Del blanco inmaculado al marrón terracota, el armiño reina como maestro del camuflaje en los bosques del norte. Este ágil mustélido, no más grande que una ardilla, ha cautivado durante siglos tanto a naturalistas como a reyes: su pelaje mágico, que muta con el paso de las estaciones, lo convirtió en símbolo de pureza en los mantos reales europeos y en protagonista de obras maestras del Renacimiento.
El armiño (Mustela erminea) es un pequeño mamífero carnívoro que fascina por su belleza y su astucia como depredador. Su pelaje, que cambia con las estaciones, y su presencia en la historia y el arte lo convierten en un animal verdaderamente único. Desde los fríos paisajes del hemisferio norte hasta las cortes reales de Europa, el armiño ha dejado una huella imborrable.
Biología del armiño: adaptación y supervivencia
Con un cuerpo que mide entre 20 y 35 cm, una cola de 5 a 10 cm y un peso de 100 a 300 gramos, el armiño destaca no solo por su tamaño compacto, sino también por su transformación estacional: en invierno, su pelaje marrón superior y blanco inferior se torna completamente blanco, salvo por la punta negra de la cola. Este camuflaje invernal no solo le permite acechar a sus presas, sino también escapar de depredadores en un entorno cubierto de nieve. Una elegante estrategia que combina supervivencia con estética.
Un depredador solitario y eficiente
Territorial y activo, el armiño es conocido por su carácter solitario, salvo durante el celo. Pese a su pequeño tamaño, es un cazador tenaz, capaz de enfrentarse a presas más grandes que él gracias a su agilidad y destreza. Su dieta carnívora se basa mayoritariamente en roedores, a los que embosca con rapidez y precisión. Sorprende su capacidad para acumular reservas de alimentos, una estrategia clave para sobrevivir en las épocas más duras.
Una de sus habilidades más impresionantes es su flexibilidad. Este animal puede deslizarse por grietas y madrigueras inaccesibles para otros depredadores, explotando un nicho exclusivo en su hábitat. Aunque es eminentemente diurno, también caza de noche, aprovechando la oscuridad para minimizar los riesgos.
El armiño en la península ibérica
En la península ibérica, su presencia está restringida a las montañas del norte, en regiones como los Pirineos, Castilla y León, Galicia y Asturias. Allí comparte territorio con la comadreja (Mustela nivalis), con la que compite por espacio y recursos. En Asturias, es conocido como mustadiella, un nombre que refleja la profunda conexión cultural con la especie.
El armiño: símbolo de nobleza y pureza
El armiño también ha dejado su huella en la historia y el arte. En la Europa medieval, su pelaje era considerado un símbolo de estatus y prestigio. Debido a la belleza y la suavidad de su piel, y a la dificultad de capturar a estos animales, su piel era utilizada en la confección de mantos, capas y vestimentas reales.
Estas prendas requerían capturar a decenas de ejemplares durante el invierno, cuando su pelaje alcanzaba el blanco más puro, lo que acentuaba la idea de lujo y distinción.
Así, durante la Edad Media y el Renacimiento, los monarcas y la alta nobleza vestían ropa adornada con pieles de este hermoso animal, que se asociaba con la riqueza, el poder y la pureza.
Este uso alcanzó su apogeo en el siglo XV, especialmente en Inglaterra y Francia. En heráldica, el armiño sigue representando virtud y poder.
La Dama del armiño: una obra maestra de Da Vinci
La representación más famosa del armiño en el arte es, sin duda, La dama del armiño de Leonardo da Vinci. Esta obra maestra captura la elegancia y el simbolismo del animal, destacando su conexión con la humanidad y su significado como emblema de resistencia y belleza. La pintura no solo retrata a Cecilia Gallerani, sino que también se cree que el armiño alude a Ludovico Sforza, Duque de Milán, quien tenía al armiño como emblema, pues a veces se referían a él como Ermellino (armiño, en italiano), ya que en 1488 le fue concedida la Orden del Armiño.