¿Buscas un destino de playa con un toque africano y un ritmo relajado? Isla de Sal, en Cabo Verde, te espera con sus playas de arena blanca, aguas turquesas y una cultura criolla vibrante. Descubre por qué la llaman el ‘Caribe africano’.
El Pontão de Santa Maria: el corazón de Isla de Sal
Son apenas cien metros de madera que se asoman a aguas serenas de color turquesa, pero el Pontão (muelle) de Santa Maria, en Isla de Sal, es un fascinante microcosmos que destila la esencia de Cabo Verde. En lo alto reina un sol generoso, atemperado por la caricia constante del harmatán; sobre los tablones, entre risas y charlas en krioulu (criollo), varios jóvenes ejecutan acrobacias al lanzarse al agua, mientras los pescadores arriban con la pesca del día: atunes y garopas que hábiles manos transformarán en el sustento diario.
En la playa que se extiende a sus pies, turistas y vecinos comparten el arenal, unidos por la proverbial morabeza caboverdiana, esa hospitalidad innata que los isleños dispensan sin distinción. ¡Una experiencia auténtica que no te puedes perder en tus vacaciones en Cabo Verde!
La estampa tiene también banda sonora: la del tempo lento de las mornas, versión caboverdiana del fado portugués, que fluye en las voces de la mítica Cesária Évora o Ildo Lobo. Aquí la alegría, la música y el bullicio danzan con cadencia pausada. No es casual que el lema nacional sea No stress, una filosofía de vida que los habitantes de Sal practican con devoción. Si a lo anterior le sumamos una temperatura media de 26 grados, playas de ensueño y aguas turquesas, no es de extrañar que el archipiélago se haya ganado el sobrenombre de “Caribe africano”.
La rica cultura criolla de Cabo Verde en Isla de Sal
La esencia de Cabo Verde reside en su naturaleza mestiza, una fusión entre África y Europa reflejada en su música, gastronomía, lengua y genética, fruto de siglos de mestizaje entre colonos portugueses y antiguos esclavos africanos.
El archipiélago, punto estratégico de la trata de personas hacia América, alberga hoy una población mayoritariamente mestiça (80%), aunque hoy mulatos, negros y blancos se sienten caboverdianos por igual. La música morna, con su melancolía y belleza, es un símbolo de esta identidad.
Historia de Isla de Sal: de las salinas al turismo
Aunque los portugueses descubrieron Cabo Verde en el siglo XV, la Isla de Sal –inicialmente llamada Lhana por su topografía– permaneció deshabitada hasta el siglo XIX, cuando el potencial de sus salinas atrajo a los primeros pobladores. En Pedra de Lume, enclavada en el cráter de un volcán extinto, se explotó desde 1804 una salina que, durante más de un siglo, fue la fuente principal de ingresos en la isla. Hoy son los turistas quienes generan riqueza en este insólito paraje de aspecto lunar, atraídos por los baños curativos en sus aguas mineralizadas y el lodo que allí se forma.
Playas de arena dorada
Las playas son el principal atractivo de la isla. Santa Maria, con sus kilómetros de arena dorada y aguas cristalinas, es ideal para tomar el sol, disfrutar del baño y mezclarse con los locales, pero también para navegar en catamarán o practicar snorkel. No muy lejos de allí, en Ponta Preta o en Kite Beach, el visitante encuentra un entorno más salvaje, con los kitesurfistas retando al viento y las olas del Atlántico. Y es que Isla de Sal es uno de los mejores rincones del mundo para la práctica del windsurf, kitesurf o windfoil, gracias a los vientos alisios que soplan todo el año (en especial de noviembre a mayo), dotando a la isla de un encanto indomable.
Para quienes buscan paz, más al norte hay varias playas que constituyen un paraíso virgen, sin hoteles ni multitudes. Es el caso del arenal de Murdeira, al oeste, un rincón único para contemplar la puesta de sol; o la playa de Serra Negra, silenciosa y de aguas calmadas que invitan al baño. Lugares perfectos para entender el verdadero significado del “No Stress” que tanto promueven los caboverdianos: una vida sin prisa, acompasada por el ritmo natural del sol y las olas.
Aventuras en el desierto y el mar
Pero Isla de Sal es también tierra de aventura. La tirolina de Ponta da Fragata, con un kilómetro de longitud y 103 m de altura, ofrece vistas impresionantes del paisaje desértico de la isla y el infinito azul del océano. Para quienes prefieren mantener los pies en la tierra, los recorridos en buggy son una forma emocionante de explorar la isla, sorteando dunas y acacias achaparradas por el viento.
La experiencia se completa en Shark Bay, una laguna tranquila donde las crías de tiburones limón nadan entre las piernas de los turistas. Aunque el nombre intimide, estos animales son inofensivos y la actividad, supervisada por guías, es inolvidable.
Al caer el sol hay que regresar a Santa Maria, que a esas horas se llena de música con bares como La Quinta Loka o Buddy, un local de culto donde se pueden bailar mornas, coladeiras y funanás. Una vez más, la morabeza se refleja en los pequeños grupos mixtos de locales y turistas que se forman en los bares, compartiendo la pasión por la música y el baile hasta la madrugada.
La gastronomía: un deleite caboverdiano
Hay que reservar también tiempo para disfrutar de la gastronomía. Además de los platos que tienen al atún como protagonista, hay que probar la cachupa, un guiso de maíz y alubias con carne o pescado, alma de la cocina caboverdiana. También merece la pena visitar los mercados locales, como el que abre sus puertas en el centro de Santa Maria, con dos plantas repletas de puestos de frutas, especias y pescados, o el que se encuentra en Espargos, la capital, y que ofrece una cara más real y genuina de la isla.
En Isla de Sal, el viento y las olas marcan el compás de una vida sin prisa, donde cada momento se vive con el corazón abierto. Aquí, los caboverdianos nos enseñan con su morabeza que, a veces, basta con una sonrisa para sentirse en casa.
ISLA DE SAL: UN PARAÍSO PARA TODO EL AÑO
Cabo Verde disfruta de temperaturas ideales durante todo el año, e Isla de Sal no es una excepción. Es un destino perfecto para escapar de los rigores del invierno. Soltour ofrece paquetes de avión y hotel para siete días, con salidas desde Madrid, Barcelona y Bilbao y vuelos directos de junio a septiembre (con escalas el resto del año), y alojamiento en hoteles como el Meliá Llana Beach o el Hilton Cabo Verde, ambos en Santa Maria.