Nadar entre tiburones ballena, bañarse en playas de aguas bioluminiscentes y tomar el sol en islotes solitarios. Todo es posible en esta isla paradisiaca del Caribe mexicano.
Cuesta imaginar por qué los antiguos mayas la bautizaron como “Agujero negro” –eso significa Holbox en maya yucateco–, porque todo en esta preciosa isla está pintado con una paleta de colores brillantes y casi infinitos: desde las aguas azul turquesa de sus apacibles playas a los murales que decoran cada rincón del pueblecito que hace las veces de “capital” de la isla.
Si a ese escenario multicolor le sumamos bellísimos parajes naturales, el encanto de un pequeño pueblo de pescadores y una oferta interminable de actividades y deportes acuáticos, no es difícil comprender por qué este rincón al noreste del estado de Quintana Roo, justo donde se encuentran las aguas del Caribe y el Golfo de México, se ha convertido en un refugio para quienes buscan disfrutar de las playas mexicanas de forma diferente: aquí no hay grandes resorts ni infinity pools, pero tampoco playas abarrotadas.
En Holbox el ambiente es más alternativo, tranquilo e incluso un poco underground. Por sus calles de tierra –no hay ni rastro de asfalto, y los coches están prohibidos–, solo pueden circular peatones, bicicletas y los omnipresentes cochecitos de golf (la forma más rápida y divertida para moverse por la isla).
Para llegar a Holbox –a menos de 150 km de Cancún–, no queda otra que tomar un ferry o una lancha-taxi en el puerto de Chiquilá, en norte del estado. Es un trayecto corto, de apenas 25 minutos, que atraviesa las aguas de la laguna de Yalahau. En la localidad, antiguo pueblecito de pescadores que hoy vive casi en exclusiva del turismo, se entremezclan visitantes llegados de todo el mundo –hay mayoría de rostros jóvenes– con los vecinos de etnia maya.
Nada queda lejos en esta localidad de apenas 2.000 habitantes y casitas bajas llenas de color. Y mucho menos las playas, situadas en la costa norte y jalonadas aquí y allá por pequeños beach clubs que ofrecen micheladas, margaritas y cervezas locales ante una postal incomparable: arena fina y blanquísima, cómodas hamacas y aguas cristalinas de color turquesa que dan forma a una piscina gigantesca que alcanza hasta el horizonte.
Refugio natural
El pueblo de Holbox cuenta con magníficas playas, pero hay muchas más, salvajes y solitarias, en otros puntos de la isla, por ejemplo en dirección este, de camino hacia Punta Mosquito, o también en el sur, hasta donde es posible llegar en lancha. Dos rincones muy apreciados por los visitantes son isla Pasión e isla Pájaros. En estos pequeños islotes, el único rastro de civilización consiste en unos miradores de madera y techos de palapa que permiten contemplar la gran variedad de aves que tienen su hogar en este idílico edén (fregatas, flamencos, pelícanos, cormoranes…).
Ambos lugares son también perfectos para el baño, pues sus pequeñas playas, rodeadas de árboles de palma, suelen estar vacías. Eso sí: aquí no hay bares ni chiringuitos, así que si la idea es pasar varias horas disfrutando del sol, conviene ir preparado con bebidas y algo de alimento.
Isla Pasión e isla Pájaros no son los únicos rincones de Holbox que sirven de refugio a un buen número de especies. De hecho, la isla forma parte de la Área de protección de flora y fauna de Yum Balam, y entre los animales y plantas que podemos contemplar aquí –más de mil especies distintas– hay cocodrilos, mapaches, tortugas, mantarrayas y un larguísimo etcétera.
Sin embargo, en esta singular arca de Noé hay una estrella indiscutible: el tiburón ballena, auténtica “mascota” de la isla. Este gigantesco pez –el más grande del mundo– visita cada año los alrededores de Holbox, especialmente entre abril y septiembre, en busca de alimento. ¿Es fácil avistarlo? En esas fechas es tan sencillo que todas las empresas de excursiones de la isla ofrecen la experiencia de nadar junto a estos animales de dimensiones colosales. Puede que suene aterrador, pero no hay nada que temer. Aunque sea un tiburón, esta hermosa criatura sólo se alimenta de plancton, así que no hay riesgo de sufrir un mordisco.
