En un mundo saturado de discursos, a veces el silencio es el mejor narrador. Así lo entendieron Ron Fricke y Mark Magidson, creadores de dos obras maestras del cine documental: Baraka (1992) y Samsara (2011). Sin diálogos, sin guion, sin mapas, estos films son pasaportes a un viaje sensorial que atraviesa continentes, rituales y contradicciones humanas. Para quienes hacemos Wanderer –almas curiosas que ven en la fotografía un lenguaje universal y en los viajes una forma de redención–, estas películas no son solo films: constituyen un auténtico peregrinaje.
El ojo como ventana y espejo
Imaginemos por un momento que la Tierra tiene pupilas. ¿Qué vería? Quizá algo parecido a las secuencias de Baraka y Samsara, donde la cámara de Fricke –un trotamundos “armado” con una cámara con película de 70mm– se convierte en testigo de lo sublime y lo inquietante.
En Baraka –una palabra sufí en árabe, البركة, que suele entenderse como una forma de bendición o gracia divina, y que en algunos usos se ha convertido en sinónimo de suerte providencial, el viaje comienza en las montañas nevadas de Japón, con un macaco bañándose en las aguas termales de Jigokudani y termina con un espectacular time-lapse que nos muestra un firmamento infinito plagado de estrellas.
Entre medias, el film teje un tapete de imágenes fabulosas: el interior del templo Ryōan-ji en Kyoto, derviches giróvagos que desafían la gravedad en Estambul, o el sol pintando de oro las torres de Angkor Wat. Es una oda a lo sagrado y a la naturaleza, pero también un recordatorio del lado más oscuro de la humanidad: de la pobreza de las favelas de Brasil y los gigantescos vertederos de la India a los campos de concentración de Polonia o el no menos sobrecogedor Museo del Genocidio de Tuol Sleng, en Camboya.
Saṃsāra: el ciclo eterno de la vida
Samsara (que en sánscrito alude al “ciclo eterno” de nacimiento, vida, muerte y renacimiento) tampoco olvida las miserias del siglo XXI. Aquí, el mismo equipo viaja a 100 lugares de 25 países, y recoge un buen número de estampas inquietantes: fábricas de armas, trabajadoras sexuales en un rincón de Asia, mataderos de animales, trabajadores extrayendo azufre en minas en condiciones durísimas, la prisión de alta seguridad de Cebu (Filipinas)…
Sin embargo, también hay espacio para la imágenes hipnóticas de gran belleza: desde peregrinos formando mareas humanas en La Meca a estampas como la del monte Nemrut (Turquía) y sus colosales cabezas de piedra, hasta multitud de imágenes de cautivadores parajes repartidos por todo el planeta (Antilope Canyon, el Parque Nacional Yosemite, Bagan (Myanmar) y un largo etcétera.
Fotografía: el viajero inmóvil
Para los amantes de la fotografía, ambos films son obras maestras en el arte de ver. Fricke –discípulo del director Godfrey Reggio en Koyaanisqatsi– usa la tecnología con una finalidad casi mística:
Time-lapses que convierten horas en segundos (nubes deslizándose sobre el desierto de Atacama); planos que hipnotizan: en Samsara, el objetivo captura la vida del pueblo Mursi, en el Valle del Omo (Etiopía), mientras en Baraka, la cámara se adentra en las estancias vacías y las entrañas descarnadas del campo de la muerte nazi de Auschwitz; rostros: primerísimos planos de un niño tribal con ojos de ámbar, monjes con arrugas como mapas, trabajadores anónimos en líneas de ensamblaje. Cada cara es un territorio por descubrir.
No es casual que muchos críticos hayan catalogado ambos films entre «las películas más hermosas jamás filmadas». Cada fotograma es una postal viviente, un instante robado al tiempo.
Para el viajero que llevamos dentro
Ver Baraka y Samsara es emprender un viaje sin equipaje. No hay guías turísticos, ni itinerarios, ni recomendaciones de Tripadvisor. En su lugar, hay preguntas: ¿Qué nos une a un monje en Nepal, a un soldado en Kuwait, a una máquina en Shenzhen? ¿Cómo se equilibra la veneración a lo antiguo con la sed de futuro?
Estas dos películas son mucho más que cine: son espejos que reflejan la paradoja de viajar y de descubrir las sorpresas y paradojas del planeta. Por un lado, el anhelo de capturar lo efímero (una puesta de sol, un rostro); por otro, la certeza de que, como el saṃsāra budista, el mundo seguirá girando cuando nos marchemos.
¿Dónde verlas?
Actualmente, en España ningún servicio de streaming ofrece la opción de disfrutar de estas dos películas en su catálogo. Sin embargo, es posible adquirir el BluRay de las películas en tiendas on line como Amazon:
En ambos casos se trata de la edición alemana, pero al tratarse de películas sin diálogos, no hay ningún inconveniente.
Recomendación: disfrútalas en la pantalla más grande que puedas, y con sonido envolvente o usando auriculares. Deja que las imágenes te invadan y disfruta la experiencia.