Tiene la oferta de quesos más grande del mundo. Han sabido conservar e incluso recuperar muchos platos tradicionales de la cocina francesa. Cada año recibe a 400.000 comensales: el español es el segundo mercado.
Nadie diría que, en ese edificio anodino en las afueras de Narbona, ciudad del sur de Francia, está el buffet más grande del mundo. Las instalaciones, municipales, acogen entre otros la piscina pública, por eso sorprende ver, en uno de los anexos, una cola de personas prácticamente todos los días. Lógicamente no están esperando para nadar, sino para acceder a la joya gastronómica del sur de Francia, Les Grands Buffets.
Está inscrito en el Libro Guinness de los Récords por tener la mayor colección de quesos del mundo (algunos de ellos españoles). O sea, si eres amante del queso te aseguramos que en dicha sección acabarás casi mareado y no sabrás cuál elegir. Pero no solo de quesos vive el hombre: si eres forofo del marisco, también enloquecerás con su fuente de crustáceos; si lo tuyo sin embargo es la charcutería y el embutido, tampoco te quedarás con hambre.
O si eres amante del foie-gras, de los guisos… Y qué decir de los postres: curiosamente están estratégicamente situados al lado del pasillo de acceso, quizás para recordarnos que, aunque estás entrando en una especie de bacanal de comida, tienes que dejar siempre siempre un huequito para el postre.

Oda a los platos tradicionales
Les Grands Buffets es una oda a la buena gastronomía, a los platos clásicos franceses, los de toda la vida (pueden encontrarse platos que ya no se cocinan en los establecimientos de restauración e incluso han recuperado algunos como el pato a la sangre, le canard au sang, que de no ofrecerse aquí, habría acabado extinto…). La cocina de siempre hecha con mimo y con excelente materia prima (toda de proximidad) pero no servida en un rincón cualquiera: los salones de este local son un escenario palaciego en el que uno se siente como si estuviera en un banquete del Versalles de Luis XIV.
Lujo, decoración barroca, detalles cuidados hasta el detalle más mínimo: tanto es así que cuentan con una terraza que solo abren cuando las rosas han florecido, nunca antes… No solo hay flores en el exterior: dentro, ramos y plantas por doquier de las que se ocupa un jardinero que está en plantilla.

El decorado de este local, el más grande de Francia en términos de facturación, es, nos atrevemos a decir, versallesco: columnas corintias recubiertas en pan de oro, la cubertería de plata, hermosos lustros, los textiles de fino hilo, carros de plata en los que servir la carne y obras de arte por doquier, incluso las hay… ¡en la cocina! No es de extrañar, con estas señas de identidad tanto a nivel gastronómico como a nivel diseño que cada año acoja a casi 400.000 clientes, 50.000 de ellos españoles.

No es fácil conseguir mesa
No es fácil conseguir mesa (se puede comer y cenar habiendo distintos turnos, pero aun así hay que esperar varios meses para conseguir disfrutar de la experiencia). En todo caso, si eres de los afortunados/as que vas a ir a Les Grands Buffets, ahí van unos consejos:
- Antes de atacar los platos, da una vuelta de reconocimiento sin plato en la mano. Así podrás ver todo lo que se ofrece e irás seleccionado.
- Hay prescindibles: desde mi punto de vista puedes obviar la parte de charcutería y embutidos, por ejemplo.
- Ojo con los quesos: es fácil volverse loco/a allí y acabar sin probar nada más o peor, con una indigestión.
- Y un último consejo: haz una pausa. Echa mano de una tradición francesa llamada le trou Normand (literal, el agujero normando). Lo encontrarás en la preciosa heladería Le Palais des Glaces, y se trata de un alcohol Calvados acompañado de una bolita de helado. Normalmente se aconseja de manzana, fruto con el que se elabora dicho alcohol, pero tienen otros muchos sabores. Es un chupito y en Francia se toma mucho en los grandes banquetes precisamente para ayudar a digerir la comida. Te ayudará a seguir probando otras cosas.
