Con la reciente muerte del papa Francisco, la atención del mundo vuelve a fijarse en el Vaticano. Mientras se prepara un nuevo cónclave para elegir a su sucesor, conviene recordar que la historia de estas reuniones sagradas está salpicada de intrigas, anécdotas sorprendentes y decisiones que marcaron el rumbo de la Iglesia católica durante siglos.
Jorge Mario Bergoglio, conocido como el papa Francisco, falleció a los 88 años tras doce años de pontificado que no dejaron indiferente a nadie. Su elección en 2013 fue histórica por muchas razones: fue el primer papa americano, el primero jesuita y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en homenaje al santo de Asís y su mensaje de sencillez y cercanía a los pobres. Además, su papado arrancó tras la renuncia de Benedicto XVI, en un contexto de crisis interna en la Iglesia, marcada por escándalos financieros y de abusos.

Francisco afrontó el desafío de renovar la Iglesia con un estilo directo, cercano y crítico, especialmente hacia las desigualdades económicas, el cambio climático y la burocracia vaticana. Con gestos simbólicos y encíclicas contundentes —como Laudato si’ o Hermanos todos— impulsó reformas sociales, aunque encontró resistencia tanto entre sectores conservadores como entre los progresistas que esperaban cambios más profundos.
Mientras fue aplaudido por su sencillez, también acumuló críticas por las limitaciones de sus reformas estructurales, especialmente en temas como el papel de las mujeres en la Iglesia o los derechos LGTBIQ+. Su célebre «¿Quién soy yo para juzgar?» hacia las personas homosexuales fue muchas veces interpretada como un signo de apertura, aunque matizada posteriormente por sus posiciones doctrinales.

Su pontificado fue también objeto de polémica por su postura ante la ideología de género, que definió como una «colonización ideológica», y por sus contradicciones en la defensa de la libertad de expresión, que oscilaban entre la condena a la violencia y la apelación a los límites cuando se trataba de burlas hacia la religión. En Argentina, su figura fue igualmente ambivalente: acusado por algunos de no haber hecho lo suficiente frente a la dictadura militar, aplaudido por otros por su trabajo en favor de los pobres y enfrentado políticamente con diversos gobiernos, tanto progresistas como conservadores.
Su legado ha sido, sobre todo, abrir caminos: la inclusión de las mujeres en puestos clave del Vaticano, el acercamiento a las personas LGTBIQ+, la lucha decidida contra la pederastia (aunque con desigual seguimiento en distintas partes del mundo) y una apuesta constante por las periferias, desde los migrantes hasta las comunidades alejadas del centro de poder eclesiástico. Su pontificado será recordado como un tiempo de contrastes, de aperturas y de tensiones, en el que dejó en manos de su sucesor la tarea de continuar —o no— la senda que él trazó.

Con su muerte, se activa ahora un ritual milenario: el cónclave, esa ceremonia envuelta en secretismo y tradición que designará al nuevo líder espiritual de los católicos. Un proceso cargado de simbolismo que, a lo largo de los siglos, ha dado lugar a algunas de las páginas más fascinantes —y a veces insólitas— de la historia de la Iglesia.
Así es un cónclave por dentro
El cónclave es el procedimiento secreto mediante el cual los cardenales eligen a un nuevo papa. Su nombre proviene del latín cum clave, «con llave», en referencia al encierro al que se somete a los cardenales durante la elección. Aunque hoy se desarrolla bajo una estricta liturgia y normas definidas, su origen fue bastante más turbulento.
Este año, el cónclave podría comenzar entre el 5 y el 10 de mayo, aunque existe la posibilidad de adelantarlo si todos los cardenales han llegado ya a Roma. Esta disposición, introducida por Benedicto XVI en 2013, permite flexibilizar los tiempos frente a la antigua norma que daba entre 15 y 20 días tras la muerte del pontífice para iniciar la elección.

