La Mona Lisa permaneció dos años en paradero desconocido; un Goya desapareció en un traslado al Guggenheim de Nueva York; un caco se llevó El Grito de Munch utilizando una simple escalera de madera… Estos son los robos de obras de arte más sonados de la Historia.
Sea el actor Pierce Brosnan como protagonista millonario en una cinta de 1999, el francés Lupin o un documental de Netflix (de título Esto es un atraco para más señas), el robo de obras de arte siempre ha dado juego para guiones cinematográficos. Pero como pone de manifiesto la frase de la realidad supera a la ficción, el modus operandi de los robos supera a menudo con creces cualquier película.
Así, cuando te subes al barco que recorre el parisino canal Saint-Martin, y pasas al lado de donde estaba el apartamento de Vincenzo Peruggia, el que robó la Mona Lisa del Louvre, te cuentan todo tipo de detalles sobre este robo que aconteció un 21 de agosto de 1911. Peruggia conocía bien el museo porque había trabajado allí como vidriero: aquel día de 1911 descolgó el cuadro, lo guardó bajo su bata y se lo llevó a su apartamento, cercano al canal Saint-Martin. Tranquilamente y sin estridencias.
Allí estuvo el retrato dos años, hasta que el italiano llamó a dos marchantes para ofrecérselo: el ladrón quería devolver el cuadro a Italia porque consideraba que era donde debía estar. Fue detenido y el cuadro devuelto al museo.
Un botín de 500 millones de dólares
El suceso ocupa la primera posición del ranking de los robos más caros de la Historia, pero hay más. En 1990, aprovechando la festividad de Saint Patrick, dos hombres disfrazados de policía entraron en el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston. Tras reducir a los vigilantes de seguridad, consiguieron llevarse 13 obras entre las cuales El concierto de Vermeer, varios dibujos de Manet y Degas y La tormenta en el mar de Galilea, de Rembrandt.
Se estima que el botín ascendía a 500 millones de dólares. En total emplearon 81 minutos: un robo limpio y rápido. Han pasado más de 30 años y no se sabe quiénes fueron los ladrones ni se han recuperado las obras robadas. Un golpe magistral, podría decirse.
Pero, ¿dónde acaban las obras robadas? Lo más habitual es que terminen adornando las paredes de quien haya encargado el robo porque, si son muy conocidas, sonarían todas las alarmas a la hora de intentar deshacerse de ella por cauces formales. Así que lo más habitual es que una obra de arte robada quede en el anonimato.
Una base de datos de arte robado
Art Loss Register es la base de datos privada sobre obras de arte robadas más grande del mundo: en su base se cuentan más de 700.000 piezas. La empresa surgió en Londres en 1990 aunque cuenta con oficinas en otros países. Fue fundada por compañías de seguro y empresas relacionadas con el arte. Este registro sirve para verificar que la pieza que te interesa no ha sido robada pero también, para comunicar la desaparición de una obra: entre sus clientes hay museos, galerías, casas de subastas, particulares, cuerpos de seguridad del Estado, bancos, etc. También cuentan con un equipo que ayuda a la recuperación de los objetos robados.
Existe una documentación tipo que se presenta cuando se compra una obra: información del Art Loss Register y a efectos de propiedad si la has comprado al artista, el documento que acredita que es tuya es la factura. Otro detalle importante es a nombre de quién está dicha obra en el almacén donde suele estar depositada. Ojo porque que una obra no tenga un certificado de propiedad no quiere decir que sea robada o que sea una falsificación. Hay muchas que no lo tienen, por ejemplo, si la has heredado.
Cacos que dejan notas
Pero sigamos con otros robos dignos de mención: otro caco también aprovechó un evento como el de Boston, para llevarse una obra de arte, en este caso, El Grito de Munch de la Galería Nacional de Oslo. Sucedió en 1994 y cerca de allí se celebraban los Juegos Olímpicos de Invierno. El delincuente aprovechó que las fuerzas de seguridad estaban en el evento para subir a la ventana del museo con una escalera de madera, descolgar el cuadro y llevárselo: una sustracción algo arcaica pero exitosa. Incluso se permitió la licencia de dejar una nota: «Gracias por la falta de seguridad». El cuadro estuvo entre las tablas de su mesa del comedor durante tres meses, el plazo que tardó en querer venderlo.
