Uno se imagina el norte de Extremadura como un páramo seco, sin verde, pero basta visitar la comarca de Las Hurdes para entender que lo anterior es falso: montes abigarrados de vegetación, ríos cristalinos y hasta volcanes.
«Si en todas partes del mundo el hombre es hijo de la tierra, en las Hurdes la tierra es hija de los hombres». Lo dijo Miguel de Unamuno refiriéndose a una zona del norte de Extremadura denostada y amada a partes iguales a lo largo de la historia… Todo aquel que la visita hoy reconoce que nada queda de aquellas Hurdes (o Jurdis, como se diría en castúo, la lengua de esta zona) que visitó Alfonso XIII en 1922, época en la que los lugareños eran tan pobres que no tenían ni dinero para enterar a sus muertos y se veían obligados a tirarlos al río. Tampoco queda nada del atraso que retrataba Luis Buñuel en su documental Las Hurdes, tierra sin pan.
Las Hurdes han sabido mantener sin embargo ese sabor auténtico, tienen umami, que dirían los amantes de lo gastronómico: hay vegetación espesa de pinos (en los últimos años los incendios han dado un respiro y se ven los montes abigarrados de verde), ríos cristalinos, una estupenda red de carreteras –no exenta de curvas eso sí–, alojamientos rurales que respetan las antiguas tradiciones arquitectónicas y mucha hospitalidad por parte del hurdano. Y gastronomía, por supuesto.
La comarca está compuesta por seis municipios o concejos a los que pertenecen numerosas alquerías (pueblos sin ayuntamiento). La localidad de entrada, si se llega desde el norte, es Riomalo de Abajo. Allí, cerca del puente sobre el río Alagón, hay un camino que conduce al mirador de La Antigua o del Melero, desde donde se contempla una espectacular vista del río, una estupenda forma de iniciar este paseo.

Miel y afrodisíacos
A poco más de 6 kilómetros está Las Mestas, de donde es muy famosa la miel de El Tío Picho; tanto, que incluso en su día la consumían en la Casa Real, el Vaticano o en la ONU. El Tío Picho dedicó su vida a recorrer los pueblos de la comarca con su mula para recolectar miel y polen. Esta familia de apicultores comercializa hoy 12 variedades de miel, aparte de otros alimentos como la jalea real, licores a base de jalea, chocolate… El último lanzamiento del que disfrutan los numerosos turistas que se dejan caer por la tienda es Esperanza (en honor a la mujer del fundador), un producto casi mágico que en un único tarro reúne miel, propóleo y jalea real.
El río Ladrillar y la carretera van remontando el valle. A ambos lados de la carretera llaman la atención las extensiones de matorral, mayoritariamente brezo, que antiguamente se utilizaba en los pueblos para fabricar escobas con las que barrer las calles. También hay jaras por doquier, que son un regalo para la vista cuando florecen en primavera (una de las mejores épocas para visitar la zona, por cierto). El río Ladrillar nace cerca de Riomalo de Arriba. Esta zona, una de las más despobladas, es la que ha mantenido el mayor número de viviendas tradicionales. Allí también se encuentra el Centro de Interpretación de las Hurdes, una visita más que recomendable.
Agua para dar y tomar
Otro sitio que merece la pena visitar es El Gasco, una pequeña alquería que pertenece al término de Nuñomoral. Desde Riomalo de Arriba iremos pasando distintas localidades (y no pocas curvas) como Vegas de Coria, Nuñomoral y La Fragosa. El Gasco tiene hasta su volcán, son varias las hipótesis sobre el origen de este singular terreno: un volcán, el impacto de un meteorito o la cada vez más respaldada teoría de la existencia de unos hornos de fundición romanos. En 2003 declararon a la zona como Lugar de Interés Científico.

Otro salto de agua que suele ser atracción de turistas es el Chorritero (o Chorrito, como lo denominan los oriundos), situado en Ovejuela, en el valle de los Ángeles. Las Hurdes está bañada por cinco ríos y cada uno da nombre a un valle. Tras dejar Nuñomoral recuperaremos la carretera EX-204 y atravesaremos Cambroncino, Caminomorisco (que en su día se llamó Las Calabazas) y Pinofranqueado. El Pino, que es como se le conoce en la zona, tiene su zona más atractiva al lado del puente por encima del río de Los Ángeles, donde hay un paseo fluvial y una hermosa piscina natural.

En esta misma localidad hay una parada imprescindible si hablamos de buen comer: el restaurante El Castúo donde hay que probar sí o sí, el cabrito, la ensalada de naranja y su espectacular tarta de queso. Si además degusta estos manjares en la pequeña terraza exterior, con vistas al río, ya puede dar por bueno el paseo.
En Ovejuela el camino que lleva al Chorritero, que es en realidad el nacimiento del río de Los Ángeles, se encuentra bien señalizado: el paseo supone unos tres kilómetros. En la base de la cascada se abre una poza donde es posible el baño.
De Las Hurdes uno no puede marcharse sin visitar también Casar de Palomero, que en su día tuvo barrio cristiano, musulmán y judío. De hecho, la iglesia de la Cruz Bendita fue antes sinagoga. En la plaza, una placa en una de las fachadas indica la casa en la que pernoctó Alfonso XIII.
Cerca de Casar de Palomero se sitúa la alquería de Ribera Oveja que cuenta con La Poza, una de las zonas de baño más profundas de la zona. El pueblo en su día llegó a contar con tres bares y un ultramarinos. Hoy, como muchos otros de esa mal denominada España vaciada, se ha quedado sin bares y sin apenas población, pero sus calles siguen siendo igual de auténticas.

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