Puede que no sean tan conocidos como otros parajes emblemáticos del país, como el desierto de Atacama o el Parque Nacional Torres del Paine, pero las regiones de O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío, en la llamada Macrozona Centro Sur, esconden verdaderos tesoros naturales que desafían la imaginación y cautivan al más experimentado viajero.
En el corazón de esta región, el valle de Colchagua emerge como un santuario geográfico de proporciones épicas. Aquí se encuentra el glaciar Universidad, el mayor de la zona central, un coloso de hielo que se yergue majestuosamente rodeado de imponentes picos como El Brujo, que se eleva hasta los 4.690 metros de altitud, y el estratovolcán activo El Palomo, guardián silencioso de un paisaje primigenio. Este territorio salvaje es el dominio exclusivo de los huanacos y los pumas de montaña, criaturas que han forjado su existencia en la dureza de estos parajes agrestes.
La experiencia en este lugar trasciende la simple observación. Los aventureros pueden sumergirse en una experiencia casi mística: dormir bajo un manto estelar que parece cubrir la tierra con un velo de luz plateada, o adentrarse en las entrañas de una cueva de hielo, reescribiendo los límites de la exploración. El lugar guarda además una historia extraordinaria, siendo el escenario donde dos supervivientes del célebre accidente aéreo inmortalizado en la película La sociedad de la nieve encontraron su última esperanza de supervivencia.
La región de Ñuble ofrece un contraste radical, cediendo el protagonismo a las bravas aguas del Pacífico. Sus costas son un paraíso para los surfistas, con playas como Buchupureo y Cobquecura, donde las olas se estrellan contra acantilados rocosos en un baile eterno entre tierra y mar. Cerca de la costa, el islote Lobería se yergue como un santuario viviente, refugio de más de 3.000 lobos marinos que pueblan sus rocas, mientras que la cercana Iglesia de Piedra completa este conjunto geográfico declarado Santuario de la Naturaleza por su extraordinaria biodiversidad.
Más al sudeste, la región de Biobío despliega su propia sinfonía geológica. Los volcanes Antuco —aún activo— y Sierra Velluda se elevan en el Parque Nacional Laguna del Laja, creando un paisaje que desafía la imaginación. En los valles y cañadas de esta región, se preserva un modo de vida casi mítico: el de los arrieros, auténticos héroes del mundo rural chileno, guardianes de una tradición que conecta íntimamente al ser humano con la naturaleza.
Cada rincón de esta Macrozona Centro Sur es una invitación a la aventura, un recordatorio de la belleza salvaje que aún existe en los lugares menos explorados de Chile. Son territorios que desafían al viajero no solo a observar, sino a experimentar, a conectarse con un paisaje que ha permanecido casi intacto durante miles de años.