La más verde de las islas Canarias recibe a los visitantes con ganas de demostrar que no sólo es segura, sino también más atractiva que nunca.
El pasado 13 de diciembre, tras 85 días de actividad, el volcán Cumbre Vieja enmudeció por fin, renunciando a escupir más lava y gases. Los casi tres meses de erupción dejaron un 10% de la isla afectada, más de 800 millones de euros en daños y un drama humano imposible de cuantificar. La Isla Bonita siempre fue un destino soñado, pero hoy, más que nunca, hay mil motivos para viajar hasta allí.
La primera toma de contacto con La Palma comienza en Santa Cruz, su pequeña y pintoresca capital, de apenas 16.000 habitantes. En el centro histórico, de aire colonial, aún se perciben los ecos de una ciudad que vivió su mayor esplendor allá por los siglos XVI y XVIII, cuando era lugar privilegiado de comercio con el Nuevo Mundo.
Las huellas de ese pasado glorioso se descubren paseando por la Calle Real, engalanada con ejemplos de arquitectura civil –como la Casa Salazar, de elegante fachada y balcón de hierro forjado– o en la Plaza de España, con un sobresaliente conjunto de edificios renacentistas, entre los que se encuentran el Ayuntamiento –de hermosa fachada y planta baja con arcadas– o la iglesia del Salvador, de piedra volcánica. También merece la pena pasear por los barrios de La Canela y San Telmo, para descubrir casas tradicionales de vistosos colores y bellos balcones.
El litoral de La Palma es abrupto y de cortantes acantilados, por lo que las playas no son muy abundantes. Aún así, no faltan rincones en los que disfrutar de un chapuzón en aguas del Atlántico. El bañista puede elegir una playa de arena negra –como la de Los Cancajos, al sur de Santa Cruz o la de Puerto Naos, en los Llanos de Aridane–, además de otros enclaves como la Playa de Echentive, una de las más modernas de la isla, pues surgió tras la erupción del Teneguía en 1971. Otra opción es poner rumbo a alguna de las numerosas piscinas naturales –o “charcos”–, repartidas por el litoral isleño. Entre estas últimas destacan el Charco de La Fajana, en Barlovento (al norte de la isla), y el Charco Azul, algo más al sur, en la localidad de San Andrés y Sauces.
Paraíso natural
La Palma es conocida como la Isla Bonita, un apelativo que debe en gran medida a su riqueza paisajística y su biodiversidad. No en vano, este año La Palma celebra el vigésimo aniversario de su designación por la UNESCO como Reserva Mundial de la Biosfera. El 6 de noviembre de 2002 la totalidad del territorio insular fue declarado bajo esta denominación. La isla puede presumir de paisajes excepcionales, pero también con varias zonas de reservas marinas y, ahora, el volcán la ha convertido en el territorio más joven de España.
Para descubrir algunos de sus rincones naturales más hermosos, hay que poner rumbo al Parque Natural de Las Nieves. En su interior se esconde el llamado Bosque de los Tilos, una auténtica explosión de biodiversidad en la que destacan un bosque de laurisilva y la espectacular Cascada de los Tilos. Desde allí se puede recorrer también uno de los senderos más populares de la isla, que sigue el trazado de la acequia de Marcos y Cordero, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.
Salimos de la penumbra del bosque para ascender a lo más alto de La Palma. Para ello hay que remontar el escarpado y zigzagueante recorrido de la carretera LP-4, que nos conduce hasta el techo de la isla. Allí, a 2.424 metros de altitud, se encuentra el Roque de los Muchachos. El enclave ofrece hermosas vistas de La Palma, pero también alberga el Observatorio Astrofísico del mismo nombre, ya que aquí se disfruta de uno de los mejores cielos del planeta. Las visitas a los telescopios están canceladas temporalmente debido a la pandemia, pero nada impide disfrutar del firmamento, a simple vista o con nuestros propios telescopios. Además, desde allí se contempla también una de las mejores vistas de nuestro próximo destino: la Caldera de Taburiente.
Ubicada en el corazón de la isla, este bellísimo enclave es la maravilla natural más emblemática de La Palma. Se trata de un enorme “circo” o hendidura de 8 km de diámetro, modelado durante millones de años por erupciones volcánicas, deslizamientos, y la acción erosiva del agua y el tiempo. La caldera ofrece algunos de los paisajes más hermosos de toda la isla, con un sendero que recorre el borde del antiguo cráter –todo un sueño para los amantes del senderismo–, saltos de agua–como la Cascada de Colores–, bosques de pino canario y otros ejemplos singulares de vegetación, como los coloridos tajinastes.
También hay rincones sobrados de encanto en el sur, como la Punta de Fuencaliente, donde el faro del mismo nombre guía a las embarcaciones desde 1903. A sus espaldas queda el Teneguía, que rugió en 1971. Tanto él como sus “hermanos” de la Ruta de los Volcanes –una exigente travesía, ideal para los amantes del trekking–, son prueba fehaciente de que las entrañas de la Tierra pueden ser temibles, pero también regalan tesoros de gran belleza…
CONTEMPLAR EL CUMBRE VIEJA
El volcán ha hecho pasar malos ratos a los palmeros, pero va a ser también un buen reclamo turístico. Para contemplar su silueta, podemos acercarnos al Mirador de Tajuya, que durante la erupción atrajo a medios de comunicación y curiosos. Además, desde el Puerto de Tazacorte se pueden divisar las célebres fajanas que se crearon cuando la lava llegó a las aguas del Atlántico. Conviene consultar posibles restricciones de circulación y acceso –también para los senderos de la isla– en la Oficina de Turismo de La Palma
Más información: Visit La Palma
3 comentarios
Juan de la Cruz, periodista, escritor, quiere remitirles un trabajo sobre CACERES, HECHIZO MEDIEVAL.
¿Me pueden facilitar la dirección?
Gracias. Atentamente.
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