Será también el cónclave más internacional de la historia, con 135 cardenales electores procedentes de 71 países de los cinco continentes, y solo un 39% de europeos. De ellos, 108 fueron nombrados por el propio Francisco, lo que podría influir en el perfil del nuevo pontífice.
Con semejante composición, se espera que el sucesor de Francisco pueda reflejar esa diversidad, tanto geográfica como ideológica. Algunos analistas apuntan a que podría ser un papa más joven y abierto a continuar las reformas impulsadas por su predecesor, mientras que otros consideran que el colegio cardenalicio podría decantarse por un perfil más moderado, capaz de tender puentes entre las distintas corrientes de la Iglesia. La elección, como tantas veces en el pasado, será un reflejo de las tensiones y aspiraciones que laten en el seno del catolicismo.

Los cardenales se alojan en la residencia de Santa Marta, dentro del Vaticano, desde donde se trasladan cada día a la Capilla Sixtina para las votaciones. El primer día se realiza una sola votación de tanteo y, a partir del segundo día, se celebran cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. La elección requiere una mayoría de dos tercios, es decir, 90 votos, y si tras 30 escrutinios no se alcanza consenso, se limita la votación a los dos candidatos con más apoyos, bastando en ese caso la mayoría absoluta.
La fumata negra o blanca, producida al final de cada tanda de votaciones, sigue siendo el símbolo que anuncia al mundo si ha habido o no elección. Cuando finalmente se elige a un nuevo papa, es el cardenal protodiácono, el francés Dominique Mamberti, quien proclama el tradicional Habemus Papam desde el balcón de la basílica de San Pedro.
Un proceso plagado de anécdotas
Uno de los cónclaves más insólitos de la historia tuvo lugar en Viterbo, en 1268. Tras la muerte de Clemente IV, los cardenales tardaron casi tres años en ponerse de acuerdo, lo que lo convierte en el cónclave más largo de la historia de la Iglesia. Desesperados por la falta de decisión, los magistrados de Viterbo decidieron encerrar a los cardenales en el palacio y reducir sus raciones de comida. Incluso se quitó el tejado del edificio —eso asegura la tradición— para que decidieran más rápido. Finalmente, eligieron a Gregorio X, quien reformó el sistema electoral estableciendo normas más estrictas.
Si el de Viterbo fue el cónclave más largo de la historia, otro episodio, el que elevó al trono de Roma a Julio II en octubre de 1503, pasó a los anales de la Iglesia como el más breve de la historia del pontificado, pues Giuliano della Rovere fue elegido en menos de diez horas tras la muerte de su antecesor, Pío III. De nuevo en el extremo opuesto, para elegir a Gregorio XVI en 1830, los cardenales permanecieron reunidos nada menos que durante 51 días.

