no solo ha transformado el rostro de la ciudad, sino que también ha cambiado su viejo entramado industrial por una nueva piel pintada con arte y diseño…
Es primera hora de la mañana en el Paseo Uribitarte de Bilbao. El sol se eleva anunciando un día luminoso y vecinos y turistas comienzan a llenar las dos orillas de la ría. Al llegar a la altura del puente Zubizuri, la vistosa pero no menos polémica construcción de Calatrava, se forma un pequeño alboroto. Unas cuantas personas se asoman a la ría, sacan sus teléfonos y cámaras de fotos y disparan en dirección al agua. Después comentan entre ellas con entusiasmo. La razón de tal algarabía se llama Bihar (“mañana”, en euskera) y no es otra cosa que una enorme escultura hiperrealista del artista mexicano Rubén Orozco, creada en colaboración con BBK para alertar de las consecuencias del cambio climático.
La obra representa una cabeza gigantesca de niña, que queda a la vista o desaparece en función de la subida y bajada de las mareas. «Se trata de una reflexión futura sobre lo que puede suceder si seguimos apostando por modelos no sostenibles», explicó el artista en declaraciones a la prensa.
La obra, que se instaló a finales de septiembre causando el asombro de bilbaínos y visitantes, es solo un ejemplo más de las muchas obras de arte que jalonan la ría de Bilbao desde que, hace casi 25 años (se cumplirán en octubre de 2022), la inauguración del Museo Guggenheim cambiara por completo la estampa de la capital vizcaína. El museo diseñado por Frank Gehry, cuya silueta se ha convertido ya en icono inconfundible de la ciudad, es el símbolo más reconocible de la revolución urbanística que transformó la ciudad, y especialmente el entorno de la ría. Donde antes había astilleros, fábricas, chimeneas humeantes y contenedores, hoy encontramos amplias zonas verdes, paseos, ejemplos de arquitectura de vanguardia y numerosas obras de arte contemporáneo. Todo un museo al aire libre.
La llegada del Guggenheim supuso un auténtico revulsivo que contribuyó de forma decisiva y arrolladora a la regeneración urbanística y al desarrollo social y económico de Bilbao y su entorno, pero aquella revolución –que también fue cultural–, no se perdió en el tiempo. Ahora, cuando faltan solo unos meses para que se cumpla un cuarto de siglo de la inauguración del museo, la ciudad del Nervión continúa apostando por una escena cultural que se apoya en el arte, el diseño, y la arquitectura, entre otros puntales. Eso sí, sin olvidar el legado de su rica tradición.
Arte en la ría y compras en el Casco Viejo
En el Paseo de la Memoria, entre el Palacio Euskalduna y el Guggenheim (una visita obligada e imprescindible, por su destacada colección permanente y sus siempre interesantes exposiciones temporales) el visitante encuentra un apasionante museo en plena calle, con obras de artistas locales e internacionales de la talla de Chillida, Zugasti, Bourgeois o Tucker, entre muchos otros.
Y no acaba ahí. De nuevo en el Paseo Uribitarte, pasado el Guggenheim y el Puente La Salve, hay un buen número de ejemplos de arte contemporáneo que hoy forman parte de la estampa cotidiana del nuevo Bilbao. Muy cerca del Zubizuri y de la escultura Bihar de Rubén Orozco, aunque ya en tierra firme, encontramos la obra Las Sirgueras, de la artista navarra Dora Salazar, un sentido homenaje a todas aquellas mujeres –a menudo viudas–, que durante décadas se ganaban el sustento realizando un trabajo físico agotador en las aguas de la ría: remolcar las gabarras que quedaban estancadas en la orilla.
Un poco más adelante, antes de llegar al Puente del Ayuntamiento, encontramos Conmemoración del día del mar, obra del escultor asturiano Vicente Vázquez Canónico. Justo al otro lado de la ría, frente al edificio del Ayuntamiento, se encuentra Variante ovoide, de Jorge Oteiza. La lista sigue y se hace casi interminable en las dos orillas: La Puerta de los Honorables (monumento a Ramón Rubial), del navarro Castro Solano, Tuercebarras, de Jesús Lizaso…
Apenas unos minutos de paseo separan este Bilbao del siglo XXI del más tradicional, el del Zazpilakeak (Casco Viejo) y sus Siete Calles, en la margen derecha. Como si fuera un pequeño oasis de tradición, a solo unos cientos de metros del “Nuevo Bilbao”, pero a todo un mundo de distancia, las calles del Casco Viejo, declaradas Monumento Histórico-Artístico, son un testimonio del origen, hace ya más de 700 años, de una urbe que hoy respira aires cosmopolitas. Aquí, entre calles estrechas de edificios señoriales y otras viviendas más modestas, encontramos joyas del patrimonio como la catedral de Santiago, espacios verdes como los jardines del Arenal, edificios emblemáticos como el Teatro Arriaga (con una programación que siempre tiene algo interesante que ofrecer) o espacios diáfanos como la Plaza Nueva, con sus soportales neoclásicos que dan cobijo a multitud de locales donde degustar algunos de los pintxos más sabrosos de la ciudad.
