Se cumplen 35 años de la caída del Muro de Berlín: recorremos la ciudad buscando las huellas de la RDA…
Se cumplen 35 años de la caída del muro de Berlín y la efeméride coincide con la victoria de Donald Trump, partidario, entre otras cosas, de los muros y de los tratamientos poco convencionales para el Covid. Tiempos inciertos los actuales que nos llevan a conmemorar esta fecha (la pared separatista alemana estuvo en pie la friolera de 28 años, desde 1961 hasta su caída el 9 de noviembre de 1989) que nos traslada a una época también incierta y oscura, sobre todo si te tocó ser un habitante de la zona oriental..
El muro fragmentó la ciudad en dos: el Berlín oriental, bajo control soviético, y el Berlín occidental, alineado con las democracias de Occidente. Su caída marcó el fin de la Guerra Fría y supuso la reunificación de Alemania, una reunificación política y práctica si bien aún a día de hoy muchos alemanes siguen hablando de muros mentales y se sigue notando a nivel económico las diferencias entre lo que antes fuera parte oriental y occidental.
Berlín es una ciudad bulliciosa cuyos niveles de vida nocturnos y de ajetreo en las calles nada tienen que ver con los de otras urbes germanas: aquí se puede cenar a las once de la noche (algo impensable en París), por ejemplo y en primavera puedes tomar el sol en cualquier parque prácticamente en pelotas sin que nadie te incomode.
Durante un tiempo, las grúas fueron parte habitual del horizonte, empeñado el ser humano en construir lo que previamente había destruido y la ciudad ha sabido dotar a determinados espacios de nuevos y sabios usos, como es el caso del aeropuerto Tempelhof, reconvertido en parque. Por cierto, uno de los parques urbanos más grandes del mundo, supera por ejemplo, en extensión, a Central Park.
Ponerse al volante de un Trabant
La ciudad ha sabido también explotar sin sonrojarse ese pasado histórico: el muro está presente en el suelo y en los enclaves que se han mantenido en pie, como el East Side Gallery, uno de los más visitados con sus famosos murales: hablamos de uno de los fragmentos del muro más extenso que se ha conservado, 1.300 metros decorados por más de un centenar de artistas de distintas nacionalidades con pintadas y murales multicolores inmortalizando, por ejemplo, el beso entre el jefe del Estado comunista y arquitecto de la pared separatista, Erick Honecker y Leonid Brezhnev, líder de la Unión Soviética.
También pueden visitarse las prisiones de la Stasi y su cuartel general un reclamo para turistas y curiosos (siguen sobrecogiendo el alma aunque se vean a plena luz del día y en democracia), o el museo de la RDA, un local interactivo situado en la isla de los museos donde uno puede desde visitar la cocina de un apartamento oriental (y curiosear en sus cajones), ver cómo eran sus colegios, convertirse en un espía de la Stasi (emulando a Ulrich Mühe en la grandiosa película La vida de los otros) o incluso, subirse a un Trabant, el contaminante coche de esta época, convertido casi en icono y sin el casi. En la última visita que hice a la urbe podías incluso alquilar uno por horas para dar una vuelta por sus avenidas más ruidosas..
El revival de ese pasado se da hasta en la oferta hotelera: a pocos metros del East Side Gallery se encuentra un hotel cuya decoración revive la Alemania comunista. Y es que mientras muchos ciudadanos de la RDA se dedicaban a borrar las huellas del pasado para olvidar los años de represión, otros, como Daniel Helbig, uno de los propietarios del Hotel Ostel (Ost significa Este), recopilaba sofás y radios y buscaba el papel de las paredes en E-bay para montar un negocio que recreara la época comunista.
En las espartanas habitaciones no encontrarás muchos adornos, salvo un retrato de Erick Honecker que sirve de cabecero de cama (no sabemos si te dejará dormir a pierna suelta o tendrás pesadillas). El resto de mobiliario lo completa una mesa, la cama, el armario y una radio. El ambiente resultaría triste de no ser por el alegre papel de las paredes, con formas geométricas en algunas habitaciones y floreado en otras.
Descubriendo los puestos fronterizos bajo tierra
Aunque si buscas emociones fuertes lo mejor es apuntarse a un tour bajo tierra: la asociación Berliner Unterwelten permite realizar diferentes visitas, unas cuantas en español, entre las cuales la de Escapes bajo el muro de Berlín y que permite conocer las otras vías de escape que los ciudadanos de la RDA intentaban bajo tierra.
El muro de Berlín tenía en realidad dos muros y el espacio entre ambos se denominaba la zona de muerte, con distintos elementos disuasorios para evitar las fugas: zanjas, franjas de arena, alambradas, cercas electrificadas… La cuasi infranqueable pared hizo que los vecinos de la RDA buscaran otras posibilidades bajo tierra, como por ejemplo, las alcantarillas.
Cuando la Stasi descubrió esta nueva vía de escape o los túneles que muchos desgraciados cavaban para llegar al oeste, decidieron construir en el subsuelo hasta 75 puestos fronterizos, uno de los aspectos que explican en la visita de Berliner Unterwelten. En total se iniciaron más de 70 túneles de los cuales solo 19 tuvieron éxito y permitieron a más de 300 ciudadanos de la RDA llegar hasta Berlín Occidental.
Si bien el muro exterior tardó pocos años en ser barrido en la superficie, no fue hasta 1996 que se consiguieron eliminar todas las fronteras situadas bajo el suelo: ya ven, aunque lo que más se veía fue la pared separatista de fuera, por debajo, en las entrañas de la ciudad las fronteras tardaron más en desaparecer… Aunque algunos prefieren correr un tupido velo sobre el pasado, otros, como los miembros de esta asociación, reivindican conservar la memoria aunque sólo sea por lo del dicho de «aquel que olvida su pasado está condenado a repetirlo».