Escribir sobre pingüinos en el continente africano puede sonar un poco chocante en un primer momento, ya que estos animales se han asociado siempre a latitudes muy lejanas y donde la meteorología es inclemente la mayor parte del tiempo. Algunas de estas aves no voladoras están adscritas al continente antártico. Ese es el caso de los famosos pingüinos emperadores o el de Adelaida. Otras especies como el pingüino de Magallanes, el de El Cabo o el de Humboldt, tienen su hábitat y territorios en latitudes menos agrestes y hasta tropicales.
La primera vez que pude disfrutar de ver pingüinos en libertad fue en las islas Ballestas, en Perú, una mañana gris del mes de agosto allá por 2012. Nunca antes había visitado una colonia de aves marinas, y aquello sobrepasó todo lo que podía haber imaginado. A pesar de que no estuviera repleta de pingüinos de Humboldt (Spheniscus humboldti), ver una roca inmensa sobresaliendo de las aguas del Pacífico fue impresionante. Miles de miles de piqueros peruanos punteaban su escarpada orografía. Cormoranes, pelícanos, ostreros, charranes incas… decenas y decenas de aves y también de lobos marinos, se adueñaban de cortados y atalayas y ofrecían un espectáculo para la vista. Más modestamente, un reducido grupo de pingüinos decidía tras una dubitativa pausa, arrojarse en tropel al agua, seguramente para romper así el ayuno en esa mañana invernal.
Sin embargo no fue hasta este año 2024 que pude ver de nuevo aves no voladoras. Esta vez en África, y no solo me refiero a las avestruces, sino también a los «primos» del pingüino de Humboldt, mi primera toma de contacto con la familia Spheniscidae. En Ciudad de El Cabo conocí y compartí varias jornadas con los pingüinos de El Cabo, Spheniscus demersus. Aves realmente similares morfológicamente a sus parientes magallánicos y, por supuesto, a los que fotografié en Perú.
El pingüino africano posee una cejilla (línea superciliar) rosada y carente de plumas que adorna su bonita y armoniosa cara bicolor, y al igual que el resto de sus parientes, posee dos aletas delanteras que le permiten nadar de forma excelente, y unas robustas patas traseras para poder caminar firmemente (y de manera inconfundible) por tierra firme. Una de las claves para diferenciar estas especies es fijarse en las franjas en forma de U invertida que cruzan el pecho del género Spheniscus. En las del magallánico la franja es doble, mientras que en las otras especies es una franja solitaria la que adorna el pectoral.
El primer censo del pingüino africano en 1956, cifró la especie en unas 150.000 parejas reproductoras. En 2024 el número ha descendido por debajo de las 10.000
Sudáfrica y Namibia son los dos países por los que aún se pueden avistar individuos de pingüino de El Cabo, y digo aún porque el pasado 28 de octubre la Lista Roja de la IUCN incluyó la especie en un nuevo estadio: CR (Critically Endangered) o dicho en la lengua de Cervantes, en peligro crítico de extinción.
Durante los últimos años, sobre todo las últimas cuatro décadas, los pingüinos de El Cabo han visto mermar su población y sus colonias de una manera desenfrenada y alarmante. La contaminación, la sobrepesca, la ocupación y fragmentación del territorio, la creciente y asfixiante presión antrópica (con interesante repunte post-apartheid) además del cambio climático y otras amenazas, han puesto en la cuerda floja la viabilidad de la especie que ve decrecer sin contención alguna, el número de individuos reproductivos.
Durante mi viaje por el cono sur de África, pudimos conocer la labor de alguna ONG como SANCCOB, que busca, mediante la captura de ejemplares heridos o abandonados, brindar cierto apoyo a la especie. Elaboran planes de acción e iniciativas para dar a conocer la situación de los mismos. Entre algunas de las propuestas elevadas hasta altas instancias, han conseguido, con el apoyo de otros organismos, cierta acotación de actividades pesqueras en las proximidades de media decena de colonias a lo largo del territorio en el que se distribuyen estas aves.
En Sudáfrica
El gobierno sudafricano gestiona los parques nacionales de su país a través del nombre de Sanparks (South African National Parks) y uno de los destinos que más visitas atrae es precisamente la playa de Boulders, en Simon’s Town (a pocos kilómetros del corazón de Ciudad del Cabo) donde se puede observar a corta distancia una colonia de pingüinos moderadamente numerosa.
Está permitido cierto grado de cercanía a las aves, ya que una de las calas está abierta sin fronteras al público pero a pesar de esto, que podría resultar una temeridad, los visitantes (locales y turistas) se comportan en un altísimo porcentaje con educación, manteniendo una distancia entre la curiosidad y el respeto. No obstante, hay personal realizando labores de vigilancia permanente, no sólo para velar por la integridad de niños, adultos y pingüinos, sino porque estos últimos, al estar en libertad por el territorio, pueden refugiarse entre los vehículos e incluso salir a caminos y carreteras, con el consiguiente peligro que esto supone.
Sudáfrica está realizando cuantiosos esfuerzos de conservación, implementando las medidas oportunas para garantizar la viabilidad de esta especie, destinando zonas a cría y reproducción, colocando cajas nido y creando reservas especiales donde la presencia humana es muy reducida, todo con la firme convicción de que la convivencia con la naturaleza es la única alternativa lógica y sostenible en el tiempo.
Espero, de todo corazón, que la especie salga en los próximos años de este estadio, al igual que ha hecho nuestro lince ibérico, y poco a poco repunte su número de ejemplares, para que podamos disfrutar con la seguridad de su supervivencia, de los únicos pingüinos de África, en plena y absoluta libertad.
Si quieres apoyar al pingüino africano, la ONG SANCCOB ofrece varias alternativas, como las donaciones o el apadrinamiento de un pingüino al que puedes «bautizar». Estas son solo algunas de las formas de colaboración con esta especie. También puedes adquirir la pulsera que la ONG creó en colaboración con Relate bracelets, que apoya igualmente su causa. Puedes encontrarla aquí.
César Gil y yo ya he adoptado a GUS.
Y si no puedes colaborar con dinero, toma 30” de tu tiempo firmar esta petición para que se aumenten sus zonas de protección, por favor.