En las calles del Casco Viejo hay también una larga lista de comercios de toda la vida que hoy conviven con establecimientos de nuevo cuño, ofreciendo un contraste de productos tan original como enriquecedor. Entre los primeros se encuentran tiendas como Calzados Bizkarguenaga, un pequeño comercio familiar con décadas de historia, donde durante décadas se calzaron trabajadores de todo el Gran Bilbao y donde siguen despachándose las típicas alpargatas de fiesta y las no menos tradicionales albarcas.
En las Siete Calles todo está a mano, y entre comercios de ultramarinos, tiendas de txapelas y cafeterías, hay sitio también para tiendas de regalos y recuerdos como Orriak, donde sus responsables –Miguel Ángel, Edurne y Haritz– venden productos de artesanía, entre los que destacan bellísimas piezas con diseños tallados con suma delicadeza sobre hojas de magnolio, o réplicas en pequeño tamaño de gigantes y cabezudos. A medio camino entre la tradición y las nuevas corrientes de la moda, el taller de peletería de Ramón Ezquerra espera a sus clientes a un paso de la catedral.
El local de Ezquerra –cuyas piezas han vestido a celebridades como Paulina Rubio, Sonsoles Onega o Palomo Spain– lleva un cuarto de siglo en las calles del Zazpilakeak, y su trabajo es una apuesta por la sostenibilidad. Y es que Ezquerra no solo trabaja con materias primas locales y nacionales, sino que también dedica buena parte de sus esfuerzos a la reparación y transformación de prendas que ya ocupaban los armarios de sus clientes, todo un ejercicio de restyling.
También tienen un importante compromiso con la sostenibilidad y el medio ambiente en SKFK, otra tienda de moda que ocupa un hermoso local del Casco Viejo bilbaíno. Aunque la marca –antes conocida como Skunkfunk– tiene más de veinte establecimientos repartidos en distintos países, este local del viejo Bilbao es uno de los de mayor encanto, con sus vigas originales e incluso un patio interior repleto de vegetación. Mikel Feijoo, fundador y director general de SKFK, explica con entusiasmo el compromiso de la marca con el medio ambiente, haciendo hincapié en que el 90% de sus productos están elaborados con tejidos y materiales sostenibles, como el algodón orgánico de China. Además, la empresa fue la primera en España en conseguir las certificaciones GOTS y Fairtrade (Comercio Justo).
De los pintxos a las estrellas Michelin
Ya que estamos en el Casco Viejo de Bilbao, sería un pecado no probar alguno de los sabrosos pintxos que llenan las barras de los bares de las Siete Calles, ya sea en los establecimientos que encontramos en los soportales de la Plaza Nueva o en otro de los iconos del Zazpilakeak: el Mercado de la Ribera. Este espacio, ubicado en un vistoso edificio a orillas de la ría, ha surtido de productos frescos a los bilbaínos desde finales del siglo XIX, y hoy puede presumir de ser el mercado con mayor superficie cubierta de toda Europa, según el Libro Guinness de los récords. Allí, además de los habituales puestos de carnes, pescados, verduras y otros productos, se puede degustar una interminable oferta de pintxos y raciones, el aperitivo perfecto para la hora del vermú.
Abierto ya el apetito, toca buscar mesa para disfrutar de la celebrada gastronomía vasca. En una ruta como esta, con el arte y el diseño como protagonistas, no puede faltar una visita a Nerua, el restaurante del Museo Guggenheim –cuenta con una estrella Michelin–, donde el chef Josean Alija reinterpreta la cocina local vasca desde la innovación, con distintos menús que explotan las bondades de las huertas, el mar y las granjas del entorno de Bilbao.
Apuesta por el arte y el diseño
Si Abandoibarra fue el símbolo de la regeneración urbana de Bilbao en torno a la ría a partir de la década de los 90, Zorrotzaurre continúa este mismo espíritu en el siglo XXI. Esta isla artificial –hasta hace solo unos años era una península–, ubicada en el canal de Deusto, fue en el siglo XX una importante zona industrial que, al igual que ocurrió con la de Abando, cayó en declive a partir de los años 70.
