Ubicada en el corazón de su región homónima, y conocida por su arquitectura impresionante, su rica historia, su arte y su cultura, esta ciudad te mantendrá ocupado durante al menos dos intensos días.
Hace tiempo que perdí la cuenta de las veces que he montado en avión. Tengo que confesar que soy una de esas personas que llegan al aeropuerto con muchísima antelación ante la posibilidad de que ocurra algo que les haga perder el vuelo. Es por ello por lo que me alegré profundamente de que mi viaje a Aix-en-Provence fuera en tren gracias a la alianza de Renfe y SNCF y así poder presentarme apenas unos minutos antes en la estación. El ferrocarril es un medio sostenible, cómodo y, desde el desarrollo de la alta velocidad, puntual, y seguramente más conveniente que cualquier otro en corta y media distancia. Si a todos estos factores sumamos el coste medio del billete, podemos concluir que viajar a algunos puntos de Francia en tren desde España, es un lujo al alcance de muchos.
Aix-en-Provence en Navidad: una experiencia diferente
La gente normal viaja a la Provenza en verano; de hecho, muy probablemente la primera imagen que nos viene a la mente al pensar en la región es un campo de lavanda en plena temporada estival. Bueno, quien escribe estas líneas, en su afán de llevar la contraria al mundo, viajó en diciembre, y tuvo el placer de explorar la ciudad durante los últimos días del otoño, disfrutando del color ocre de las hojas y del espectáculo de luces que anuncian la llegada de las fiestas. Una opción diferente para una ciudad que se puede disfrutar en cada una de las cuatro estaciones.
La elección de la época fue tremendamente acertada: hay algo realmente mágico en el ambiente navideño de esta localidad provenzal, que cada año se engalana con esmero para alegrar las noches más largas del año con una elegante iluminación en todas las zonas del centro urbano.
La luz justo después del atardecer –en ese momento efímero en el que el día no es noche y la noche no es día–, mezclada con las alegres luces navideñas actúa como un imán para todos los que disfrutamos haciendo fotos. Las angostas calles rebosan de actividad, como si todos los ciudadanos se pusieran de acuerdo para salir a la calle en ese momento y celebrar la llegada de las añoradas fiestas en las que nos reencontramos con nuestros seres más queridos. Para dar aún más ambiente, hay mercadillos navideños por toda la ciudad, entre los cuales no deberíamos dejar de visitar el Marché de Noël –el mayor de la ciudad–, con más de 60 puestos y que se celebra cada año puntualmente durante el mes de diciembre en la Plaza de la República.
Durante esos días, en las calles de Aix-en-Provence hay cabida para todos: atracciones de feria hacen disfrutar a los más pequeños de la casa, y numerosas tiendas, bares, terrazas y puestos de comida de temporada amenizan la espera de los respectivos progenitores. La oferta es variada, pero en mi caso personal, una irresistible de fragancia de castaña asada me trasladó a mi infancia de inmediato, a tiempos en los que todo carecía de importancia. Ni que decir tiene que di cuenta de una buena docena de humeantes frutos secos mientras reflexionaba lo curioso que puede llegar a ser cómo algunos olores en particular, nos pueden llevar a rincones de nuestra memoria que creíamos olvidados.
Una ciudad encantadora y sostenible
Un factor reseñable de la ciudad es que es realmente cómoda para ir a pie o en bicicleta; su orografía es mayormente plana, y por tanto sencilla de recorrer. Se trata de una de esas localidades que no son demasiado grandes y en las que se disfruta de todos los servicios de una ciudad de mayor tamaño. Su centro está compuesto por un entramado de calles estrechas, con casas de aspecto distinguido, con vistosas fachadas pintadas en alegres tonos anaranjados, del tipo de las que se pueden encontrar en el Rosellón, o en la vecina Cataluña.
Su ambiente es señorial, pero al mismo tiempo el colorido de sus construcciones nos da una idea de que nos encontramos en un rincón del sur de Europa. La red de transporte llega a cualquier rincón y está integrada en su totalidad por vehículos eléctricos. Esta política demuestra que ecología y sostenibilidad no son meras palabras que los políticos integran en sus promesas electorales, sino que forman parte de una realidad respetuosa con el medio ambiente.
San Salvador: testigo de la historia
Como ya hemos señalado, Aix-en-Provence es conocida por su singular mezcla de estilos arquitectónicos. Pasear por sus calles estrechas y sus hermosas plazas invita a imaginar tiempos pasados, cuando las damas usaban amplios vestidos confeccionados en tejidos traídos de oriente y los caballeros llevaban elegantes capas y sombreros de copa.
En este aspecto, la catedral de San Salvador es sin duda uno de los edificios de los más destacados de la localidad, y en mi opinión, de obligada visita. Construida a partir del siglo V sobre un antiguo templo romano, ha ido adaptándose al paso del tiempo con su singular mezcla de estilo románico, gótico y barroco. La imponente fachada hace presagiar el grandioso interior que nos encontraremos, en el cual destacan:
Las diferentes capillas, entre las que destaca la del Santísimo —donde contemplaremos una magnífica pintura del mismísimo Rubens—; el majestuoso retablo tallado en madera del altar mayor, obra de Nicolas Froment, en las que se aprecian escenas de la vida de san Salvador; las distintas esculturas; el órgano, que data del siglo XVIII y cuenta con más de 4.000 tubos; las magníficas vidrieras y el impresionante baptisterio, que pone la guinda al pastel de una catedral digna de una capital europea.
Una ciudad consagrada al arte
Mención aparte merece la oferta museística de la ciudad, a mi juicio sobresaliente para tratarse de una localidad con una población que no llega a los 150.000 habitantes. Habiendo sido el lugar de residencia de Paul Cézanne, la ciudad respira arte por los cuatro costados.
Como visitas imprescindibles para disfrutar del arte y los museos en Aix-en-Provence se encuentran: el taller del citado maestro Cézanne; el Centro Caumont, en cuyo palacete podremos encontrar un bonito jardín, una gran retrospectiva de la obra de Yves Klein y una reproducción costumbrista de elegantes salas tal y como se encontraban en el siglo XVIII.
Otro rincón cultural imprescindible es el Museo Granet, compuesto por un compendio de exposiciones permanentes formadas por obras de grandes maestros (incluyendo por su puesto una sala entera dedicada a Cézanne y pinturas de Rembrandt o Picasso entre otros tantos), una impresionante colección de escultura y exposiciones temporales de artistas de la talla de mi admirado David Hockney.
Para hacer más sencilla la visita, la oficina de turismo dispone de un paquete muy interesante llamado city pass, válido por 24, 48 o 72 horas. Incluye todo uso de trasporte público y las entradas a todos los museos y a los principales puntos de interés de la ciudad. Sin duda es la mejor opción para exprimir todo el tiempo que pasemos en una ciudad que para mí ha supuesto una grata sorpresa.
A modo de conclusión te recomendaría que si tienes pensado hacer un viaje por el sur de Francia, incluyas Aix-en-Provence en tu itinerario. A mí ya sólo me queda volver en verano 🙂
Más información: Turismo de Aix-en-Provence