Ubicada en el centro del país, la pequeña localidad portuguesa de Tomar conserva intactas las huellas de un pasado glorioso, de épocas en las que sus habitantes se convirtieron en testigos de los hechos más trascendentes para su nación.
En 1190, un anciano pero aguerrido caballero templario, Gualdim Pais, desenvainó la espada y dirigió a sus hombres en una épica batalla contra las tropas del rey Yukab de Marruecos, que habían asediado la joven población de Tomar. Pese a la inferioridad numérica, el ejército cristiano se alzó con la victoria gracias a la experiencia del viejo caballero.
Hoy, más de ochocientos años después, una estatua recuerda en el centro de Tomar la gesta de un hombre cuyas hazañas le convirtieron en leyenda.
Treinta años antes de aquella batalla, el propio Gualdim, comendador de la mítica orden del Temple en Portugal, había iniciado la construcción de la ciudad sobre los restos de la antigua Nabantia romana, después de recibir aquellas tierras entonces fronterizas de manos de Afonso, el primer monarca luso.
Ubicada en el distrito de Santarém, en el centro del país, la pequeña ciudad de Tomar se encuentra a unos 120 kilómetros de la capital, Lisboa, y sus cerca de 43.000 habitantes viven principalmente del turismo, la producción maderera y el cultivo de frutas, vino y aceite.
Aquel pasado medieval, de batallas entre moros y cristianos, de espíritu de cruzada en plena península ibérica, queda ya muy lejos en el tiempo. Y, sin embargo, en Tomar sigue respirándose ese ambiente de tiempos heroicos, a la sombra de la Orden del Temple. Y es que las huellas de estos legendarios y misteriosos monjes guerreros, tan de moda hoy en día, surgen en cada rincón de la localidad.
La huella de los templarios
Cuando nos acercamos a ella destaca orgulloso el antiguo castillo de los caballeros, fundado en el siglo XII siguiendo el estilo de las fortalezas de los cruzados de Tierra Santa, y hoy declarado Monumento Nacional. Los vestigios templarios salen de nuevo a nuestro encuentro en la iglesia de Santa María dos Olivais, donde reposan los restos mortales del héroe Gualdim, además de los de otros muchos soldados de Cristo. Son muchos los turistas que, al aproximarse hasta el templo, se sorprenden al descubrir en su ábside un llamativo pentáculo, una pequeña muestra del misterio que estos caballeros generan tras de sí.
Pero sin lugar a dudas, la construcción templaria más popular es la célebre Charola o rotonda, una estructura octogonal a dos alturas, evocación del Santo Sepulcro de Jerusalén y que hoy forma parte del hermoso Convento de Cristo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983.
La Charola sufrió múltiples modificaciones en siglos posteriores, pero todavía es posible encontrar algunos símbolos y emblemas propios del Temple, como las típicas cruces rojas de la Orden. Tras su desaparición, los bienes templarios pasaron en Portugal a la nueva Orden de Cristo, su legítima heredera, y que tanta importancia tuvo para el país en los siglos siguientes.
De estas fechas más tardías data la mayor parte del Convento de Cristo, una construcción compuesta por varios edificios y claustros, ejecutados en etapas sucesivas por el infante Henrique el Navegante –Gran Maestre de la Orden de Cristo–, y los monarcas Manuel I y João III. Los distintos claustros, como el de Lavagens, Santa Bárbara o el de las Hospederías, forman un entramado de patios y estancias casi laberínticas y esconden bellísimos rincones. Pero además, el Convento fue testigo de importantísimos eventos históricos, como la coronación en 1581 de Felipe II como rey de Portugal.
Pero si hay un lugar en el Convento que destaca por encima de todos ese es, sin duda, la célebre Janela (ventana) da Sala do Capítulo, un magnífico ejemplo del estilo manuelino, con sus elementos decorativos de aire marino, testimonio de la época de los descubrimientos en ultramar. Este peculiar y único estilo arquitectónico, mezcla de elementos góticos tardíos, mudéjares y renacentistas, se extendió por todo el país durante el reinado de Manuel I, y tiene en el Convento de Cristo uno de sus mejores exponentes.
Pero no todo son construcciones cristianas. Tras la expulsión de los judíos de Castilla y Aragón ordenada por los Reyes Católicos, muchos de ellos recalaron en Portugal, y Tomar no fue una excepción. La importante comunidad judía participó de forma activa en la vida social y económica de la ciudad, contribuyendo de forma notable a su desarrollo. Como testimonio de aquella destacada presencia encontramos hoy la sinagoga, construida en el siglo XV por mandato del infante Don Henrique y la única que se conserva de aquella época en todo el país. Tras un pasado en el que se destinó a usos religiosos y otros más mundanos –sirvió como almacén– hoy acoge el Museo Luso-hebreo Abraham Zacuto.