Poco después de arrancar el nuevo milenio, la arquitecta Zaha Hadid trazó un ambicioso y original diseño que buscaba convertir a Zorrotzaurre en el nuevo icono de la regeneración urbanística de Bilbao. Tras años de burocracia, en 2017 se aprobó definitivamente el proyecto de urbanización, y hoy la zona está en plena transformación para albergar viviendas accesibles y otras infraestructuras. En este maremágnum de obras, solares abandonados y sueños de futuro de lo que hoy se conoce como “Isla Creativa” se levanta la sede del IED Kunsthal Bilbao, un centro superior de diseño en el que se imparte el título de Grado en Enseñanzas Artísticas de Diseño y varios másteres en disciplinas relacionadas.
Siguiendo un espíritu de sostenibilidad, esta “incubadora” de nuevos diseñadores y artistas se levanta en el antiguo edificio de una empresa papelera que ha sido recuperado gracias a un proyecto del estudio abr/+/ARQUITECTOS. Además de su oferta formativa, el centro ofrece también ciclos de charlas y jornadas sobre arte, creación y diseño, además de visitas y viajes y otras experiencias.
This is Basque Design!
Después de la visita a este prometedor espacio que se encuentra en el corazón del Bilbao del futuro, conviene regresar al centro, a la plaza Arriquíbar, para descubrir otro de los “templos” de la cultura bilbaína: el Azkuna Zentroa – Alhóndiga Bilbao. Este centro cultural polivalente, inaugurado en 2010, se levanta en un antiguo almacén de vinos de principios de siglo XX, cuyo interior fue transformado siguiendo un proyecto del diseñador francés Philippe Starck, en el que destacan los 43 pilares que sustentan los tres edificios interiores, y que dan forma a un escenario cinematográfico llevado a cabo por el escenógrafo Lorenzo Baraldi.
El centro está dividido en tres edificios que acogen otros tantos espacios y actividades: la Mediateka BBK (un lugar donde la palabra y la literatura actúan como eje central), el Centro de Activididad Física (CAF), que cuenta con gimnasio, tres piscinas y seis salas de actividades y por último Lantegia, un laboratorio de ideas dedicado a la experimentación y producción cultural. Además de estos espacios, el Azkuna Zentroa también cuenta con un auditorio, los cines Golem y varias salas de exposiciones, además de varios establecimientos gastronómicos y una gran terraza de 2.900 metros cuadrados.
El Azkuna Zentroa nació con la idea de convertirse en todo un referente de la creación artística contemporánea, el cine, la literatura y el mundo audiovisual, y en la actualidad organiza una media de tres exposiciones anuales de arte contemporáneo, además de varios festivales internacionales y espectáculos de danza, teatro y música. Además, cuenta con dendAZ This is Basque Design, una tienda dedicada a dar visibilidad a diseñadoras y diseñadores y promover su trabajo.
No muy lejos de allí, a solo un paseo por las calles del centro, encontramos otro espacio consagrado al arte: la Galería Michel Mejuto, que desde 1984 ha ido dando forma a un importante fondo compuesto mayoritariamente por obras de artistas vascos del periodo 1850-1936 (Regoyos, Zuloaga, Arteta, entre otros), pero sin olvidar a representantes de la vanguardia y la abstracción como Nicolás de Lekuona o Jorge Oteiza.
La revolución cultural que surgió con la transformación urbanística de Bilbao no solo se ha dejado sentir en la capital vizcaína, sino que también otros puntos de la provincia han decidido apostar por la innovación y el diseño, incluso en entornos rurales. Es el caso del Basque Design Center, un centro de investigación y desarrollo que ha abierto sus puertas recientemente en la localidad de Güeñes, en la comarca de Enkarterri (Las Encartaciones). De líneas vanguardistas, el edificio del Basque Design Center –diseñado por el estudio de arquitectura Ingelan– se construyó en las entrañas de una colina de la localidad, y desde allí apuestan por la sostenibilidad y un impacto positivo en la sociedad gracias al biodiseño y los nuevos materiales aplicados al diseño de moda y mobiliario.
El centro cuenta con varios espacios: Art Lab (laboratorio de arte con taller de serigrafía), Digital Lab (taller fabricación digital en 3D), Textile Lab (laboratorio de fabricación textil) y Bio Lab (laboratorio para el desarrollo de materiales con organismos vivos como bacterias u hongos). Además de su oferta formativa, el centro ofrece también exposiciones, talleres y visitas (con cita previa) para conocer sus instalaciones.
Además de ofrecer bellos paisajes y espacios innovadores como el del Basque Design Center, la comarca de Enkarterri cuenta también con otras muchas visitas y actividades de interés. No puede faltar, por ejemplo, una visita a alguna de las típicas bodegas de txakolí, como las de Galdames, que ofrecen visita guiada y degustación con aperitivo en el caserío Viña Sulibarria, junto a sus viñedos de Concejuelo, ubicados en un bellísimo entorno rodeado de colinas. No muy lejos de allí, casi bañado por el río Barbadún, se conserva un tradicional molino de agua todavía en funcionamiento gracias al empeño y buen hacer de su molinero.
