Viajar va más allá de descubrir paisajes impresionantes en el momento perfecto. Es una forma de conectar con el mundo y, a veces, de cruzarse con personas capaces de dejar una huella imborrable en nuestra vida. Por eso, Dyrøy Holiday siempre tendrá un lugar especial en mi memoria: allí viví una de esas experiencias inesperadas que demuestran la generosidad de un desconocido.
Atrapados en el Ártico: nuestra cuarentena en Dyrøy
Hay acontecimientos en la historia que quedan grabados para siempre, y a buen seguro, la pandemia del coronavirus fue uno de ellos. Apuesto a que todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo en ese momento cuando se decretó el confinamiento. Mi caso se convirtió en un capítulo inesperado de mi vida, marcado por el encierro en un rincón remoto de Noruega, en plena región ártica.

Un viaje que cambió nuestros planes
Corría marzo de 2020, y viajaba con mi amiga Sarah Gallo. Hemos trabajado muchas veces juntos porque nos complementamos a la perfección. En ocasiones, sin necesidad de palabras, sabemos exactamente qué hacer, como en una ocasión, cuando logramos sortear el caos de una aerolínea que cambió la puerta de embarque sin previo aviso. Pero aquel viaje a Dyrøy, una isla conectada a tierra firme por un solo puente y protegida por la majestuosa isla de Senja, cambiaría nuestros planes por completo.

La cuarentena en un rincón remoto de Noruega
Nada más llegar, Ragnar, nuestro anfitrión en Dyrøy Holiday, nos dio una noticia inesperada: Noruega acababa de decretar el estado de alarma. Todo debía paralizarse, y nosotros, según orden de la autoridad competente –en este caso el alcalde de Dyrøy–, debíamos quedar en cuarentena nada menos que durante 3 semanas.

La incertidumbre se apoderó de nosotros. No solo se esfumaron nuestros planes–como mi deseo de subir por fin a la cumbre del famoso monte Segla, que por hache o por bb, siempre se me resiste–, sino que nos enfrentábamos a la angustia de no saber cuándo podríamos regresar a casa.
La hospitalidad de Ragnar y Ragna: un gesto inolvidable
Pero antes de que pudiéramos pensar en una solución, Ragnardisipó nuestras dudas con una hospitalidad asombrosa. «Os quedáis aquí. No me vais a sacar de pobre y no vais a encontrar otro sitio donde quedaros», nos dijo con su eterna sonrisa en ristre.
Nos ofreció su mejor cabaña, con todas las comodidades: habitaciones amplias, cocina equipada, internet de alta velocidad, chimenea y un enorme televisor. Un lujo inesperado en un lugar tan remoto.

La generosidad en tiempos de crisis
Ragnar y su esposa Ragna (sí, solo una letra los diferencia) nos trataron como si fuéramos de la familia. Ragnar, siempre acompañado de su perro Oscar, irradiaba la satisfacción de alguien que se ha labrado su propio destino. Gracias a ellos, aquella cuarentena forzada se convirtió en una lección sobre la verdadera hospitalidad noruega.
Auroras boreales: un espectáculo en medio del confinamiento
Las noches en Dyrøy transcurrían entre la espera de una aurora boreal que parecía resistirse a ser avistada y la incertidumbre de cuándo podríamos volver a casa. Finalmente, una noche, las luces del norte bailaron en el cielo, ofreciendo un espectáculo único en medio del caos global.

De una cuarentena forzada a protagonistas internacionales
Nuestra historia llegó incluso a ser bastante conocida, a niveles insospechados. Fuimos protagonistas en todos los medios locales y llegamos a ser entrevistados por The New York Times. Como no podía ser de otra forma, nuestro encierro en una isla ártica nos convirtió en los protagonistas de una historia surrealista.
Todo cambió de repente. Pasados diez días de nuestro confinamiento, recibí un aviso de la embajada española: debía obviar el confinamiento y regresar a casa lo antes posible ante el rumor de que el espacio aéreo español iba a ser cerrado indefinidamente. Conseguir un vuelo de regreso fue una odisea de cancelaciones y cambios de última hora, pero finalmente logramos salir. Tras conseguir llegar a Oslo, Sarah voló a Nueva York, vía Amsterdam; yo a Madrid con escala en París.
Un rincón mágico en Noruega
La última noche en Dyrøy, Ragna y Ragnar nos despidieron con una cena junto a sus familiares más cercanos. A pesar de todo, mantuvimos la distancia, con el temor de ser portadores del virus. Nos prometimos regresar algún día, cuando el mundo estuviera en calma.

Pocas veces en la vida se encuentra gente como Ragna y Ragnar, personas que ayudan sin esperar nada a cambio. Su generosidad dejó una marca imborrable en mí.
En cualquier caso, si buscas un lugar para ver la aurora boreal en Noruega, disfrutar del sol de medianoche o simplemente vivir una experiencia auténtica, Dyrøy Holiday es un destino imprescindible. Y para mí, más allá de ser el alojamiento perfecto, supuso un refugio donde la humanidad brilló en los momentos más oscuros.
información práctica Para viajar a Dyrøy
Dónde alojarse: Dyrøy Holiday
Actividades recomendadas:
- Observación de auroras boreales
- Senderismo en el Ártico
- Jacuzzi al aire libre con vistas espectaculares
Mejor época para visitar:
- Auroras boreales: noviembre – marzo
- Sol de medianoche: mayo – julio