Pocos términos hay más conocidos en el mundo de los safaris que el de los big five. Este responde a una búsqueda incansable de los cinco grandes, aquellos iconos de las antiguas cacerías que se realizaban por el continente africano y que encontraban en este ‘ranking’ las ‘cabezas’ más difíciles de conseguir para los cazadores.
Años después, ese término ha quedado imbricado en la cultura de los safaris fotográficos. Una práctica menos lesiva para la gran fauna del continente y que permite acercarse a la naturaleza silvestre a través de las imágenes, cambiando antiguas escopetas por colosales teleobjetivos que ‘disparan’ ráfagas infinitas de fotogramas por segundo.
Esta transmutación de la ‘cacería’ ha seguido perpetuando ese famoso top 5 de los animales más buscados durante las largas jornadas por las sabanas y el bush en busca de esos animales emblemáticos que casi todo el mundo sabe nombrar aunque no los haya visto en su vida. Hablamos de: El elefante, el búfalo, el leopardo, el león y el rinoceronte (sin distinguir si blanco o negro).
Realmente lo de «BIG» en el caso del leopardo no aplica, pero era una ‘pieza’ cotizada y un animal esquivo y aunque de esta panoplia, es el que mejor salud tiene a nivel poblacional, sigue siendo uno de los avistamientos más deseados durante esas jornadas bajo el implacable sol del continente negro.
Clasificaciones a demanda
Sin embargo, en un safari podemos descubrir otras criaturas igualmente fascinantes que se han ido encasillando a través de los años y la mayor afluencia de público en otras categorías igualmente curiosas, como la de los ‘5 shy‘ (los cinco tímidos) o los ‘5 ugly’, los cinco «feos» y en la que hoy nos detenemos para reivindicar que la belleza no entiende de cánones y que estamos completamente en desacuerdo con que se les denomine los cinco feos. Sí quizá menos «achuchables», pero feos no.
El facóquero
Pumba es uno de los animales más carismáticos de la obra maestra de Disney «El Rey León», gracias a esa mezcla única de desparpajo, inquebrantable amistad, con ternura y cierto miedo (comportamiento de presa). Este suido de pelo escaso y grandes colmillos tiene ciertamente unas maneras bastante llamativas, ya que suele alimentarse hincando sus miembros anteriores.
Conocido popularmente como jabalí verrugoso, este animal que puede oscilar entre los 40 y los 100 kilogramos de peso, suele encontrarse en sabanas áridas y húmedas, siendo mucho más escaso o casi sin presencia en entornos desérticos o extremadamente áridos.
A pesar de que son buenos excavadores, como los cerdos y los jabalíes que podemos encontrar, por ejemplo en las dehesas de Extremadura, no construyen sus propias madrigueras, sino que suelen reutilizar las de otros animales como el cerdo hormiguero (uno de los cinco tímidos).

La hiena manchada
Siguiendo con la estela de la famosa película, las hienas (en general) se han ganado una reputación inmerecida en la cultura popular a raíz de algunas de sus conductas, simplificando el extraordinario rol que cumplen en la naturaleza.
De una poderosa fuerza, las hembras son las que rigen las sociedades de estos extraordinarios animales, y tienen una de las mordidas más potentes del reino animal. Aunque se las considera carroñeras, en realidad las hienas son perfectas cazadoras que tiran de oportunismo si tienen la ocasión.
Organizadas en clanes y famosas por su ladrido ‘irónico’ estos animales de pardos colores, que superan sin problema los 70 kilogramos, son además excelentes nadadoras, siendo capaces de mantener la respiración debajo del agua caminando por el fondo de las charcas y lagunas (como los hipopótamos).