Antes de dejar la comarca para regresar a Bilbao conviene hacer una parada en Kaitxo, una empresa familiar regentada por los hermanos Jon Mikel y Raquel González, que desde 2017 se han volcado en la creación de exquisitos chocolates Bean to bar (fabricados directamente de las habas de cacao) y cafés de especialidad. En Kaitxo emplean cacao y café de la máxima calidad, traídos de distintos rincones del planeta y seleccionados en origen de manera personalizada, lo que garantiza la creación de tabletas de chocolate y cafés con sabores y aromas únicos. Además de la venta de chocolate y café de especialidad, ofrecen también otras experiencias, como visitas a sus instalaciones y catas privadas (presenciales y online).
UN PASEO POR LA COSTA DEL GRAN BILBAO
La visita a la capital vizcaína puede completarse con una escapada a algunas de las localidades que se encuentran en la desembocadura de la ría, y que pertenecen a la comarca –no oficial– del Gran Bilbao. En la margen derecha, de raigambre burguesa y carácter residencial, encontramos barrios como Neguri o Las Arenas, en Getxo, donde un tranquilo paseo nos permite descubrir algunos ejemplos de la arquitectura que la burguesía levantó a lo largo de la ría. También en el municipio de Getxo, merece la pena visitar el Puerto Viejo de Algorta, un barrio que todavía conserva el encanto de los pequeños pueblos pesqueros, con casas tradicionales y pintorescas.
En el puerto deportivo de Getxo es fácil encontrar compañías que ofertan salidas en velero por la costa (por ejemplo, Marmitako Sailing), con las que es posible hacer una agradable travesía por la costa vasca, que ofrece hermosos paisajes de playas y acantilados.
Otra experiencia imprescindible pasa por atravesar la desembocadura de la ría cruzando el Puente Bizkaia, ya sea en su barquilla o a pie paseando por su pasarela superior (en nuestra opinión lo más recomendable, pues permite disfrutar de unas magníficas vistas de la zona). Este puente, diseñado y construido por el arquitecto vizcaíno Alberto Palacio Elissague a inspiración de la torre Eiffel, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006, y hoy en día es todo un icono de la industrialización y de la “cultura del hierro” de Bizkaia en el siglo XIX.
Desde el 28 de julio de 1893, fecha de su inauguración, esta impresionante estructura de 160 metros de longitud y 45 metros de altura (cota que alcanza la pasarela horizontal, pues las cuatro torres suben hasta los 61 metros) une los municipios de Guetxo y Portugalete. Además de sus imponentes dimensiones y las magníficas vistas que ofrece, el Puente Bizkaia puede presumir de ser el primer puente transbordador del mundo, e inspiró a los otros siete que todavía existen en otros lugares del mundo.
Para acabar la visita, nada mejor que una comida en el restaurante del hotel boutique Puente Colgante, de Portugalete, un edificio de llamativo estilo colonial que construyó Manuel Calvo y Aguirre, un indiano que hizo fortuna en La Habana del siglo XIX con el comercio de la caña de azúcar, y regresó a la localidad a punto de acabar la centuria. Entre sus últimas voluntades, Manuel Calvo dejó estipulado que tras su muerte el edificio debía convertirse en un hotel, y con los beneficios del negocio «repartir raciones de olla y pan entre los menesterosos».
Así se hizo, y pronto el hotel de aires coloniales acogió a visitantes de rancio abolengo, como la emperatriz Zita de Borbón-Parma o Alfonso XIII, que celebraban sonadas fiestas en los salones del establecimiento. Hoy merece la pena degustar los platos de su excelente cocina –con sabores tradicionales de la cocina vasca, pero también con platos de inspiración cubana– en su elegante terraza, de aires cubanos o disfrutar de una copa en el Cromwell Cocktail Lounge.
Para comer:
- Basuki. Con el chef Isma Valle a los mandos de su cocina, Basuki presenta una carta en la que destacan platos de mar elaborados con mimo, como la merluza a la parrilla con txangurro o su lubina al horno con verduras. Todo ello en un local repleto de encanto, diseñado por el estudio barcelonés AE Interiores.
- Basquery. También en pleno centro, muy cerca de la ría y el Ayuntamiento, encontramos este local de aire moderno y desenfadado que marida a la perfección una carta en la que destacan unas suculentas hamburguesas (el pan lo hacen ellos mismos) con sus cervezas artesanas que se elaboran en el propio local.
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