En el año 2000 el lince ibérico parecía que estaba a punto de desaparecer. Hoy, menos de un cuarto de siglo después, la especie supera los 2.000 ejemplares. Pero aunque ha dejado de estar en «peligro crítico de extinción», todavía enfrenta serias amenazas, como los atropellos en carretera, que ponen en jaque su supervivencia a largo plazo.
En los albores del nuevo milenio el lince ibérico (Lynx pardinus), gran gato mediterráneo, parecía tener los días contados. Biólogos, genetistas, naturalistas y aficionados veían como las cifras de ejemplares adultos reproductivos disminuían de manera drástica y con ello se comprometía la supervivencia de un animal emblemático de la fauna ibérica.
Ahora, veinticuatro años después, la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) re-etiqueta al gato clavo en un estadio de “viabilidad” un poco más favorable, dejando de estar en la categoría CR (En peligro crítico de extinción) para pasar a ostentar la –también preocupante– etiqueta de VU (vulnerable).
En la actualidad, se estima que hay en torno a 650 linces adultos reproductores en todo el territorio, distribuidos en dos grandes núcleos (Doñana y Sierra Morena oriental) y otros más dispersos en regiones como Extremadura o Castilla-La Mancha. El número total de individuos se calcula en torno a los 2.000.
Lamentablemente, y de manera creciente, cada pocos días salta la noticia de que un ejemplar, o varios, como ha ocurrido durante este otoño, han muerto atropellados en la carretera.
El lince ibérico, o gato clavo, como se le conoce en Sierra Morena, es un felino de modesto tamaño, hiperespecializado en la caza y el consumo del conejo de monte, del cual depende hasta el 90% de su dieta. Los estragos causados por la mixtomatosis, la pérdida de hábitat, la fragmentación del territorio histórico de estos animales y la presión antrópica creciente en las últimas décadas, pusieron en un brete la supervivencia óptima de este lagomorfo tan asociado a la identidad cultural de este extremo occidental de Europa.
Con sus característicos pinceles en las orejas, sus barbas pobladas y su mirada de un color miel encendida, el lince ibérico ha sido considerado casi un fantasma durante toda su existencia, y es que como buen felino, posee un sigiloso caminar y una agilidad sorprendente para evadir obstáculos (incluso cargando presas superiores a él en tamaño y peso).
Durante los últimos años, se vienen proyectando una serie de ayudas, muchas de las cuales nacen de la misma Unión Europea, para luchar y favorecer su supervivencia. Destinando innumerables esfuerzos económicos y tecnológicos para espolear la cría en cautividad y la mejora genética a través del cruce de ejemplares de los dos grandes reductos poblacionales.
Parece que estos esfuerzos por recuperar la especie y hacerla viable genéticamente, entre los que desataca el proyecto LIFE+IBERLINCE, han dado sus frutos, ya que en apenas un cuarto de siglo se ha pasado de unos 80 linces a más de dos millares.
Sin embargo los desafíos que enfrenta la especie crecen paralelamente al aumento de su número de ejemplares. Los territorios de estos animales suelen abarcar varias hectáreas y eso significa que han de cruzan carreteras y otros tipos de vías, lo cual es una amenaza constante. La señalética en vías de tráfico rodado es aún pobre y su carácter disuasorio y de apercibimiento paupérrimo.
En la autovía A-5, a la altura del desvío hacia el Parque Nacional de Monfragüe se encuentran algunos paneles luminosos que se encienden cuando un ejemplar radiomarcado se acerca demasiado a la zona de cruce de la autovía, en cuyos paneles se podrá leer “Lince en carretera”. Pero recordemos que es una vía oscura cuya velocidad máxima permitida es 120km/h y que en sentido suroeste acusa una pronunciada pendiente.
En esta vorágine por la adaptación a marchas forzadas de las especies a nuestra invasión omnipresente también destacan otras iniciativas, acciones y alternativas de pensamiento que buscan conseguir un equilibrio óptimo de convivencia entre especies. Entre estas destacan las concernientes a la regeneración de ecosistemas, la translocación de individuos y otras actividades científicas.

El turismo también se está posicionando en esta cara “sostenible” de la moneda. A pesar de que la presión humana que se ejerce sobre la naturaleza puede ser mas contraproducente que beneficiosa si no se realiza de manera controlada, cada vez son más las opciones respetuosas para acercarse a la realidad de estos felinos y entre todas, los talleres fotográficos en aguardo son una creciente opción.
Mientras, estos felinos parecen reproducirse con éxito y campear por zonas de Toledo, Jaén, Huelva y otras comunidades autonómas como Extremadura, a pesar de los ejemplares que perecen en los arcenes. El tiempo dirá si el gato moteado es capaz de reconquistar sus históricos dominios y sobrevivir al mordisco que los seres humanos le hemos dado a nuestro entorno… desde aquí solo cabe esperar que así sea.
¿Quieres vivir la experiencia de poder ver de cerca al gran fantasma del bosque mediterráneo recuerda que aún quedan plazas libres en el taller que imparto a finales de año (20, 21 y 22 de diciembre) en Sierra Morena, y en la que habrá hasta cinco sesiones de espera al lince, en un entorno idílico para que puedas no solo verlo, sino fotografiarlo en total libertad. Regimen de alojamiento, desayuno y cena en cortijo. Posibilidad de probar equipos OM System y revisión de imágenes de los participantes. Precio: 495 € por persona. Contacto: pyctusmedia@gmail.com
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