Hasta la década de 1980, la artista Hilma af Klint había sido una desconocida para los historiadores del arte. Sin embargo, en 1986 una exposición reveló una gran producción artística oculta durante décadas: cientos de pinturas fruto de su relación con el espiritismo. Ahora, una exposición en el Guggenheim de Bilbao repasa su obra.
A su muerte en 1944, con 81 años, Hilma af Klint gozaba de cierta reputación entre los círculos artísticos de Estocolmo por sus más que correctos paisajes y retratos para la burguesía, realizados en su mayor parte durante su juventud y madurez. Sin embargo, cuando sus herederos repasaron las últimas voluntades de la anciana artista, recogidas en su testamento, descubrieron que su querida Hilma había sido una artista con “dos caras”. En las páginas de aquel testamento, Klint solicitaba a sus familiares que una nutrida producción artística –más de mil pinturas y dibujos, además de varios cuadernos con anotaciones y textos– ocultada hasta entonces con sumo cuidado, no fuera dada a conocer hasta, al menos, veinte años después de su muerte.
Sus descendientes cumplieron escrupulosamente los deseos de Hilma y hasta 1986, con motivo de una exposición organizada en el Museo del Condado de Los Ángeles, bajo el título Lo espiritual en el arte: pintura abstracta 1890-1985, su obra “secreta” no llegó a conocimiento de los expertos. ¿Qué tenían de especial aquellas obras realizadas por la artista sueca? Pues, ni más ni menos, que buena parte de ellas habían sido realizadas siguiendo las instrucciones de supuestos “guías espirituales” que se habían comunicado con Hilma, durante años, desde el “más allá”. Pero esto no era lo único extraordinario: en lo que se refería a la cuestión puramente artística, el estilo plasmado en ellas se anticipaba, en algunos casos, al de los primeros pintores abstractos y al de los surrealistas.
Aprovechando que el Guggenheim de Bilbao acoge una destacada exposición que repasa su obra, nos acercados a la figura de esta artista sorprendente que se anticipó a los caminos de la abstracción guiada, según ella misma afirmó, por los designios etéreos de los espíritus.
En contacto con los espíritus
Nacida en 1862 en el seno de una acomodada familia de tradición marinera –varios de sus antepasados, entre ellos su padre, habían sido oficiales navales–, Hilma mostró desde joven un notable interés por la naturaleza, quizá gracias a los veranos pasados en la pequeña casa de campo que los Klint poseían en la isla de Adelsö, en el lago Mälar. Esa pasión por la naturaleza la llevó a iniciarse la pintura y el dibujo, especialmente de paisajes.
Conociendo sus aptitudes artísticas, sus padres decidieron matricularla en la Escuela Politécnica de Estocolmo –hoy Escuela Sueca de Artes, Diseño y Oficios– en 1879. En aquellas mismas fechas, y sin duda influida por la moda imperante en la época, Hilma había comenzado a explorar la práctica del espiritismo, que entonces estaba de moda. Un trágico suceso familiar profundizó esta curiosidad: en 1880 su hermana pequeña, Hermina, de solo diez años, falleció a causa de una enfermedad, lo cual incrementó su interés por la supervivencia del alma tras la muerte.
Al igual que muchos otros interesados en las doctrinas espiritistas del momento, Hilma comenzó a leer con avidez los textos de la célebre Madame Blavatsky, y no tardó en unirse a la Sociedad Teosófica de Estocolmo.
En 1882, y con la intención de progresar en su carrera artística, la joven ingresó en la Real Academia de Bellas Artes, bajo las enseñanzas de profesores como Georg Von Rosen o August Malmström. En aquellas aulas Hilma conoció a otra de las personas que marcarían el resto de su vida: la también artista Anna Cassel.
Ouija y mediumnidad
Cuando cinco años después ambas concluyeron su formación académica, decidieron llevar sus inquietudes artísticas y espirituales hasta un nivel insospechado. En 1887, Hilma, Anna y otras tres jóvenes con interés en el arte y el espiritismo decidieron formar un grupo llamado De Fem (Las Cinco), con el que avanzar en sus estudios espirituales.
Las cinco muchachas se reunían todos los viernes y, durante largas sesiones, trataban de contactar con supuestas entidades espirituales que les transmitían sus elevadas enseñanzas.
