Aunque nació en Bonn en 1770, Viena fue el auténtico hogar de Beethoven: vivió en la ciudad imperial 35 años –llegó cuando tenía sólo 22– y en ella compuso la mayoría de sus obras maestras, hasta convertirse en un auténtico ídolo de masas. No es de extrañar, por tanto, que la capital austríaca hubiera planeado celebrar en 2020 el 250 aniversario de su nacimiento con una larga lista de eventos y actividades culturales.
La pandemia de Covid-19, por desgracia, tenía otros planes y, aunque hasta mediados de marzo se celebraron algunos eventos del “Año Beethoven” (conciertos, exposiciones, etc.), la mayor parte de los actos previstos tuvieron que cancelarse o posponerse para más adelante. Puede que las celebraciones del año conmemorativo quedaran un tanto deslucidas, pero lo cierto es que cualquier momento es bueno para descubrir Viena de la mano del creador de la Novena Sinfonía.
Beethoven y sus revolucionarias composiciones han sido siempre parte esencial de los espectáculos musicales de la ciudad, considerada por muchos la capital mundial de la música (ver anexo), y ahora, con la “normalidad” recuperándose poco a poco, el nombre del genio vuelve a aparecer en los calendarios de los próximos eventos.
Por ejemplo, en uno de los templos de la música vienesa, el Musikverein, célebre por su tradicional concierto de Año Nuevo, tendrá lugar el próximo mes de octubre la segunda ronda del Concurso de Piano Beethoven de Viena, y en noviembre el recinto acogerá distintos conciertos que incluyen la representación de piezas del maestro, como los de Haydnn-Quartett (5 de noviembre), Ben Goldscheider y Huw Watkins (8 de noviembre) o Daniel Barenboim (21 de noviembre), entre otros muchos.
A estos dos escenarios hay que sumar otros muchos, no menos importantes, como la Konzerthaus, donde el 30-31 de diciembre de este año, y el 1 de enero de 2022, la Orquesta Sinfónica de Viena, el tenor Diego Godoy y la soprano Anu Komsi interpretarán la Novena Sinfonía.
Huellas de una vida
Más allá de los recintos donde resuenan las bellísimas creaciones del genio alemán –a los teatros y salas de conciertos hay que sumar multitud de iglesias, en las que se programan a menudo espectáculos musicales–, en Viena es posible también seguir sus huellas recorriendo no pocos edificios que guardan una estrecha relación con Beethoven.
Uno de ellos es el Theatermuseum. En otro tiempo palacio de uno de los mecenas del compositor, y en la actualidad convertido en museo y sala de exposiciones, el edificio merece una visita –entre otras razones– porque la Tercera Sinfonía se estrenó allí y porque uno de sus salones, la llamada Sala Heroica, de impresionantes pinturas, recibió su nombre en honor al maestro.
No es el único rincón de la la capital austríaca que conserva fragmentos del espíritu de Beethoven. Se dice que el temperamental compositor se mudó más de 60 veces, y algunas de sus residencias siguen en pie. En el distrito 19, hoy un apacible barrio de casitas centenarias y tabernas tradicionales, se encuentra el Museo Beethoven, una de sus casas, entonces en pleno campo.
Allí comenzó a componer la Tercera Sinfonía y redactó su texto más triste, el Testamento de Heiligenstadt, un documento dirigido a sus hermanos que muestra el profundo sufrimiento que afligió al artista buena parte de su vida. Hoy la vivienda es el museo más importante sobre su figura, y nos permite sumergirnos en la atribulada personalidad del genio.
El compositor también pasó varias temporadas en la Casa Pasqualati, en cuyas habitaciones –hoy abiertas al público– compuso Para Elisa. Visita obligada es también el Theater an der Wien: Beethoven vivió en sus dependencias entre 1803 y 1804, en su escenario estrenó Fidelio, y allí terminó de componer la revolucionaria Heroica, precursora del romanticismo.
A sólo unos pasos, en la Friedrichstraße, se levanta el Pabellón de la Secesión vienesa, donde otro genio, el artista Gustav Klimt, le dedicó en 1902 el llamado Friso Beethoven, un homenaje que incluye una representación alegórica del cuarto movimiento de su Novena Sinfonía, el “Himno de la Alegría”.