Otro cónclave que merece la pena ser reseñado es el celebrado en 1378, pues fue especialmente convulso y dio inicio al llamado Cisma de Occidente. Tras elegir a Urbano VI, un grupo de cardenales, disconformes con su estilo autoritario, se retractó y eligió a un antipapa, Clemente VII, instalando su corte en Aviñón. Durante casi 40 años, dos (y en ocasiones hasta tres) papas rivales se disputaron el liderazgo de la Iglesia.
Otro episodio curioso ocurrió en el cónclave de 1903, cuando el emperador austrohúngaro Francisco José ejerció por última vez el derecho de veto (jus exclusivae) para impedir la elección del cardenal Rampolla, considerado demasiado liberal. Finalmente, fue elegido Pío X, quien abolió esta prerrogativa laica en los cónclaves futuros.
Tampoco falta el misterio. El cónclave que eligió a Juan Pablo I en 1978 duró solo un día. Su repentina muerte 33 días después dio lugar a todo tipo de teorías conspirativas, algunas de las cuales apuntaban a luchas internas por el control del Banco Vaticano.
Ahora, mientras el mundo aguarda el desarrollo de los acontecimientos, vale la pena recordar que la historia de los cónclaves es tan humana como divina, tan política como espiritual. Y que, tras los muros del Vaticano, no todo siempre fue blanco como la fumata que anuncia un nuevo papa.
Papables en el punto de mira
El Cónclave estará compuesto por 135 cardenales electores menores de 80 años, con representación de 93 países, haciendo esta elección una de las más cosmopolitas e inciertas de la historia reciente. Estos son algunos de los nombres que suenan en las quinielas del cónclave:
- Pietro Parolin (Italia), 69 años: Secretario de Estado del Vaticano, cercano a Francisco pero con buena sintonía entre sectores moderados. Voz experimentada en diplomacia internacional. Moderado, busca estabilidad institucional con equilibrio entre tradición y reforma. Perfil más burocrático y reservado, puede no entusiasmar a todos los cardenales.
- Luis Antonio Tagle (Filipinas), 67 años: Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Carismático, pastoral y progresista, con enfoque inclusivo y con gran peso en Asia. Representa la expansión del catolicismo en el continente y supondría una continuidad de las políticas de Francisco y sería el primer Papa asiático. Su juventud y menor experiencia en la Curia podrían ser obstáculos para su designación.
- Matteo Zuppi (Italia), 69 años: Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Vinculado al movimiento Sant’Egidio y promotor del diálogo interreligioso. Cercano a Francisco, con un estilo pastoral y progresista. Defensor del diálogo, la inclusión y causas sociales. Favorece la continuidad con el legado de Bergoglio. Considerado uno de los favoritos del propio Papa fallecido.
- Pierbattista Pizzaballa (Italia), 59 años: Patriarca de Jerusalén, franciscano, excustodio de Tierra Santa. Figura emergente por su labor en Oriente Medio y por el diálogo interreligioso, con perfil diplomático y pastoral. Tiene en contra su edad.
- Peter Turkson (Ghana), 76 años: Prefecto emérito del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Figura destacada en África, cercano a las posturas sociales de Francisco.
- Jean-Marc Aveline (Francia), 70 años: Arzobispo de Marsella, otro papable que se considera uno de los favoritos de Francisco. Sensible a temas migratorios y al diálogo interreligioso, encarna el espíritu bergogliano.
- Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo): Arzobispo de Luxemburgo y relator del Sínodo sobre la sinodalidad. Defensor de reformas en la Iglesia, con amplio respaldo en Europa.
- Christophe Pierre (Francia), 79 años: Nuncio apostólico en EE.UU., diplomático con experiencia en gestión de tensiones internas. Perfil pragmático y geopolítico, aunque con menor experiencia pastoral.
- Robert Sarah (Guinea): Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino. Representa el ala más conservadora, con gran influencia en África.
Una de las grandes preguntas es si se elegirá un Papa europeo o se optará por un representante de otras regiones, especialmente África o Asia, y si se mantendrá la línea progresista de Francisco o se buscará un giro más conservador o moderado.
PARA SABER MÁS:

¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a Esteban VI a desenterrar el cadáver de su antecesor en el trono vaticano, el papa Formoso, y celebrar contra él el juicio más macabro de todos los tiempos? ¿Por qué Juan XII, el joven papa-príncipe, ha pasado a la historia como aquel que celebraba curiosas «ceremonias» en la residencia papal? ¿Qué sucedió tras el enfrentamiento entre los papas Dámaso II y Ursino, en la Roma del siglo IV?
¿Por qué la historia ha definido a Alejandro VI, el valenciano papa Borgia, como el más degenerado, corrupto y criminal de todos? ¿Qué trama se tejió en torno a la muerte de Juan Pablo I? ¿Cuáles son las claves de los escándalos vaticanos que han salpicado los papados de Benedicto XVI y el papa Francisco?
Esta es sólo una ínfima parte del contenido que encierra esta obra, un trabajo polémico con una sólida base histórica, que nos muestra una visión de la parte más humana y pecaminosa de la Iglesia de Roma, una institución con casi dos mil años de historia a sus espaldas y que, pese a su reducido tamaño sobre el mapa, ostenta un poder inmenso, capaz de influir en asuntos capitales de la política internacional.