El ñu
Conocido en inglés como blue wildebeest, este ungulado de larga faz protagonista en la mayoría de imágenes que proyectamos sobre África un papel de víctima. Siendo presa de cruces de ríos y cayendo en fauces de enormes cocodrilos del Nilo o siendo abatidos por una portentosa manada de leones, lo cierto es que este antílope es uno de los animales más icónicos y reconocibles de la sabana a nivel mundial.
De hecho el ñu no solo juega un papel central en la lucha por la supervivencia en la sabana, sino que también es un eslabón crucial en la red trófica del ecosistema africano. Su migración y comportamiento gregario permiten que las praderas mantengan su equilibrio, ya que, al alimentarse en grandes manadas, ayudan a controlar el crecimiento de la vegetación, lo que beneficia a otras especies.
El ñu es un animal gregario, esto quiere decir que viven en manada, y además lo hace a lo grande, pudiendo compartir espacio con miles de ejemplares de su misma especie. De hecho, en época de cría pueden unirse a nutridos grupos grandes de cebras para aumentar la seguridad por pura cuestión numérica, y así proteger mejor a los terneros. En esta especie ambos sexos poseen la característica cornamenta en forma de paréntesis, siendo sensiblemente más grande en los machos. Recordando no obstante éstas a las de los búfalos en una versión más estilizada.
Lo de azul viene dado por el color plateado azulado de su pelaje cuando éste está en sombra, confiriéndole un discreto tono cerúleo.

El marabú
Los dos últimos animales de esta -más que discutible- lista son dos portentosas aves. La primera de ellas es el marabú africano, una de las diferentes especies de cigüeña que se puede encontrar en el continente. En concreto los marabúes son aves de una altura considerable, que puede llegar con facilidad a los 150cm. Su dieta está basada principalmente en pequeños vertebrados como comadrejas, ardillas o anfibios, en las zonas pantanosas donde suelen moverse. Sin embargo se han reportado cacerías de estos ejemplares sobre otras aves de gran porte como los flamencos. El marabú posee un pico particularmente robusto para este fin.
Normalmente se les puede encontrar en grupo ya que son aves con un carácter sociable a pesar de su primitivo aspecto. Como curiosidad, la protuberancia que suelen tener en la parte baja del cuello y el pecho no es el buche, sino a un dispositivo de termorregulación especializado que les ayuda a soportar las altas temperaturas de la sabana.

El buitre orejudo
Nuestro último protagonista es el buitre orejudo. Perteneciente a la familia de los Accipitridae donde comparte ‘sala’ con la inmensa mayoría de aves rapaces diurnas como el águila imperial ibérica o el quebrantahuesos (aves de presa dentro del concepto de ave rapaz).
Los buitres en general son unos animales que han sido maltratados históricamente a nivel cultural y que han sufrido en sus propias carnes ese ‘ostracismo social’ y el desprecio proveniente del desconocimiento de su invaluable labor y contribución a los ecosistemas. Diclofenaco y otros problemas aparte, la figura de estas aves carroñeras ha sido venerada en muchas culturas a lo largo de la historia pasando por el Antiguo Egipto hasta el Imperio Inca o «El entierro celestial» del budismo tibetano.
Nuestro protagonista, de rosados colores que lo asemejan vagamente a un pavo doméstico, es un ave de poderosa anatomía, que cumple una función similar a la de nuestro buitre negro, siendo normalmente el primero en acceder a la carcasa de carroña gracias a su fortísimo pico, especializándose además en devorar carnes más magras que otros buitres suelen descartar.
Un dato interesante es que el color de su cabeza depende del estado de ánimo y temperatura a la que se encuentra el individuo, indicando en parte de su estado de excitación. Fuente
No es un ave exclusivamente carroñera, sino que también se han documentado cacerías de pequeños animales como peces, aves pequeñas o crías, micromamíferos… Es sin duda un animal sorprendente y a la vez fascinante. El individuo de la imagen estaba acechando alguna presa junto a este pequeño lago artificial en Sudáfrica.

La percepción de la belleza en la naturaleza está muy marcada por nuestras creencias y valores culturales. Los animales como el facóquero o el marabú, aunque no encajan en los cánones tradicionales de belleza, representan una forma auténtica y fascinante de vida salvaje. Son la prueba viviente de que la belleza no solo se encuentra en lo estéticamente «agradable», sino también en lo salvaje, lo indomable y lo real.
Lo verdaderamente esencial para el equilibrio del planeta.
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