Nuestro recorrido por la ciudad no estaría completo sin una visita al acueducto dos Pegões, ubicado en la parroquia de Carregueiros, y erigido para abastecer de agua al omnipresente Convento de Cristo. Igualmente vinculado con el líquido elemento descubrimos el Ponte Velha (Puente Viejo), una construcción romana restaurada a lo largo de varios siglos y que permite acceder al centro histórico de la ciudad salvando las aguas del Nabão. Este río atraviesa la población y constituye uno de los accidentes geográficos que marcan más profundamente la fisonomía de Tomar.
Es posible que después de tanta visita cargada de historia el viajero desee un poco de tranquilidad y descanso. Es el momento de dirigir nuestros pasos hasta el Jardim do Mouchão, una hermosa isla rodeada por el caudal del Nabão que encontramos en pleno centro de la ciudad. Además de una variada vegetación, el jardín posee también una pintoresca roda o noria de agua. Y si no hemos tenido suficiente con este singular oasis, podemos dar otro paseo por a Mata Nacional dos Sete Montes, un parque forestal ubicado a escasa distancia de la plaza del infante Don Henrique.
Una colorida tradición
Si buscamos algo más que turismo histórico y monumental, la animada vida tomarense también nos ofrece otras alternativas. Por ejemplo, a través de sus fiestas. Una de las más famosas y concurridas es la Festa dos Tabuleiros, una llamativa y colorida celebración cuyos orígenes cristianos se remontan al siglo XIV, época en la que surge el culto al Espíritu Santo, pero que podría tener raíces paganas mucho más antiguas, vinculadas a la diosa Ceres y las cosechas.
La Festa tiene lugar una vez cada cuatro años –la próxima se celebrará en 2023– y durante diez días, entre el 30 de junio y el 9 de julio, las calles se adornan de flores y espigas de trigo. Son días alegres y llenos de animación y color, en los que se suceden las procesiones, que culminan con el Grande Cortejo del domingo.
Ese día las ventanas se adornan con vistosas toallas y paños para recibir el paso de los tabuleiros, distribuidos por parejas y ataviados con los trajes típicos: ellas visten de blanco, con una banda de color cruzada, y ellos de pantalón negro y camisa blanca, con la corbata haciendo juego con la banda de la chica.
Pero sin duda el toque más vistoso lo ofrecen las mujeres, que sostienen sobre sus cabezas unos espectaculares cestos con flores, cuya altura debe ser igual a la de sus portadoras. El trayecto que recorren los tabuleiros es de unos cinco kilómetros, y los participantes en la procesión proceden de las dieciséis parroquias del municipio.
GUÍA DE VIAJE
CÓMO LLEGAR. En coche, desde Lisboa, hay poco más de una hora de trayecto, utilizando la Autopista A1, tomando la salida de Torres Novas (kilómetro 93). Hay varios autobuses al día que cubren la ruta Lisboa-Tomar en ambos sentidos. El trayecto dura algo más de hora y media. Más info: Rede Expressos. En tren hay multitud de trayectos diarios desde Lisboa. Información: Comboios de Portugal
DÓNDE DORMIR. Hotel dos Templarios. Establecimiento de 4 estrellas situado junto al centro histórico y rodeado de bellos jardines, con vistas al río Nabão. Su restaurante elabora platos tradicionales portugueses con influencia internacional de la mano del chef David Marques. Casa dos Oficios. Ubicado en un antiguo y hermoso edificio del siglo XVIII, el hotel Casa dos Oficios (4 estrellas) se encuentra en el casco histórico de la ciudad, este
PARA COMER. Restaurante Infante (Avenida Dr. Cândido Madureira, 106). Ubicado en la avenida principal de acceso al Convento de Cristo, está especializado en platos típicos regionales con toques de modernidad. Entre sus especialidades, la vaca em molho de bruxa, el lombinho de porco com figos e noz o los tagines de origen medieval. Abrigo da Alma (Rua Dr. Joaquim Jacinto, 48-A). Ubicado en el centro histórico de la localidad, en una de sus calles más pintorescas, el restaurante Abrigo da Alma ofrece platos inspirados en la tradición culinaria portuguesa y mediterránea, con toques de innovación. Entre sus especialidades, el bife com queijo da serra o el caril de gambas.
Más información: Turismo de Tomar – Visit Portugal
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