Visitar esta magnífica villa del norte de la provincia de Segovia, conocida como la Villa del Mudéjar, deslumbra por su rica historia. Su majestuoso castillo-palacio de Alburquerque, sirve de carta de presentación para conocerla, junto con varias iglesias mudéjares, palacios y conventos. Y de postre también, una gran gastronomía, que no dejará indiferente a nadie.
Cuéllar se alza majestuosa a medio camino entre Segovia y Valladolid como uno de los baluartes más significativos de la antigua Tierra de la Extremadura castellana, territorio que jugó un papel crucial en la expansión de Castilla hacia los reinos andalusíes. Esta villa amurallada, que alcanzó notable poder e influencia durante la Edad Media, destaca por su extraordinario conjunto monumental, presidido por el soberbio castillo de los Duques de Alburquerque.
La fortaleza, que corona el perfil urbano de la población, representa una fascinante síntesis arquitectónica desarrollada a lo largo de cinco siglos. Sus muros atesoran la fusión de diferentes estilos: desde la delicada ornamentación mudéjar hasta las elegantes líneas góticas, culminando en refinados elementos renacentistas. Esta evolución constructiva refleja no solo el poderío de sus moradores, sino también la prosperidad de una villa que se expandió notablemente bajo la protección de sus almenas.
Es uno de los más bonitos de España, y bien merece una visita pausada por varios motivos. Por un lado, sus bien conservadas murallas que abarcan más de dos kilómetros de recorrido, y que se pueden visitar subiendo al adarve.
Desde el lienzo meridional de la muralla, el paisaje urbano medieval se revela en toda su magnificencia, ofreciendo un testimonio visual del esplendor histórico de Cuéllar. El horizonte aparece salpicado por las esbeltas torres de diez iglesias mudéjares, que emergen entre conventos y palacios señoriales, componiendo una estampa de incomparable belleza. Este escenario monumental se funde con uno de los mayores mantos de pinos de Europa, que se extiende hasta encontrarse con el perfil majestuoso de la Sierra de Guadarrama, donde destaca la silueta inconfundible de la Pinareja, la cumbre que dibuja la cabeza de la Mujer Muerta.
También desde este camino de ronda se contempla la fachada occidental del castillo. Su doble galería renacentista, con sus elegantes balconadas y arquerías, constituye el elemento más fotografiado de Cuéllar, una obra maestra que sintetiza la grandeza arquitectónica y el refinamiento artístico de la época.
Un castillo con mucha historia
Tras recorrer el perímetro amurallado –especialmente mágico durante el atardecer, cuando la luz dorada baña las piedras centenarias–, adentrarse en el castillo de Cuéllar se convierte en una experiencia inolvidable. Aquí un consejo. Para aprovechar al máximo la visita, resulta muy recomendable participar en las visitas teatralizadas, una propuesta cultural que combina rigor histórico y entretenimiento.

Estas representaciones, conducidas por actores excepcionales, transforman la historia en un relato vivo y cautivador. A través de sus interpretaciones, salpicadas de humor, los visitantes –especialmente los más pequeños– descubren las fascinantes vicisitudes que ha vivido la fortaleza a lo largo de los siglos.
El sobrecogedor patio de armas renacentista marca el punto culminante del recorrido, revelando la doble naturaleza del edificio: fortaleza defensiva y suntuosa residencia palaciega. Aquí, los sucesivos duques de Alburquerque plasmaron su poder y refinamiento, convirtiendo lo que fue una austera construcción militar en una elegante mansión señorial donde cada piedra respira historia y nobleza.
Los muros del castillo de Cuéllar han sido testigos mudos del paso de personajes históricos de gran relevancia, como la reina María de Molina, y monarcas de la talla de Juan II, Enrique IV o Pedro I el Cruel, figuras como el condestable Álvaro de Luna o el noble Beltrán de la Cueva.

Durante la Guerra de la Independencia, el castillo vivió episodios dramáticos: sufrió el saqueo de las tropas napoleónicas y posteriormente se convirtió en cuartel general del célebre Lord Wellington. Tras décadas de declive, el edificio fue utilizado como prisión política durante la dictadura franquista y sanatorio para enfermos de tuberculosis.
Afortunadamente, en 1972 comenzó su restauración y los duques lo cedieron al Ministerio de Educación, convirtiéndose entonces en el Instituto de Educación Secundaria Duque de Alburquerque.