A Beethoven no sólo se le recuerda a través del oído y la vista, sino también mimando al paladar. Y como Viena es mucho más que schnitzels, tarta sacher y apfelstruddels (aunque sea difícil resistirse a sus encantos), no está de más acercarse a locales como Trześniewski (Dorotheergasse 1), un bar con solera frecuentado por los vieneses, y en cuya célebre carta de sándwiches –se sirven en pan de centeno, a modo de “tapas”– hay un delicioso bocado en honor al querido Ludwig, a base de ternera hervida, rábano picante y pepino.
La lista de rincones vinculados con el genio es casi interminable, pero un buen lugar para rendirle homenaje antes de partir es el Zentralfriedhof, el hermoso y apacible Cementerio Central de Viena. Allí, rodeada por la de otros genios como Strauss, Brahms o Schubert, se encuentra la tumba del maestro, en la que nunca faltan flores frescas. Una muestra más de que, casi dos siglos después de su muerte, Beethoven sigue haciendo vibrar con música nuestros corazones.
VIENA: CAPITAL MUNDIAL DE LA MÚSICA
No es una designación oficial, pero son muchos quienes consideran a la capital austriaca como la auténtica capital de la música a nivel global. La ciudad fue hogar y lugar de trabajo de genios como Beethoven, Mozart, Haydn, Schubert y muchos otros, y ese legado continúa hoy muy vivo gracias a la multitud de salas de conciertos, teatros, conservatorios, museos, orquestas y luthiers. Todos ellos componen la banda sonora de la Viena actual.
Como ya hemos visto, la ciudad cuenta con una larga lista de templos de la música –la Ópera Estatal, el Muskverein, la Konzerthouse, el Theater an der Wien…–, pero también con otros santuarios, las casas en las que vivieron algunos de los grandes maestros. Además de las antiguas viviendas que ocupó Beethoven, también es posible visitar la Mozarthaus, que como su nombre indica fue el hogar de Wolfgang Amadeus Mozart durante sus años más creativos. En un espacio de unos 1.000 metros cuadrados, este espacio expositivo repasa al detalle la vida y la obra del compositor más célebre de todos los tiempos.
También resulta imprescindible hacer una visita a la Haus der Musik (Casa de la Música) un museo dividido en cuatro plantas: la primera está dedicada a la Filarmónica de Viena; la segunda, llamada Sonotopia, consiste en un apasionante recorrido por los orígenes del sonido (con una muestra interactiva que involucra al visitante); en la tercera encontramos un homenaje a los grandes compositores –Beethoven cuenta con un lugar de honor–; y en la cuarta y última (The Virtual Conductor) tenemos la oportunidad de tomar la batuta y convertirnos, aunque sea por un rato, en directores de orquesta.
Más información: Turismo de Austria
DÓNDE DORMIR. Hotel Beethoven (4*). Ubicado en pleno centro, muy cerca del Theater an der Wien y el Pabellón de la Secesión vienesa, este hotel tranquilo y de gran encanto es el establecimiento ideal para planear una escapada musical a la capital austríaca.
DÓNDE COMER. Café Museum. ¿Qué mejor que degustar algunos platos típicos vieneses en este establecimiento con solera, por cuyas mesas pasaron grandes figuras del arte y la cultura como Gustav Klimt, Egon Schiele o Elías Canetti. Meissl & Schadn. En términos gastronómicos, Viena es una ciudad inevitablemente unida al schnitzel, el famosísimo y no menos sabroso escalope de ternera. En pocos lugares lo preparan como aquí, en el restaurante del hotel Grand Ferdinand.
2 comentarios
Dicen algunos que la genialidad de los austriacos es que han convencido a medio mundo de dos cosas:
– Que Beethoven, alemán, era austriaco.
– Que Hitler, austriaco, era alemán.
En cualquier caso, Viena merece la pena… aunque merece más la pena la de otras cosas distintas de los monumentos rimbonbantes.
Estoy seguro de que la genialidad de los austriacos va mucho más allá 😀 En todo caso, como dices, Viena siempre, siempre, merece la pena 🙂 ¡Gracias por comentar!