Al principio, Las Cinco emplearon la técnica de la vasografía, pero poco a poco fueron cambiando de procedimiento hasta que, tras una meditación previa, una de ellas entraba en trance y actuaba como médium, canalizando directamente los mensajes de los “maestros”. Fruto de aquellos pretendidos contactos sobrenaturales las jóvenes llenaron numerosos cuadernos repletos de enseñanzas espirituales “reveladas”. Más tarde, sus “guías” las animaron a practicar “dibujos automáticos”, una derivación de la práctica de la escritura automática habitual en espiritismo, lo que dio lugar a numerosos dibujos realizados de forma colaborativa, que anticipaban en varias décadas a los “cadáveres exquisitos” popularizados años más tarde por los surrealistas.
Las escasas fotografías que se conservan de aquellas peculiares reuniones muestran una habitación en la que Las Cinco habían construido una especie de altar. Éste debía ser de gran importancia, pues habían dispuesto una cruz sobre él –pese a sus llamativas creencias, todas se consideraban “buenas cristianas”–, y estaba rodeado por varios reclinatorios dispuestos en círculo. Además, contaban también con un gran sillón en el que la médium se sentaba durante sus trances y dictaba sus mensajes. En un primer momento, todas ellas fueron turnándose en ese papel, pero Hilma af Klint no tardó en destacar entre sus compañeras por su facilidad para entrar en “contacto”.
Gracias a los textos manuscritos conservados, hoy sabemos algunos de los nombres de los supuestos “guías” elevados con los que “Las Cinco” creían mantener contacto, y que tanta importancia jugaron en su actividad de aquellos años: Clemens, Gregor, Ananda o Amiel. Estas supuestas entidades espirituales solían hacer hincapié en la importancia que tenían los dibujos realizados por las jóvenes, y su deber de conservarlos para la posteridad, tal y como refleja uno de los mensajes: «Proteger vuestros dibujos. Son pinturas de ondas cargadas de éter que esperan el día en el que vuestros ojos y oídos puedan aprehender llamamientos más elevados».
Durante estos largos años –las reuniones se prolongaron entre 1887 y 1907–, Las Cinco reunieron una ingente cantidad de textos y dibujos de contenido espiritual. Mientras tanto, Hilma había continuado con su faceta artística “convencional”, destacando especialmente por sus paisajes y retratos, que no tardaron en ser apreciados por la pujante y adinerada burguesía de la capital sueca.
Búsqueda en solitario
Hacia 1907, el grupo de jóvenes se disolvió, y Hilma decidió continuar su camino artístico y espiritual en solitario. Para entonces, ya se había empapado de las lecturas de textos antroposóficos de Rudolf Steiner –una corriente espiritual y filosófica surgida de la Teosofía–, y en 1908 tuvo la ocasión de conocer en persona al pensador austriaco, a quién le mostró algunas de sus pinturas. Sin embargo, Steiner no le prestó demasiada atención, lo que sumió a Klint en una profunda tristeza.
A pesar de aquel desengaño, la artista continuó profundizando en sus estudios antroposóficos, creando pinturas que mostraban rasgos próximos a la abstracción, en las que se repetía como elemento común la búsqueda de equilibrio entre fuerzas opuestas, un concepto desarrollado en las doctrinas de Steiner.
Durante estos años, Hilma comenzó a pintar lienzos ocupados por grandes círculos concéntricos coloreados, provistos de una llamativa y poderosa paleta cromática, que recuerdan a obras de otros artistas del momento, como Robert Delaunay. En cualquier caso, toda esta producción artística novedosa, en la que sobresalían las formas geométricas coloreadas, como esferas, triángulos, pirámides o cruces, siguió estando bajo la “tutela” directa de sus guías espirituales, con los que Hilma seguía contactando durante sus trances mediúmnicos, realizados ahora en solitario. Una producción que, por supuesto, permaneció en el más absoluto de los secretos.
Un mensaje para la Humanidad
Entre estas pinturas “canalizadas” destaca una serie de diez grandes paneles, realizados durante su camino hacia la abstracción como respuesta a su guía Amiel, a quien había prometido «que dedicaría un año a pintar un mensaje para la Humanidad». Dichos paneles terminaron por adquirir forma, simbolizando las “cuatro edades” del Hombre.