Para finalizar la visita del castillo, en uno de los torreones del mismo, se encuentra la Fundación Archivo Histórico de la Casa Ducal de Alburquerque, una de las más importantes de España, aunque solo visitable y con cita previa para los investigadores.
La villa del arte mudéjar
Cuéllar es conocida como «la Villa del Arte Mudéjar» y también fue premiada con la declaración de Conjunto Histórico-Artístico, gracias a su impresionante nómina de iglesias medievales, palacios, y construcciones que combinan ladrillo, yeserías y decoraciones de estilo islámico. En los siglos XIII y XIV, Cuéllar asistió a la construcción de más de diez templos mudéjares y algunos palacios.

Justo frente al castillo, se encuentra la iglesia de San Martín, el más bello ejemplo recuperado de ese estilo, que hoy alberga el Centro de Interpretación del Arte Mudéjar. Otros dos joyas de la localidad son la iglesia de San Andrés, con sus tres ábsides mudéjares, y la iglesia de San Esteban, con su necrópolis, recuperada como Parque Arqueológico Medieval.

Este templo también cuenta con un ábside que se considera la cumbre del mudéjar castellano y un interior en el que se pueden contemplar cuatro sepulcros mudéjares del siglo XVI con yeserías policromadas y sarcófagos de alabastro. En la Plaza del Estudio se encuentra el edificio de Estudio de Gramática, donde ya estudiaban los niños en el siglo XVI y donde parece ser que uno de sus profesores fue el mismísimo cardenal Cisneros.

Los encierros más antiguos de España
Muy cerca, aparece la coqueta Plaza Mayor, con bellos edificios, algunos de entramado de madera, y otros con balcones de hierro forjado. Presidiendo la plaza se encuentra la iglesia de San Miguel, que ve como todos los años se celebra aquí la Fiesta de la Vaquilla. Se conservan algunos documentos que avalan que, ya en 1381, en la villa se celebraban ya encierros. Están considerados los más antiguos de España y aún hoy siguen realizándose año tras año.

Justo enfrente está el Ayuntamiento, que se asienta sobre la antigua cárcel, con un patio interior de estilo gótico-renacentista dedicado a Isabel la Católica, ya que, al parecer, en 1504, la reina ordenó a todos los regidores que tenían que reunirse en un único lugar: «Se tenían que ayuntar», es decir, juntarse, en el Concejo o Casa Consistorial, en vez de hacerlo por las calles. De ahí proviene la palabra Ayuntamiento.
Desde la Plaza Mayor surgen dos vías históricas: la calle de la Morería y la calle del Colegio, cuyas pronunciadas pendientes podrían explicar el origen del topónimo de Cuéllar, interpretado como «lugar de abundantes colinas». También desde la plaza parte la principal arteria comercial, la calle San Pedro, con algunas casas blasonadas y que llega hasta la Plaza de los Coches, donde se encuentra la iglesia de San Pedro, ya desacralizada, pero cuyos muros constituían parte de la muralla exterior.
El primer lector de El Quijote
Recorrer las estrechas callejuelas de Cuéllar constituye una experiencia única. De visita obligada son las antiguas Tenerías, unas de las mejores conservadas en Castilla y León, al igual que las puertas de las murallas, palacios como el de Pedro I, con su portada románica, el Palacio de Santa Cruz, el antiguo hospital de la Magdalena –con una fachada gótica-flamígera–, conventos como el de Santa Ana, la Concepción y el de San Francisco, en la esbelta plaza de este mismo nombre, que alberga también el interesante monumento a los encierros.

Calles por donde vivieron personajes como la de José de Espronceda, cuya casa se conserva, o ser lugar de nacimiento de Diego Velázquez, que fue el primer gobernador de Cuba y de Antonio de Herrera, que está considerado como el «Primer lector del Quijote», ya que fue el censor que dio el visto bueno para que se aprobase la impresión de la primera parte de la obra maestra de Cervantes.
No hay que despedirse de Cuéllar sin degustar su exquisita gastronomía, con las sopas de ajo, el queso de oveja, los embutidos, etc. y sobre todo el lechazo asado o cochinillo al horno de leña, son los reyes de su cocina, y que se puede saborear en el hotel-restaurante-bar San Francisco.

Y respecto a los dulces, hay varias reposterías, como Delicias de Cuellar, con su premiado “Tapas de pasta piñón, relleno de crema de achicoria”, inspirado en los ladrillos de los arcos mudéjares. La Bollería Helio, que ofrece desde 1949 una repostería artesana más tradicional, con sus típicos “Turcos”, o las magdalenas, pastas de piñones, rosquillas, hojuelas, etc. Y por último, Saborea en Cuéllar, con una gran oferta de productos locales y típicos de la provincia.