Bodegas centenarias, un patrimonio espectacular y delicias gastronómicas que alternan tradición y cocina vanguardista en plena armonía. La capital del Rioja ofrece mil y una experiencias para una escapada inolvidable.
Toda visita a Haro conduce inevitablemente a descubrir el aroma y sabor de sus célebres y reputados vinos, pues la pequeña ciudad riojana es la cuna de algunas de las bodegas centenarias más importantes del país, imán irresistible para miles de visitantes, nacionales e internacionales, que cada año acuden hasta este rincón bañado por las benéficas aguas del Ebro.
Sin embargo, basta un paseo por la localidad, encajonada entre tres cerros y a un paso de las vecinas provincias de Burgos y Álava, para descubrir que, más allá del vino –sin duda uno de sus grandes atractivos–, Haro es también fuente inagotable de sorpresas por otros muchos motivos.
El primero de ellos salta a la vista al recorrer sus calles, ya que su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico Artístico ya en 1975. Un reconocimiento más que merecido, pues la localidad está salpicada en cada rincón por un buen número de joyas del patrimonio.
Joyas del patrimonio
Destacan sobre todo sus palacios, auténticos tesoros construidos en estilo plateresco y barroco, como el palacio de los Bendaña (hoy alberga la Oficina de Turismo y cuenta con una bellísima galería mudéjar) o el edificio del Ayuntamiento (un recinto del siglo XVIII rematado por Ventura Rodríguez), ambos en la plaza de La Paz; el palacio de los Salazar, una maravilla que añade a su estilo resabios herrerianos, o el palacete de los condes de Haro, que aún muestra elegantes escudos nobiliarios en su imponente fachada.
No muy lejos de allí (todo queda a mano en el casco histórico de la población) se levanta la iglesia de Santo Tomás, de origen gótico, aunque su elemento más sobresaliente lo encontramos en su espectacular fachada, de piedra ocre y estilo plateresco, obra de Felipe Bigarny, uno de los más destacados escultores del Renacimiento español.
En los aledaños de esta hermosa iglesia arranca La Herradura, conocidísima zona de bares y tapeo, de visita obligada, pues los fines de semana la calle Santo Tomás y aledañas se convierten en el punto más animado de la población. Y ya metidos en cuestiones gastronómicas: como era de esperar, tampoco Haro defrauda en este sentido.
Delicias culinarias
Entre los establecimientos más tradicionales, ubicados en el centro, destaca Terete (calle Lucrecia Arana, 17), un restaurante inaugurado en 1877, cuando aún faltaban cuatro años para que llegara la luz eléctrica (Haro fue, junto con Jerez de la Frontera, la primera localidad española en disfrutar de esta novedad tecnológica).
En aquel entonces Casa Terete era restaurante y horno de asar, pero también carnicería y tienda de vinos. Han pasado casi 150 años desde entonces, pero la esencia permanece: sus platos estrella son la menestra de verduras (con productos de la huerta de Haro) y, de segundo, el cordero lechal asado en horno de leña. Platos que maridan a la perfección con los vinos que el restaurante elabora en su propia bodega, ubicada bajo el asador de corderos.
No falta tampoco el toque de vanguardia en la cocina jarrera, y en este caso no hay duda en la elección: hay que hacer una visita a Nublo, un establecimiento ubicado en una antigua casa palacio de la pequeña plaza de San Martín, y cuyos fogones están a cargo del chef Miguel Caño (antiguo jefe de cocina de Mugaritz) y su equipo. Laureado con una estrella Michelin, el restaurante apuesta por la simplicidad de sus platos, el aprovechamiento de los productos de la zona y la brasa y el fuego como base de una cocina reposada y sorprendente.
No hay duda de que la oferta gastronómica es excepcional, pero hemos venido a la capital del Rioja, así que no pueden faltar dos visitas que giran en torno a los apreciados caldos que han dado fama internacional al territorio. La primera parada hay que hacerla en el Museo del Vino, en pleno centro histórico, y la segunda nos lleva hasta el concurrido Barrio de la Estación, donde se acumulan algunas de las bodegas más importantes de la localidad (Cvne, Viña Pomal, Muga…).
Todas ellas ofrecen visitas guiadas y catas para descubrir sus variedades, aunque la cata más popular –y multitudinaria– se celebra cada año en el mes de junio y atrae a visitantes de todo el planeta. Sin duda, una ocasión perfecta para descubrir todos los secretos de esta pequeña ciudad riojana que puede presumir desde hace décadas de elaborar algunos de los mejores vinos del mundo.
El vino es protagonista indiscutible en Haro, pero no es el único producto que se elabora en las fincas que rodean la localidad. A las afueras, de camino al barrio de las bodegas, se encuentra Malzapato, una finca que, aunque sorprenda al visitante, no está plagada de viñas, sino de olivos. La culpa de esta excentricidad –el terrero era originalmente de regadío– hay que echársela a Javier Martínez, maestro quesero de Lácteos Martínez.
Esta quesería harense ya usaba el aceite para crear las cortezas naturales de sus productos, pero en 2010 Javier se lanzó a la aventura de elaborar un aceite de oliva empleando aceitunas de las variedades royuela, arbequina y redondilla. ¿El resultado? Malzapato, un AOVE premium muy ligero, de aromas afrutados y toque picante que se elabora con técnicas ecológicas y que ya ha cosechado numerosos premios.