Entre calles de trazado medieval y típicos canales holandeses, la ciudad que vio nacer a Jheronimus van Aken, más conocido como El Bosco, todavía conserva huellas de su vecino más ilustre, además de un buen número de museos y un notable patrimonio.
Mientras uno pasea por las calles de la apacible Den Bosch (‘s-Hertogenbosch, en su denominación oficial o Bolduque, en castellano) no tarda en hacerse la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que El Bosco, el hijo más ilustre de esta bella localidad neerlandesa, imaginara y creara aquí sus obras, a menudo plagadas de monstruos, criaturas fantásticas y escenarios de pesadilla?
La respuesta, sin duda, reside en la febril y prodigiosa imaginación del artista, pues, en realidad, la capital de Brabante septentrional –a unos 90 km de Ámsterdam– bien podría considerarse un “jardín de las delicias” gracias a sus numerosos atractivos que, entre otras cosas, le han valido el título de “ciudad más acogedora de Holanda” hasta en cuatro ocasiones.
La localidad no ha cambiado mucho en los cinco siglos transcurridos desde la muerte de El Bosco y, de hecho, las guías oficiales aseguran que el pintor no tendría hoy muchos problemas para orientarse con facilidad en esta urbe medieval en la que pasó toda su vida.
El visitante que llega hasta Den Bosch con la intención de seguir las huellas del artista tiene que dirigir sus pasos hasta la amplia plaza del Markt, el rincón más antiguo de la ciudad. Allí le esperan el bello edificio del Ayuntamiento y una estatua que recuerda al pintor, pero también las dos casas en las que vivió entre 1462 y 1516: la primera es una modesta vivienda de tres alturas que hoy ocupa una tienda de recuerdos (De Kleine Winst); la segunda, que suele pasar más desapercibida, es una casita blanca con balcones y grandes ventanales ubicada al norte de la plaza, a la que se mudó el pintor tras casarse con la joven Aleid van den Meervenne.
La hermandad de Nuestra Señora
Más pistas: dejando atrás el Markt –donde miércoles y sábados hay un colorido y concurrido mercado–, se llega a la Hinthamerstraat, una calle salpicada de tiendas y restaurantes. En el número 94 se levanta un pequeño edificio de estilo neogótico y fachada color vainilla que llama la atención: es la Het Zwanenbroedershuis, sede de la ilustre Lieve Vrouwe Broederschap (Hermandad de Nuestra Señora).
Esta cofradía de origen medieval, fundada en 1318 y establecida en ese mismo lugar desde 1483 –aunque el edificio actual se remonta al siglo XIX– acogió a Jheronimus Bosch entre sus miembros; una afiliación que le sirvió para entrar en contacto con la élite de la ciudad y conseguir importantes encargos.
Hoy el edificio sigue ejerciendo como sede de la cofradía, pero también es un museo en el que se pueden contemplar dos hermosos relieves góticos del escultor Adriaen van Wessel, realizados para el retablo que la hermandad tenía en la catedral de San Juan, además de distintos objetos relacionados con la hermandad y una colección de libros corales de música polifónica.
El paseo por la Hinthamerstraat nos conduce hasta el Jheronimus Bosch Art Center, un fascinante centro de interpretación ubicado en una antigua iglesia y que, como anuncia su nombre, está dedicado en exclusiva al artista. El centro permite contemplar gigantescas reproducciones de sus pinturas e interesantes audiovisuales, y en sus salas se exponen también multitud de piezas, documentos y objetos que repasan la vida y la obra de El Bosco.
Además, el recinto cuenta con otro aliciente: gracias a un ascensor acristalado es posible ascender a lo alto de la torre del edificio y disfrutar de fantásticas vistas de la ciudad.
Desde esta privilegiada atalaya, a unos 40 metros de altura, se divisa la magnífica silueta de la catedral de San Juan, cuya torre, a modo de faro, atrae al viajero con sus hermosas formas góticas. El templo, construido entre 1370 y 1529, es hoy muy distinto a como lo conoció El Bosco, pero todavía conserva la Capilla del Sacramento, para la que el artista creó dos piezas.
La delicada belleza del interior de la catedral resulta cautivadora, pero la gran sorpresa espera en las alturas. Acompañado por un guía, el visitante puede ascender a la azotea de la catedral, donde reposan 96 esculturas que parecen surgidas de un cuadro del maestro: dragones, demonios y otros monstruos de piedra que, ¿quién sabe?, quizá agitaron la imaginación del holandés.
Museos de arte y diseño
De camino al Noordbrabants Museum (Museo de Brabante del Norte), encontramos aquí y allá otras estatuas inspiradas en el universo onírico del pintor (en este caso modernas, creadas para conmemorar el quinto centenario de la muerte de El Bosco, que tuvo lugar en 2016). Aquel año el museo acogió una destacada exposición que reunió decenas de obras realizadas por El Bosco y su taller, cedidas en préstamo por algunas de las pinacotecas más importantes del mundo, entre ellas El Prado.
En la actualidad el museo cuenta con una magnífica colección permanente en la que destacan una selección de grabados del genio y algunas pinturas de artistas de su taller, pero también lienzos de varios miembros de la familia Brueghel y, sobre todo, una docena de obras de Vincent Van Gogh, realizadas precisamente durante su etapa brabantina. Además, la pinacoteca posee también una sección dedicada al arte moderno y contemporáneo, con obras de Jan Sluyters, JCJ Vanderheyden, Mark Manders o Jan Fabre, entre otros.
Justo detrás del edificio del Noordbrabants, formando parte del nuevo Museumkwartier –barrio de los museos–, se encuentra el Design Museum Den Bosch. Aunque sus orígenes se remontan a mediados del siglo pasado, se convirtió oficialmente en un museo dedicado al arte contemporáneo en 1985, y desde 2013 ocupa el edificio actual, diseñado por el arquitecto holandés Hubert-Jan Henket.
En su interior custodia una buena muestra de arte contemporáneo –con algunas obras de Picasso– y una planta dedicada al diseño, con piezas del italiano Alessandro Medini, entre otros creadores. Además de acoger distintas exposiciones temporales a lo largo del año, el museo cuenta también con una sección que examina la influencia del arte en la sociedad holandesa.
La ciudad también ofrece la posibilidad de descubrir parte de su patrimonio histórico y arquitectónico a través de un agradable paseo en barca navegando las aguas del Binnendieze, el río que nutre los canales que surcan las entrañas de Den Bosch.
La travesía discurre durante 3,6 kilómetros, y atraviesa rincones con edificios centenarios y vistosos monumentos, e incluso circula por los cimientos de algunas construcciones históricas. Aquí y allá, mientras el conductor de la barca desgrana sus explicaciones sobre Den Bosch, emergen de las aguas esculturas creadas a partir de las criaturas de pesadilla imaginadas por El Bosco.
Antes de que acabe el día conviene regresar a la plaza del Markt, donde todavía puede verse la célebre De Moriaan, la casa de ladrillo más antigua de Holanda (o al menos así lo aseguran los bolduqueses). En los bajos de la construcción abre sus puertas el Plein79, uno de los bares más concurridos de la ciudad. Es un buen lugar para pedir una cerveza local y brindar a la salud del genio que, más de 500 años después de su muerte, sigue fascinando al mundo con sus pinturas.
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