En el vibrante contexto del carnaval, donde los disfraces y la exuberancia de los colores llenan las calles, el Tepozcalcarau conocido como el ave sol o «pájaro de ojos dorados», se presenta como una metáfora viva de los deslumbrantes desfiles.
Esta especie (Eurypyga helias), originaria de los bosques tropicales de Brasil y otras zonas de Sudámerica, es un espectáculo natural de colores brillantes y exquisitos diseños en su plumaje, lo que la convierte en el centro de atención tanto en su hábitat como en cualquier discusión sobre el uso de las plumas en el contexto de las culturas y festividades.

En el carnaval, los disfraces están llenos de adornos que se emplean para impresionar a la audiencia y destacar en medio de un mar de colores. Las plumas, tanto en los disfraces de los participantes como en los tocados de las personas, buscan captar la atención de manera similar a cómo lo hace el ave con las mismas en su entorno natural.
Estas se convierten en un símbolo de riqueza, poder y belleza, al igual que el plumaje de esta especie que, en su caso, también tiene un propósito relacionado con la reproducción y la defensa de su territorio.

Plumaje ambivalente
A pesar de lo que pueda parecer, las plumas no cumplen solamente con la función de llamar la atención y/o atraer hembras a través de su exhibición; sino que se emplean para otras muchas misiones casi tan importantes o incluso más que la reproducción. El concepto de «cripsis» o «mimetismo» es fundamental para comprender la manera en que el tepozcalcarau interactúa con su entorno.
Aunque el ave despliega un plumaje impresionante para atraer a posibles parejas, también utiliza sus colores para camuflarse, especialmente cuando se encuentra en peligro.
Este equilibrio entre exhibición y ocultación es crucial para su supervivencia en un mundo lleno de depredadores. Este concepto de ocultación a través de las plumas se conecta con la idea del disfraz en el carnaval, con la que los participantes buscan una forma de «esconder» su identidad cotidiana y asumir un nuevo rol dentro del contexto festivo, de manera similar a los ocelos de color naranja que presenta en sus alas desplegadas esta singular especie, cuya cola en forma de abanico se erige como un símbolo de su belleza y poder.
Un ejemplo célebre a nivel histórico del uso del plumaje de las aves como símbolo de poder y estatus es el penacho de Moctezuma. Muestra visible del prestigio y autoridad.

En el contexto del carnaval, los disfraces con plumas no solo buscan emular esta majestuosidad, sino también rendir homenaje a tradiciones culturales que vinculan las plumas con lo divino y lo ceremonial. En ambos casos, las plumas son mucho más que adornos; son emblemas de identidad y expresión cultural, conectando a la naturaleza con la tradición humana.