Sudáfrica es sinónimo de grandes parajes naturales y vida salvaje. Adentrarse en una de sus reservas naturales supone una auténtica aventura que nos convierte en protagonistas de un espectáculo único.
«Pase lo que pase, no corráis». Con esa advertencia, nada tranquilizadora, comienza nuestro bush walk (safari a pie) por la reserva natural. La frase la pronuncia Ernie, el ranger que esta mañana va a guiarnos en nuestra incursión por la sabana. Antes de ponernos en marcha, Ernie continúa con las indicaciones de seguridad: debemos caminar en fila, en silencio y comunicarnos únicamente con señas. Por último, nos muestra cómo manejar el rifle, en caso de que a él le suceda algo: «Tranquilos, en catorce años nunca he tenido que usarlo», aclara al ver nuestras caras de preocupación.
Estamos en Madikwe, una reserva natural (la quinta más grande de Sudáfrica), cerca de la frontera con Botsuana. Llevamos varios días recorriéndola, siempre embargados por una indescriptible sensación de maravilla, contemplando y fotografiando algunas de las 66 especies de grandes mamíferos y las más de 300 especies de aves que habitan aquí. Al igual que en el célebre Parque Kruger, en Madikwe también se pueden avistar los Big Five o “Cinco Grandes”: león, elefante, búfalo, rinoceronte y leopardo, llamados así por ser los animales más peligrosos para el ser humano.
En los días que llevamos aquí hemos podido explorar otros rincones de la provincia. Desde las alturas, gracias a los funiculares de Hartbeespoort, hemos disfrutado de paisajes espectaculares; también hemos recorrido parte de la región a caballo y experimentamos la adrenalina de saltar en tirolina en la Reserva de la Biosfera de Magaliesberg, una de las cordilleras más antiguas del planeta. Sin embargo, nada ha resultado tan emocionante como encontrarse cara a cara, a pocos metros, con un león, una manada de elefantes o la elegante estampa de una jirafa.
Aventura durante el crepúsculo
Los game drives (safaris) suelen hacerse al amanecer y al atardecer, cuando los animales están más activos. Los grandes felinos son difíciles de observar –tardamos un par de días en tener nuestro primer encuentro–, pero los game drives son un espectáculo continuo en el que es inevitable no sentirse inmerso en un documental de sir David Attenborough: impalas, jirafas, cebras, elefantes, búfalos, rinocerontes, warthdogs (como el célebre Pumba de El rey león) salen a nuestro encuentro, una y otra vez, durante los recorridos en cuatro por cuatro. Buena parte de ellos se muestran huidizos, como los impalas, pero otros muestran una enorme curiosidad, detienen su marcha y no dudan en cruzar la mirada con los “intrusos” que se aventuran en su hábitat.
Nuestro primer encuentro con leones se produce una tarde, poco antes de la puesta de sol: varias leonas sestean junto a un montículo a la sombra de unas acacias. Aunque adormecidas, de vez en cuando abren los ojos para confirmar que no somos una amenaza. Sin embargo, la verdadera sorpresa llega al día siguiente. Ernie recibe una llamada por radio: un león ha cazado un kudu cerca de nuestra posición. En pocos minutos nos encontramos frente a un majestuoso macho, con su característica melena, que descansa junto a la presa después del festín. Al poco, varios chacales y una gran hiena acuden atraídos por el olor dulzón y penetrante que desprende el cadáver. Hacen varios intentos de aproximarse, pero la presencia del león es demasiado amenazadora. Tendrán que esperar su momento.
A la mañana siguiente, Ernie nos conduce de nuevo hasta allí. Mientras nos aproximamos a los restos del kudu (apenas un esqueleto), nos encontramos con el león. Vuelve de beber agua y cruza a solo unos metros de nuestro vehículo. Mientras tomamos fotos, cruza sus ojos amarillos con nosotros y un hormigueo nos recorre de pies a cabeza: seguramente eso mismo sintió el kudu antes de convertirse en su presa…
Durante nuestro safari a pie por la sabana, resulta inevitable no imaginar qué sucedería si nos encontráramos con ese león u otro depredador similar. Por suerte, Ernie está siempre atento a las huellas, los sonidos y cualquier señal del entorno. De pronto, hace un gesto y señala una dirección: una manada de elefantes se alimenta cerca. Damos un rodeo y nos acercamos hasta unos 50 metros, observando en completo silencio a estos gigantes. El espectáculo es indescriptible. Aquí, en medio de la sabana, rodeado de animales fabulosos, uno comprende la fascinación de los antiguos exploradores ante lo que algunos llamaron, muy acertadamente, «la llamada de lo salvaje».
LUJO Y CONFORT EN PLENA SABANA
La Reserva Natural de Madikwe abarca 750 km². Aunque la mayor parte es “zona salvaje”, existen oasis en los que reponer fuerzas con el mayor confort. Entre ellos destacan el Madikwe Safari Lodge y el exclusivo Royal Madikwe Luxury Safari Lodge, que ofrecen desde habitaciones dobles hasta villas privadas con piscina y vistas impresionantes, permitiendo disfrutar del espectáculo de la fauna desde la comodidad del alojamiento.
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