Más maravillas de la naturaleza que esperan en Holbox: ¿qué tal suena darse un baño nocturno en aguas fosforescentes? Entre los meses de marzo y noviembre, los rincones más oscuros de la isla, como Punta Cocos, se convierten en escenario de un espectáculo único y maravilloso: el de las aguas bioluminiscentes.
Aunque parezca cosa de magia, en realidad el “milagro” se debe a unos pequeños microorganismos que producen una enzima, la luciferasa, que en contacto con el oxígeno se transforma en luz. Para disfrutar al máximo de la experiencia, merece la pena contratar un paseo en kayak por las aguas más oscuras de la isla –en especial en las noches de Luna nueva– y después darse un chapuzón.
Mucha langosta y arte urbano
La isla ofrece también otras experiencias igual de interesantes. Por ejemplo: disfrutar de sus delicias gastronómicas. Durante décadas, los pescadores locales se ganaron la vida capturando langostas y aquí las hay en tal cantidad que son el ingrediente principal en un buen número de platos. ¡Incluso en la pizza!
No se sabe muy bien quién fue el primer restaurante en ofrecer esta “especialidad” –son varios los que se disputan el honor–, pero hoy se puede encontrar pizza con langosta en buena parte de las cartas de los establecimientos locales. Para quienes consideren la mezcla un sacrilegio a la altura de la pizza con piña, pueden probar la sabrosa langosta en versiones más tradicionales (a la plancha o a la parrilla), o incluso en tacos acompañados con aguacate. Tampoco faltan pescados frescos, pulpo a la brasa y los omnipresentes burritos y tacos al pastor.
Las calles de Holbox también ofrecen la oportunidad de disfrutar de un auténtico museo al aire libre. En 2014 se celebró aquí la primera edición del Festival Internacional de Arte Público (IPAF), que atrajo a artistas urbanos de todo el mundo y dejó un rastro de murales llenos de color. La iniciativa tuvo tanto éxito que hoy en día no hay calle de la isla que no tenga varias casas decoradas con estas vivas y a menudo reivindicativas manifestaciones de arte urbano. Algunos de los murales más grandes y espectaculares se encuentran en la zona de la Plaza Central y las canchas deportivas, aunque basta dar un paseo para descubrir estos vistosos grafitis en cualquier rincón.
Antes de decir adiós al paraíso, queda un último trámite por cumplir: no hay mejor manera de despedirse de Holbox que con un brindis al sol, en este caso literal. La zona occidental de la isla, y en especial la playa de Punta Cocos, tiene fama de ofrecer una de las puestas de sol más hermosas de todo México. Así que pida una margarita, una michelada o un buen tequila y disfrute del espectáculo del astro rey sumergiéndose en las aguas del golfo.
GUÍA DE VIAJE
La mejor forma de descubrir las maravillas de Holbox es a través de un viaje a la Riviera Maya, como los que ofrecen touroperadores como Soltour, con vuelos directos a Cancún desde varios aeropuertos españoles. Si la idea es pasar varios días en la isla, lo ideal es reservar en un hotel boutique como Naj Casa Holbox, un cinco estrellas con habitaciones desde 120€ la noche. Otra opción es hacer una visita de un día para descubrir la isla, disfrutar de sus playas y practicar algún deporte acuático como snorkel, kitesurf o paddle surf. Hoteles como The Fives Oceanfront, en Puerto Morelos, ofrecen excursiones de un día a la isla a sus clientes.
En cuanto a la gastronomía, el restaurante Viva Zapata (Calle Damero) tiene una carta en la que destacan pescados y mariscos frescos, en la que no falta la sabrosa langosta, por ejemplo a la parrilla, y los amantes de los tacos tienen que hacer una visita obligada a Barba Negra y probar sus tacos de pescado al Tinkin-Xic.
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