Recorrer los pasillos de la Brussels Art Fair es estar constantemente sorprendido: Picasso, Barceló, Magritte, Chagall, tapices, antigüedades, esculturas, platería portuguesa… Diferentes estilos, técnicas y épocas con un único denominador común: la belleza.
Bruselas nos recibe con un tímido rayo de sol para, más pronto que tarde, volver a su climatología habitual en enero: la lluvia sin tregua que nos acompañará durante los dos días que asistimos a BRAFA, la Brussels Art Fair, algo así como una muestra de la historia de la belleza a lo largo de toda la humanidad.
Porque el Museo del Prado acoge belleza, igual que el Louvre, la Tate Gallery, el MoMA… las pinacotecas son esos lugares donde conservamos lo bello, pero Brafa es diferente, en dos pabellones se aglutinan distintas disciplinas, materiales, tendencias artísticas, épocas, autores…
No exageramos: puedes entrar en esta feria, una de las más antiguas de Europa, y encontrarte con obra de Picasso, de Barceló, Magritte, Chagall o una escultura de Botero. Unos pasos más allá descubrirás una galería especializada en mobiliario de los años 50. A pocos metros, capiteles romanos, arte sacro, tiras cómicas, esculturas, platería portuguesa, arte moderno y contemporáneo…
En la esquina, arqueología y más allá, el stand de la Stone Gallery que exhibe con orgullo la pierna delantera de un mamut lanudo de más de dos metros de altura. Fue encontrada en el Mar del Norte. También hay un fósil de un ictiosaurio de Holzmaden que lleva dos embriones y data de hace 180 millones de años: cotiza a 1.200.000 euros. Es la única galería que exhibe sus tesoros incluyendo el precio. Las demás no lo hacen así, como si hablar de dinero fuese algo prosaico, mal visto, de mal gusto.. Y el mal gusto, señores y señoras, aquí no tiene cabida.
Un enorme gabinete de curiosidades
Dice Klaas Muller, presidente de BRAFA, que la idea de mezclar diferentes estilos y épocas no es nueva: «Se remonta al concepto de «gabinetes de curiosidades», o pensemos en el famoso pintor Peter Paul Rubens, que coleccionaba de todo, desde bustos y momias romanas hasta esculturas renacentistas y obras de sus contemporáneos. El objetivo es crear un entorno en el que los visitantes se inspiren en obras que quizá no hayan notado inicialmente e invitarles a explorar diversas direcciones artísticas», comenta.
Y ese entorno es BRAFA, que este año celebra su 70 edición: lo que empezó siendo una pequeña feria local de antigüedades entre comerciantes belgas ha ido creciendo y en esta edición participan 130 galerías, tres de ellas españolas, de 16 países. Un total de 16 nuevas galerías se han incorporado este año. ¿Cómo se eligen?
«Cada año, la junta directiva analiza cuidadosamente las solicitudes. El factor más importante es la calidad de la oferta de la galería, asegurándose de que cumpla con los altos estándares de la feria. También se tienen en cuenta otros elementos como por ejemplo, si la especialidad ya está representada en nuestra feria o si aportan algo único, como representar un nuevo país o una forma de arte que no se ha mostrado antes», explica Muller.
Antes la feria se celebraba en otro emplazamiento: ahora tiene lugar en el Centro de Exposiciones de la ciudad. Sus edificios, que nos recuerdan a Berlín y su puerta de Brandenburgo, una arquitectura severa a la vez que bella, están justo enfrente del Atomium. En este primer día de feria, jornada abierta a prensa y profesionales, cada galería ha colocado una mesa exquisitamente decorada en los pasillos: sus clientes y amigos podrán ir a cenar esa noche en un ambiente único y de lo más chic. No se nos ocurre mejor entorno para una cena de lujo que rodeados de arte y belleza a raudales.
Jordi Pascual, representante de la galería que lleva su nombre y una de las tres españolas presentes en este evento, nos confesará al día siguiente que acabaron tarde, sobre la medianoche. También cuenta que algunos días tienen nocturnas (es decir, la feria cierra sus puertas a las 22 horas) y que, aunque se hace algo pesado, merece mucho la pena.
Joana Vasconcelos, artista invitada
Es un placer pasear por los pasillos de Brafa en estas dos jornadas en las que apenas hay público ni bullicio: hay tiempo de curiosear, hablar con los galeristas, fijarte en los detalles como esa copa de vino vacía que alguien de dudoso gusto ha dejado encima del capitel de una columna. O quizás se trate de una performance, al estilo de la que realizó el escritor Enrique Vila-Matas cuando asistió a la feria Kassel, experiencia que relató con mucho humor en Kassel no invita a la lógica.
El paseo solo se ve interrumpido por los numerosos camareros que pasan, todo amabilidad, ofreciendo canapés, macarons, brownies, copas de vino y de champagne: Taittinger, para más señas. Pedro, un asturiano que en su día estudió Ingeniería Naval y que lleva años en Bélgica, nos dice que no sabe cuántas cenas sirvieron la noche anterior: «En mi área de trabajo éramos entre 30 y 40 personas sirviendo las mesas, pero hay muchas más», asevera.
Nos cruzamos con periodistas italianos relatando la grandiosidad de las instalaciones de Joana Vasconcelos, artista portuguesa que este año es la invitada de honor de la feria. La primera mujer en serlo en 70 años, la paridad en el mundo del arte también se toma su tiempo… Vasconcelos, conocida por sus monumentales esculturas e instalaciones inmersivas, explora en sus obras temáticas como el estatus de la mujer, la sociedad de consumo y la identidad colectiva. Además, muestra con orgullo los saberes ancestrales de su tierra, como el crochet, que adorna alguna de sus piezas. En febrero podremos ver sus obras en Madrid en el Palacio de Liria.
En otro rincón, una influencer con vestido negro corto se sube a un banco y hace lo que quiera que hagan los influencers mientras su sufrido cámara lo graba. Apenas prestamos atención porque hemos llegado al stand de la galería Marc Maison que sin duda atraerá a los amantes de la Egiptomanía, pues presenta una enorme cama diseñada por el carpintero del siglo XIX Louis Malard que fue presentada en su día en la Exposición Mundial de 1889. Una cama digna de faraones que no deja indiferente a nadie y que sería toda una sorpresa en una cita Tinder, sin duda.
Lo fabuloso de esta maravillosa feria es que dejas atrás la cama egipcia y te das de frente con una tira de cómic de la versión original de 1932 de Tintín en América, la primera aventura del reportero belga publicada por Casterman. Pero si el cómic no es lo tuyo y te van más las joyas podrás deleitarte, por ejemplo, en el stand de Cabinet of Curiosities-Honourable Silver Objects con un broche de 18 quilates de oro y diamantes, circa 2000, de la Maison Hemmerle, casa fundada en Múnich en 1893 y que es conocida por sus creaciones únicas.
En este maravilloso zoco del lujo todo marida a la perfección, lo mismo da que sean cómics que exquisitos gabinetes florentinos de ébano y mármol o tapices holandeses… Da igual, nada desentona porque todo comparte un denominador común: la belleza. Hay tanta belleza aquí reunida que los setos que adornan los pasillos son naturales e incluso hay flores frescas en los baños.
Por cierto, la obra más cara de esta edición es de un autor español: el cuadro El pintor y su modelo, de Picasso. Precio: 4,2 millones de euros. Valor de tenerlo en tu salón: incalculable.