Una visión al conjunto de su obra desvela que el tema principal de sus pinturas y dibujos consistía en el conocimiento de la dualidad. Hilma estaba convencida de que los sexos del mundo terrenal estaban “invertidos” en el plano astral, algo que se manifestaba como una dualidad en la existencia humana. Esa dualidad mostraba su rostro en forma de lucha entre lo masculino y lo femenino, y se hallaba detrás de todo proceso y poder creativo.
A pesar de su anterior desengaño con Steiner, en 1920 Klint decidió viajar a la localidad suiza de Dornach para visitar al fundador de la antroposofía, establecido en su singular Goetheanum, uno de sus ejemplos de arquitectura orgánica. El encuentro volvió a resultar desesperanzador para Hilma, pues Steiner mencionó los peligros de creer que el mundo espiritual podía ser pintado directamente, algo que la artista sueca creía llevar haciendo durante mucho tiempo. La falta de delicadeza de Steiner hacia su admiradora tuvo un efecto devastador, hasta el punto de que Hilma decidió abandonar la pintura durante dos años.
Sin embargo, la necesidad de expresar sus convicciones y contactos espirituales llevaron a Klint a tomar de nuevo los pinceles, continuando durante años con sus obras cargadas de símbolos geométricos, aves, motivos florales y colores brillantes.
Un increíble legado
El redescubrimiento de la obra “secreta” de Hilma af Klint décadas después de su muerte atrajo la atención de los historiadores del arte en los últimos años. A la primera exposición realizada en Los Ángeles en 1986 le siguieron muchas otras en multitud de museos y galerías de todo el mundo, algunos tan prestigiosos como el Centro Pompidou de París, la Albertina de Viena o el Camden Art Centre de Londres, entre otros muchos, a los que ahora se suma la exposición que hasta enero de 2025 podrá contemplarse en el Guggenheim de Bilbao.
El interés de críticos e historiadores del arte por la insólita obra de Klint no se debe tanto a su vinculación con el espiritismo y las doctrinas esotéricas como por su llamativa similitud con las creaciones de otros artistas de vanguardia que, en las mismas fechas –o incluso algunos años después– estaban abriendo el camino de la abstracción. A diferencia de estos otros artistas, la pintora sueca nunca se preocupó por contactar o conocer las producciones plásticas que se desarrollaban en el extranjero, un aislamiento que resultó aún más patente por el secretismo que Hilma mostró con esta parte oculta de su obra.
Algunos estudiosos actuales sugieren que los pretendidos contactos de la artista sueca con sus guías espirituales no fueron sino manifestaciones de su subconsciente, que encontraron en el arte una vía de expresión inmejorable para sus creencias y su fuerza creativa.
De un modo u otro, a su muerte en 1944 Klint nos dejó un increíble legado artístico en forma de notas, dibujos automáticos y bellas pinturas, en las que se encuentran tanto obras figurativas como abstractas, plagadas de motivos naturales y geométricos, entre los que destacan pirámides y triángulos como símbolo de la evolución del espíritu humano.
* HILMA AF KLINT EN EL GUGGENHEIM DE BILBAO
Desde el 18 de octubre y hasta el próximo 2 de febrero de 2025, el Museo Guggenheim Bilbao acoge la exposición Hilma af Klint, patrocinada por Iberdrola, que constituye un completo recorrido por la trayectoria de la artista sueca Hilma af Klint. La muestra abarca desde sus primeros trabajos de temática tradicional, sus dibujos automáticos y sus series más destacadas, como Pinturas para el templo (de las que se presentan 110 obras, de las 193 que conforman en total la serie), Perceval o la dedicada al átomo, hasta sus acuarelas tardías y cuadernos de apuntes de su último periodo.
Precio entrada (exposición temporal y colección permanente): General (15 €). Pensionista / persona con discapacidad (7,5 €). Estudiantes entre 18 y 26 años (7,5€). Menores de 18 años (gratuita).
Salas: Segunda planta
Comisarias: Tracey R. Bashkoff, directora senior de colecciones y curator senior, Solomon R. Guggenheim Museum, y Lucía Agirre, curator, Museo Guggenheim Bilbao.