En nuestro país, en 2015, en una casa del centro de Madrid, se sustrajeron cinco obras de Francis Bacon valoradas en 30 millones de euros. La policía detuvo a diez personas y uno de los arrestados consiguió ayudar a localizar tres de las obras dos años después, pero nada se sabe de las otras dos.
Una grúa y un camión para robar una escultura
Lo de llevarse un cuadro de pequeño tamaño puede parecer fácil pero la cosa cambia cuando hablamos de esculturas y más si son voluminosas. Sin embargo, algunos cacos se atreven con todo y el tamaño no les echa para atrás: en 2005, en la Fundación Henry Moore, cerca de Londres, se llevaron la escultura Reclining Figure del jardín, una obra valorada en 4,5 millones de euros y cuyo peso alcanza las dos toneladas de peso.
El robo tuvo lugar de noche: tres individuos entraron en las instalaciones y no precisamente de forma discreta ya que llevaban una grúa, un camión y un coche. Tras el robo, la fundación ofreció una recompensa para recuperar la obra, pero no sirvió de nada y el caso nunca se llegó a esclarecer.
Muchas veces las desapariciones no tienen lugar en la pinacoteca sino en algún desplazamiento de la obra: es lo que sucedió con el cuadro Niños del carretón, de Goya. El robo tuvo lugar en 2006 cuando estaba siendo trasladado desde el Museo de Arte de Toledo, en Ohio, al Guggenheim de Nueva York para una exposición temporal de pintura española.
El suceso tuvo lugar a pesar de que el cuadro viajaba custodiado por un servicio especializado en el desplazamiento de obras de arte: el propio Guggenheim reconoció que la obra carecía de valor en metálico porque sería prácticamente imposible venderla en el mercado (el cuadro estaba asegurado en 1,1 millones de dólares).
El tesoro del Delfín
En 1918 también tuvo lugar una desaparición, esta vez en el Museo del Prado: el conocido como el robo del Tesoro del Delfín. El que fuera director del museo en aquella época denunció que una de las tres vitrinas que guardaban este tesoro había sido abierta. El tesoro del Delfín estaba formado por 120 piezas de los siglos XVI y XVII que pertenecieron al Gran Delfín Luis, hijo de Luis XIV de Francia.
Se trata de unos vasos realizados total o parcialmente con piedras naturales y metales preciosos. En el museo se habían percatado, tras la revisión de las vitrinas, de que faltaban piezas: siguiendo la pista a algunas piezas que intentaron venderse se localizó al ladrón meses después. En el robo se perdieron un total de 11 piezas y otras 35 resultaron deterioradas.
Una de las obras cuya trayectoria ha tenido más sobresaltos es La adoración del Cordero Místico de los hermanos Van Eyck. En 1566 tuvo que ser desmontada para protegerla de los ataques calvinistas. En 1800 las tropas napoleónicas se la llevaron y la vendieron por separado. En 1816 los paneles laterales también fueron vendidos, hasta que en 1821 el Tratado de Versalles contribuyó a que la catedral de Gante recuperara todas las piezas perdidas.
Pero esto no es todo: en 1934, uno de los paneles fue robado (aunque posteriormente devuelto) y la tabla de Los jueces justos sigue estando en paradero desconocido (lo que puede verse en la catedral flamenca es una reproducción de la original).
Historias con final feliz
A veces la historia tiene un final feliz: por ejemplo, hace unos años Italia consiguió recuperar 200 obras de arte antiguo por un valor de 10 millones de dólares. Esas obras habían sido vendidas de contrabando a museos y coleccionistas privados: hablamos de ánforas etruscas, bustos de mármol, estatuillas de cerámica (una de ellas estaba en manos de Kim Kardashian, por ejemplo). Las autoridades estadounidenses devolvieron este tesoro a Italia gracias a un acuerdo de repatriación y es la mayor devolución de obras de arte en la historia de estos países.
De Caravaggio también hay una obra que nadie sabe dónde está y cuya localización genera todo tipo de teorías: nos referimos a La Natividad de San Lorenzo y San Francisco, que fue robada de la parroquia de San Lorenzo, en Palermo, hace más de 50 años. Allí había estado el cuadro durante más de 350 años cuando desapareció en octubre de 1969: algunos sostienen que el lienzo se guardó en un granero y que fue pasto de ratas.