En el corazón bullicioso de Estambul, entre callejones colmados de voces y aromas, se oculta una mezquita que pasa fácilmente desapercibida para quienes no la buscan. No destaca por su tamaño, pero hechiza con su belleza: un capricho donde el arte otomano brilla en cada azulejo.
En el cielo de Estambul despuntan los minaretes. Se dice que la ciudad alberga tres mil mezquitas, muchas modestas, lugares de culto que se distribuyen en las calles de los barrios, donde se reza, se estudia y la gente se reúne, remansos de calma donde alejarse del bullicio exterior; las mezquitas cumplen esta función social, además de religiosa, que las convierten en lugares de acogimiento y silencio.
De la mezquita Azul a la de Ortaköy
Otras muchas, además, son obras maestras de la arquitectura, la ingeniería y el arte, símbolos de la opulencia y el poder de Constantinopla, mientras fue capital de imperio otomano, además de uno de los centros neurálgicos del comercio y la cultura más importantes de la época, siempre sirviendo de puente entre oriente y occidente.

Estas mezquitas suelen distinguirse por su tamaño o ubicación prominente. Entre ellas se encuentran la mezquita Azul (única en la ciudad con seis minaretes); la mezquita Nueva, al borde del Cuerno de Oro; la mezquita de Solimán; la de Fatih, Beyazit, ubicada en la plaza homónima y que comparte muros con el gran bazar; la mezquita de Ortaköy, en un lugar privilegiado a orillas del Bósforo, etcétera… la lista podría ser muy larga.
Una joya escondida entre los bazares de Estambul
Pero hay una mezquita que suele pasar desapercibida por su modesto tamaño y su ubicación, entre las calles cercanas, enrevesadas y caóticas del Gran Bazar y las no menos ajetreadas del Bazar Egipcio. De hecho, es muy sencillo no encontrar el acceso a través de unas escaleras que suelen estar ocultas entre mercancías y objetos, si no se está atento es posible que se haya que dar varias vueltas hasta dar con ella.


Azulejos de Iznik: el arte otomano en su máximo esplendor
Rüstem Paşa es una de las joyas de la ciudad y posee el trabajo más exquisito y colorido de azulejos de Iznik, un despliegue del arte otomano con más de 2,000 azulejos que decoran paredes y columnas, además de una suerte de caprichos arquitectónicos fruto de la imaginación y destreza de Mimar (arquitecto en turco) Koca Sinan, maestro principal de Solimán el Magnífico, durante el periodo álgido del Imperio Otomano.


Comparado en grandeza con su colega occidental Miguel Ángel y artífice de más de 300 edificios, entre mezquitas, baños, escuelas y otros edificios civiles, Koca Sinan dejó un importantísimo legado a sus aprendices, que se vio plasmado en la mezquita Azul, el Puente de Mostar o el diseño del Taj Mahal, además de en esta pequeña joya rodeada de mercados en el distrito de Eminönü.