Destino de compras, esta extensa urbe, capital de uno de los siete miembros de Emiratos Árabes Unidos, ha ido creciendo a costa de la arena y de las aguas del mar.
Qué pequeño parece todo desde la torre más alta del mundo: se diría que los coches son hormigas, las autopistas de varios carriles, un juego de Scalextric. Incluso, el resto de rascacielos de Dubái parecen edificios convencionales. Lo único que impresiona por su tamaño son las arenas del desierto, las que la ciudad ha ido tomando centímetro a centímetro para desarrollarse. Porque eso es Dubái, uno de los siete miembros de los Emiratos Árabes Unidos: un skyline de grúas y edificios sobre un mar de arena.
La urbe va extendiéndose a lo ancho; no tiene mucho más margen, ya que por un lado tiene el inhóspito desierto y por el otro, el mar. Cierto que también intenta crecer en las aguas del Golfo Pérsico y prueba de ello son el Burj Al Arab, el famoso hotel con forma de vela y los complejos Palm y The World, éste último de dudosa permanencia en el tiempo, porque ya se sabe que a veces los promotores y los arquitectos no tienen las mejores ideas del mundo…

Dubái es lujo exacerbado, consumismo barroco, locura inmobiliaria pero aún conserva pequeños resquicios de cultura árabe tradicional, aunque hay que saber buscarlos. Antes de cobijar faraónicos malls, la ciudad se concentraba alrededor del Creek, brazo de mar de 15 kilómetros. Abrazando ambas orillas están Deira y Bur Dubai, los barrios con más sabor, los más auténticos.
Bur Dubai: el encanto de lo tradicional
Bur Dubai es el barrio de las torres de viento, una particular forma de climatización que se eleva por encima de las casas para capturar la brisa y conducirla después hacia abajo a través de una chimenea central: lo que viene a ser un aire acondicionado sostenible. De sus calles destacan el zoco, muy bullicioso los viernes por la tarde-noche, cuando es tomado por los trabajadores expatriados que acuden en su único momento de descanso para hacer las compras semanales. Mención especial merece también el callejón hindi, el mejor sitio para comprar pashminas o deuvedés de Bollywood, todo un viaje a la India.

Lo mejor de Bur Dubai es que, tras el paseo, hay que cruzar el río para llegar hasta Deira: los abras, taxis acuáticos, le conducirán de un barrio a otro por un módico precio en una experiencia tan agradable que el trayecto se hace especialmente corto. Antes de adentrarse en las callejuelas de Deira dedique un poco de tiempo al muelle de los dhows, veleros largos de madera que atracan en esta zona desde 1830. Estas embarcaciones, que se siguen fabricando a mano, se emplean para el traslado de mercancías desde Irán, India, Yemen y suelen ir cargadas de productos de lo más variopinto: secadores, lavadoras, conservas, ruedas… Un zoco sobre las aguas.

Deira: un laberinto de contrastes

Deira es un enjambre de decadentes callejuelas por las que es fácil perderse. El cableado de sus calles y la ropa tendida en las ventanas le trasladarán a otras ciudades árabes, haciéndole olvidar que está en un país rico, el segundo más acaudalado del conjunto de emiratos. Pero esa sensación desaparece repentinamente cuando se accede al zoco del oro, un espectáculo, tanto por la cantidad de joyas allí acumuladas como por las caras que el viajero pone ante tanto brillo.
Los escaparates de las incontables tiendas exponen todo tipo de alhajas, algunas tan sumamente recargadas que no parece fácil llevarlas en las orejas o en el cuello. Más allá de las celosías de madera del zoco se topará con mezquitas, lugareños jugando al críquet, salones de té, puestos de agua de rosas, pequeños negocios tradicionales que conviven con los enormes malls en los que mujeres, vestidas con ayaba, pasan el día, tarjeta de crédito en mano. Aquí hemos venido a consumir.
Todo parece nuevo, hay grúas por doquier, como queriendo borrar lo viejo, las raíces. En esta enorme urbe, donde si paseas por las calles te miran raro (no por falta de seguridad sino porque no están concebidas para ello y porque, además, el calor no es baladí y puede ser sofocante según en qué mes del año viajes), puedes incluso esquiar. Sí, ha leído bien, esquiar a cuatro grados bajo cero en pleno desierto. Basta con acudir a la pista de esquí Sky Dubai del Mall of the Emirates para sentirse como en los Alpes. Lo dicho, la ciudad de los contrastes.
⇒ Visitas imprescindibles
- Subir a la torre más alta del mundo, el Burj Khalifa, cuyo eslogan es “De la tierra al cielo”. Los tickets se compran en la planta baja del cercano Dubai Mall. El mirador, de 360 grados, se encuentra en la planta 124.
- Tour por el desierto: amanecer o atardecer en las arenas, aventura por las dunas en 4×4, cena típica en jaimas con danza del vientre, paseos en camello… Arabian Adventures ofrece todo tipo de posibilidades para disfrutar de este inhóspito entorno.
- Visitar el zoco del oro, en Deira. Las joyas de las dotes de las novias son especialmente suntuosas.
- Tomar un taxi acuático entre Deira y Bur Dubai.

- Experiencia Veuve Clicquot en el desierto. Ya se puede reservar una nueva y exclusiva experiencia gastronómica que mejorará la oferta desértica de Dubái. Esta asociación única entre Arabian Adventures y Veuve Clicquot brinda una nueva ubicación privada para una cena de primera en un lugar aislado e impresionante en la Reserva de Conservación del Desierto de Dubái, una de las mayores reservas naturales de los EAU.
- Compras en alguno de los centros comerciales o malls, como el Dubai Mall (el más grande) o el Burj Khalifa Mall.
cómo llegar
Emirates ofrece dos vuelos diarios sin escalas desde Madrid. Sus clases First y Business son de las mejores del mercado: es como ir en un hotel de lujo entre las nubes.